MEDIUMS Y MEDIUMNIDADES

Médiums y mediumnidades
En el variado caleidoscopio de las facultades mediúmnicas, siempre se encontrarán expresiones nuevas y personales que se presentan según el grado de evolución que tenga cada criatura, así como de sus valores morales e intelectuales que acompañan a los objetivos de su existencia corporal. Por eso podemos afirmar que aunque de forma general todos los médiums tienen síntomas parecidos, de forma particular cada médium tiene sus propias características.
A través de las innumerables manifestaciones, podemos encontrar la unidad del fenómeno por cuyo medio se identifican los portadores de la naturaleza mediúmnica. Para realizar un estudio correcto de las mediumnidades y de los médiums, no se puede colocar a la doctrina espírita en un segundo plano, porque es la luz que penetra en los recintos más ocultos, liberándolos de los mitos y actualizándolos conforme a las leyes naturales que rigen la vida.
Particularmente “El Libro de los Médiums”, que es el compendio insuperable para poder entender la seriedad de la percepción mediúmnica y de cómo se deben comportar aquellos que son portadores de ella.
En su condición de sabio observador Allan Kardec fue capaz de sustraer, del aparente entretenimiento frívolo de las “mesas giratorias y parlantes”, una doctrina seria, muy profunda, que lo colocó al lado de los grandes benefactores de la humanidad. No se detuvo ante el deslumbramiento del acto, sino que fue más allá y vio el efecto inteligente, que estaba constituido por las respuestas dadas por las mesas, analizó las causas y fue encontrando así a los espíritus, que eran los verdaderos agentes.
Por medio de un trabajo meticuloso de investigación, desmitificó lo sobrenatural y lo milagroso de los actos que pasaron a formar parte del área de fenómenos de las manifestaciones paranormales inherentes a la naturaleza humana. Por ejemplo, Francisco Redi observando a las moscas, reparó que colocaban sus huevos en las carnes para que puedan surgir las larvas, al cubrir la carne con una gaza echó por tierra el concepto de la generación espontánea. Antes de él, Galileo, Copérnico y otros, cuando estudiaron los movimientos de los astros, rectificaron el antiguo concepto del sistema geocéntrico.
Cuando Pasteur se dio cuenta de la posibilidad de la existencia de microorganismos, utilizó equipos especiales y abrió un horizonte infinito para la ciencia. Es inmensa la galería de los sabios observadores de los fenómenos de la naturaleza.
Los espíritus, que eran considerados los muertos, los dormidos o los separados, a partir de ese momento regresaron a la realidad del pensamiento y alteraron profundamente el comportamiento humano. Junto con ello también surgió la constatación de una vida futura y de cómo ésta continúa en relación a cada individuo, sin tener un orden fijo que estuviera establecido en la rigidez dogmática vigente en el pasado. Se ampliaron los paisajes del más allá y se alteraron las ideas con respecto a la justicia divina.
El hombre siembra y cosecha su destino al mismo tiempo, siempre pudiendo modificarlo según sus actos, jamás sometido por obligación a los caprichos de un infeliz determinismo. Es para ese objetivo que los médiums fueron llamados a abandonar los adornos falsos con los que fueron disfrazados a través de la historia, surgiendo así como personas comunes con personalidades humanas, sin las malas interpretaciones con las que en el pasado fueron tipificados en períodos en donde tuvieron un papel importante.
La mediumnidad siempre es una percepción moralmente neutra, y los efectos de su uso son compatibles con los valores éticos y morales de aquellos que la tienen. Eso sí, los médiums no son santos, apóstoles o misioneros, sino hombres que están sujetos a grandezas y miserias, así como ocurre con todos los demás individuos.
Conforme la mediumnidad se va volviendo común, aparecen un número mayor de médiums a cada día, pues ya no están bajo el yugo de la persecución, ni de la ignorancia castrante o del misterio por el desconocimiento de los fenómenos, con ello surgen nuevas fantasías y una fascinación alrededor de sus figuras, situación que merece un examen crítico, una observación cuidadosa y advertencias honestas.
La mediumnidad no es señal de santidad ni de divinidad. Apenas constituye un medio para entrar en contacto con las almas que vivieron en la Tierra, por ello los médiums son los más responsables, pues es por su intermedio que se posee la prueba de la sobrevivencia que llega a todos.
El respeto y la dedicación que los médiums impongan a su trabajo será lo que los acreditará para la estima y la admiración del prójimo, como suele suceder con cualquier persona que se dedica a la más oscura o importante actividad. Los mensajes que obtengan, así como sus consejos y comportamientos, merecen un análisis fraterno, con la finalidad de que no sean “ciegos conduciendo a otros ciegos”, que es a lo que se refiere el evangelio. Que traten de ejercer la mediumnidad, evitando la presunción de volverse portadores de misiones extraordinarias, especiales e infalibles.
El viaje humano es siempre susceptible de fracasos, de equivocaciones y de nuevos comienzos. Por otro lado, la mediumnidad aplicada al servicio del bien, se puede convertir para el portador, en un instrumento de luz, así como para todos aquellos que la buscan. Pero debemos tener presente que nunca se debe abdicar al derecho de la duda saludable y al cuidado con relación a las revelaciones sensacionalistas, así como de las opiniones precipitadas que se hacen en áreas que competen opinar a la ciencia y a sus estudiosos.
Pensando en los obstáculos y en las bendiciones que fluyen después de la vivencia mediúmnica y del comportamiento de los médiums, decidimos examinar algunas de estas facultades, así como a sus instrumentos, ya que en la actualidad tienen poca atención y mucha popularidad, igualmente lo hacemos pensando en la necesidad de llamar la atención hacia la doctrina espírita que está sobre cualquier concepto de revisionismo y de superación científica.

Vianna de Carvalho

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