viernes, 30 de enero de 2015

PECADO DE PENSAMIENTO

Oísteis que fué dicho a los antiguos: No adulterarás. - Pues yo os digo que todo aquél que pusiere los ojos en una mujer para codiciarla, ya cometió adulterio en su corazón con ella. (San Mateo, cap. V, v. 27 y 28). 
 La palabra adulterio no debe entenderse aquí en el sentido exclusivo de su propia acepción, sino en un sentido más general; Jesús la empleó muy a menudo por extensión para designar el mal, el pecado y cualquier mal pensamiento, como por ejemplo en este pasaje: "Y quien se afrentare de mí y de mis palabras en medio de esta generación "adúltera y pecadora"; el Hijo del hombre también se afrentará de él cuando viniere en la gloria de su Padre, acompañado de los santos ángeles". (San Lucas, cap. XI, v. de 37 a 40).
 E.S.E. Cap VIII Item 7
La verdadera pureza no está sólo en los actos, también está en el pensamiento, porque el que tiene el corazón puro, tampoco piensa en el mal; esto es lo que quiso decir Jesús. Condena el pecado hasta de pensamiento porque es una señal de impureza.
 Ese principio, naturalmente nos conduce a esta cuestión: "¿Sufre uno las consecuencias de un mal pensamiento que no se ha ejecutado?"
Debemos hacer una distinción importante. A medida que el alma, que está en el camino del mal, adelanta en la vida espiritual, se instruye y se despoja poco a poco de sus imperfecciones, según su mayor o menor voluntad, en virtud de su libre albedrío.
Todo mal pensamiento, es, pues, resultado de la imperfección del alma, pero según el deseo que ha concebido de puríficarse, ese mal pensamiento viene a ser aún para ella una ocasión de adelantamiento, porque lo rechaza con energía; ese indicio de una mancha que se esfuerza en borrar, si se presenta la ocasión de satisfacer un mal deseo, no cederá, y después que haya resistido, se sentirá más fuerte y alegre por su victoria.
La que, por el contrario, no ha tenido buenas resoluciones, busca la ocasión, y si no llega a cumplir el acto malo, no es por voluntad, sino porque le ha faltado ocasión, y de este modo, es tan culpable como si lo cometiera.
En resumen: en la persona que ni siquiera concibe el pensamiento del mal, el progreso se ha cumplido; en la que tiene este pensamiento, pero que lo rechaza, el progreso está en camino de cumplirse; en aquella, en fin, que tiene ese pensamiento y se complace en el mal, está en todo su vigor; en la una está hecho el trabajo, en la otra está por hacer; Dios, que es justo, toma en cuenta todos esos matices en la responsabilidad de los actos y de los pensamientos del hombre.

miércoles, 28 de enero de 2015

LLEVAR SU CRUZ

Llevar su cruz. - El que quisiera salvar su vida, la perderá


Bienaventurados seréis, cuando os aborrecieran los hombres y os
apartaren de sí, y os ultrajaren y desecharen vuestro nombre como malo por el
Hijo del hombre. - Gozáos en aquel día y regocijáos: porque vuestro galardón
grande es en el Cielo: porque de esta manera trataban a los profetas los padres de
ellos. (San Lucas, cap. VI, v. 22 y 23).


18. Y convocando al pueblo con sus discípulos, les dijo: si alguno quiere


seguirme niéguese a sí mismo: y tome su cruz, y sigame. - Porque el que quisiera
salvar su vida la perderá, mas el que perdiese su vida, por mí y por el Evangelio la
salvará. - Porque, ¿qué aprovechará al hombre si granjease todo el mundo y
pierde su alma? (San Marcos, cap. VIII, v. 34 a 36. - San Lucas, cap. IX, v. 23 a
25. - San Mateo, cap. X, v. 33. - San Juan, cap. XII, v. 24 y 25).


 
E.S.E. CAP XXIV Ítem  19

Regocijáos, dijo Jesús, cuando los hombres os aborrecerán y os perseguirán por mi causa, porque el cielo os recompensará. Estas palabras pueden traducirse de este modo: Sed felices cuando los hombres, por su mal querer hacia vosotros, os proporcionen la ocasión de probar la sinceridad de vuestra fe, porque el mal que oshacen se vuelve en provecho vuestro. Compadecedles, pues, por su ceguedad, y no les maldigáis.

Después añade: "Que el que quiera seguirme lleve su cruz"; es decir, que sobrelleve con
ánimo las tribulaciones que su fe le proporcionará; porque el que quisiera salvar su vida y
sus bienes renunciando a mí, perderá las ventajas del reino de los cielos, mientras que aquellos quelo habrán perdido todo en la tierra, y aun la vida por el triunfo de la verdad, recibirán en la vida futura el precio de su valor, de su perseverancia y de su abnegación; pero aquellos que sacrifican los bienes celestes a los goces terrestres, Dios dice: Vosotros habéis recibido ya vuestra recompensa.
 
 
 

viernes, 23 de enero de 2015

MODO DE ORAR

“Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para que los vean los hombres. En verdad os digo que ellos ya recibieron su recompensa. En cambio, cuando tú quieras orar, entra en tu aposento y, con la puerta cerrada, ora a tu Padre en secreto; y tu Padre, que ve lo que sucede en lo secreto, te recompensará.
”No os preocupéis por pedir mucho en vuestras oraciones, como hacen los paganos, que se imaginan que por sus muchas palabras serán atendidos. No os hagáis semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe lo que os hace falta, antes de que se lo pidáis.”
(San Mateo, 6:5 a 8.)

E.S.E. Cap XVII Item 22

Modo de Orar.
l primer deber de toda criatura humana, el primer acto que debe señalar su vuelta a la vida activa de cada día, es la oración. Casi todos vosotros oráis, pero ¡cuán pocos son los que saben hacerlo! ¡Qué importan al Señor las frases que pronunciáis mecánicamente, que habéis convertido en un hábito, en un deber que cumplís y que, como todo deber, os resulta una carga! La oración del cristiano, del espírita, cualquiera que sea su culto, debe ser realizada tan pronto como el Espíritu haya vuelto al yugo de la carne. Debe elevarse a los pies de la Majestad Divina con humildad, con profundidad, en un impulso de reconocimiento por todos los beneficios recibidos hasta ese día; por la noche que ha transcurrido, durante la cual se os permitió, aunque sin tener conciencia de ello, ir a ver a vuestros amigos, a vuestros guías, para absorber mediante el contacto con ellos más fuerza y perseverancia.
La oración debe elevarse humildemente hasta los pies del Señor, para confiarle vuestra debilidad, suplicarle amparo, indulgencia y misericordia. Debe ser profunda, porque vuestra alma debe elevarse hasta el Creador y transfigurarse como Jesús en el Tabor, de modo de llegar hasta Él pura y radiante de esperanza y de amor.
Vuestra oración debe contener el pedido de las gracias que os son necesarias, pero de las que necesitáis realmente. Inútil sería, por lo tanto, solicitar al Señor que abrevie vuestras pruebas y que os brinde goces y riquezas.
Rogadle que os conceda los bienes más preciosos de la existencia paciencia, la resignación y la fe. No aleguéis, como lo hacen muchos entre vosotros: “No vale la pena orar, porque Dios
no me escucha”. En la mayoría de los casos, ¿qué es lo que pedís a Dios? ¿Habéis pensado alguna vez en pedirle vuestro mejoramiento moral? ¡Oh! no, muy pocas veces.
Lo que preferentemente os acordáis de solicitarle es el éxito de vuestras empresas terrenales, y habéis exclamado a menudo: “Dios no se ocupa de nosotros. Si lo hiciera, no habría tantas injusticias”. ¡Insensatos! ¡Ingratos! Si descendieseis al fondo de vuestra conciencia, casi siempre hallaríais en vosotros mismos el origen de los males de que os quejáis. Pedid, pues, ante todo, vuestro mejoramiento, y veréis qué torrente de gracias y consuelos se derramará
sobre vosotros. 
Debéis orar sin cesar, sin que por eso os retiréis a vuestro oratorio u os pongáis de rodillas en las plazas públicas. La oración durante el transcurso del día consiste en el cumplimiento de vuestros deberes, de todos vuestros deberes, sin excepción, sea cual fuere su naturaleza. ¿Acaso no realizáis un acto de amor al Señor cuando asistís a vuestros hermanos en alguna necesidad, tanto moral como física? ¿No practicáis un acto de reconocimiento al elevar a Él
vuestro pensamiento cuando sois felices, cuando os salváis de un accidente, incluso cuando una simple contrariedad apenas roza vuestra alma, si decís con el pensamiento:
¡Bendito seas, Padre mío!? ¿No es un acto de contrición el hecho de que os humilléis ante el Juez Supremo cuando sentís que habéis cometido una falta, aunque sólo sea
mediante un pensamiento fugaz, para decirle: Perdóname, Dios mío, porque he pecado (por orgullo, por egoísmo o por falta de caridad). Dame fuerzas para que no vuelva a equivocarme
y el valor necesario para reparar mi falta?
Eso es independiente de las oraciones regulares de la mañana y de la noche, y de las de los días consagrados.
Como veis, la oración puede realizarse a cada instante, sin interrumpir en lo más mínimo vuestras actividades. Por el contrario, en ese caso la oración las santifica. Creed que
uno solo de esos pensamientos, si brota del corazón, es más escuchado por vuestro Padre Celestial que esas largas oraciones dichas por costumbre, a menudo sin un motivo determinado, a las cuales sois convocados automáticamente a una hora convenida.
 (V. Monod. Burdeos, 1868.)

jueves, 22 de enero de 2015

MATEO 5: 17-18 "NO HE VENIDO A DEROGAR LA LEY SINO A CUMPLIRLA".

“No penséis que he venido a derogar la ley o los profetas:
no he venido a derogarlos, sino a darles cumplimiento. Porque en
verdad os digo que el cielo y la tierra no pasarán sin que todo lo que
está en la ley se haya cumplido perfectamente, y mientras quede
una sola jota y un solo punto.” (San Mateo, 5: 17 y 18.)

E.S.E. CAP I Item 5-7
El espiritismo es la ciencia nueva que viene a revelar a los hombres, con pruebas irrecusables, la existencia y la naturaleza del mundo espiritual, así como sus relaciones
con el mundo corporal. 

No he venido a derogar la ley como algo sobrenatural, sino, por el contrario, como una
de las fuerzas vivas y que incesantemente obran en la naturaleza, como el origen de una multitud de fenómenos incomprensibles hasta ahora y relegados, por esa razón, al dominio de lo fantástico y lo maravilloso. A esas relaciones Cristo hace alusión en diferentes circunstancias, y por eso muchas de las cosas que dijo son todavía ininteligibles o han sido falsamente interpretadas. El espiritismo es la clave con cuya ayuda todo se explica fácilmente.

La ley del Antiguo Testamento está personificada en Moisés; la del Nuevo Testamento está personificada en Cristo. El espiritismo es la tercera revelación de la ley de Dios, pero no está personificado en ningún individuo, porque es producto de la enseñanza impartida, no por un
hombre, sino por los Espíritus, que son las voces del Cielo, en todos los lugares de la Tierra y a través de una multitud innumerable de intermediarios. El espiritismo es, en cierto modo, un ser colectivo que comprende el conjunto de los seres del mundo espiritual, cada uno de los cuales trae a los hombres el tributo de sus luces para hacerles conocer ese mundo y la suerte que en él les espera.

 Así como Cristo dijo: “No vengo a derogar la ley, sino a cumplirla”, el espiritismo dice también: “No vengo a derogar la ley cristiana, sino a cumplirla”. No enseña nada contrario a lo que Cristo enseñó, pero desarrolla, completa y explica, en términos claros para todo el mundo, lo que sólo se dijo con una forma alegórica. El espiritismo viene a cumplir, en los tiempos predichos, lo que Cristo anunció, y a preparar el cumplimiento de las cosas futuras. Por consiguiente, es la obra de Cristo, que Él mismo preside, así como preside lo que también anunció: la regeneración que se opera y que prepara el reino de Dios en la Tierra.

¿EXISTE DIOS?

Hay quien pregunta si existe Dios. Pues la Creación dice que ¡Sí! Y cada escuela lo define a su manera.
La Teología pinta un Dios pequeño al alcance de la idea del hombre, y el racionalismo, en cambio, dice que Dios es el alma de la Creación, que no se le puede definir, que sólo la ciencia podrá comprender algo de la divina causa.
El Universo no tiene principio ni fin conocido por el Espíritu, porque el principio y el fin es el Dios mismo.
Los espiritistas creemos que el Espíritu es como un libro blanco cuando Dios lo crea, y el progreso es el encargado de escribir sus páginas.
Dios ha creado los mundos del trabajo, no los mundos del dolor.
El Espíritu es puro en su origen, porque Dios no puede hacer nada imperfecto, y
si este Espíritu al ser creado fuese a habitar en los mundos de luz:
¡Dónde la vida es una sonrisa!
¡Dónde la penalidad no se conoce!
¡Dónde el organismo está libre de dolencias, y el alma de remordimientos!
¡Dónde la inteligencia del Espíritu abarca con una mirada todo cuanto se pueda
saber en millones de existencias!
Si el alma al ser creada la dejasen en ese edén, ¿Qué mérito tendría la virtud?
¿Qué valor tendría su talento si el amor y la ciencia alfombraran su camino de flores, como
en los cuentos de hadas? ¿Que vida sería la de estos seres sin haber conocido el dolor?.
¡Sin saber lo que vale una lágrima, no se sabe apreciar una sonrisa!
¿Cómo vivirían estas generaciones sin haber experimentado una contrariedad en esa contemplación seráfica sin recuerdos y sin aspiraciones?
¡La vida sin deseo dejaría de ser vida! ¡Vivir sin ansiedad no es vivir! Porque el tiempo es la ansiedad de los siglos, que siempre corre buscando un más allá.
La vida de perfecta satisfacción es pobre, ¡Falta en ella la lógica!, ¡El incentivo del trabajo!, ¡El deseo de lo desconocido!, ¡La sed de la ciencia!, ¡La sed del infinito!.
El Espíritu no ha nacido para la contemplación estática, ha recibido la inteligencia para utilizarla, para que le sirva de intermediaria entre Dios y él, por esto, los espiritistas creemos muy posible que el alma entró en la lucha de la vida semejante al niño (en su inocencia), con completa libertad de acción y rudimentaria inteligencia, el niño de la Tierra tiene una vida en sus primeros años apropiada a sus conocimientos y al desarrollo de sus fuerzas; pero como en el hombre hay un principio de origen divino, porque su Espíritu es un átomo luminoso desprendido de la aureola de Dios, el hombre lleva en sí el germen del progreso, y no necesita más que la varita mágica del trabajo le ayude en su empresa, y antes que todo, adquirir cierta sensibilidad, que hace sentir el hambre, la sed, el frío y el calor, y tener necesidad de otro ser para compartir las horas de su vida, y en este lento desarrollo, el alma, educada por ella misma, va mejorando la condición de su existencia y engrandece su esfera de acción, y el ser humano llegó a ser un hombre civilizado comprendiendo la belleza de la Creación. En este supuesto no es ningún absurdo creer que al dejar su envoltura, y al encontrarse frente a frente consigo mismo pida nueva luz para iluminar su camino y mundos mejores para colonizarlos.
La vida así tiene un objeto racional, tiene una tendencia a la perfección. Tiene un desarrollo que guarda armonía con las leyes de la Creación porque los árboles primero se cubren de hojas, después de flores, y por último dan el fruto, y todo tiene su tiempo fijo y su periodo determinado. ¿Por qué no ha de tenerlo el progreso del Espíritu? ¿Por qué éste ha de vivir sin el progreso del trabajo?
La misma naturaleza nos enseña que el trabajo es la ley de la vida, que todo tiene su desenvolvimiento laborioso; por lo tanto, creemos los espiritistas que su progreso ha sido obra de siglos.
Nosotros no estamos por la teoría de la gracia; somos partidarios de la teoría de
la justicia. Creemos que lo que no se gana no se obtiene, y encontramos más razonable el
trabajo incesante del Espíritu que la perfección del alma con un goce sin recuerdos; y además que la vida misma, y las diversas aptitudes intelectuales que vemos en los hombres, los genios precoces, las inteligencias gigantes que de vez en cuando aparecen como fugaces
meteoros, todo demuestra que el alma viene de muy lejos, que no ha comenzado a vivir
ahora, y por último, la comunicación de los espíritus ha venido a decirnos el porqué somos
libres pensadores, y es que las generaciones del siglo XIX se compone en su mayor parte
de los reformadores de pasados siglos.
Los herejes de ayer somos los racionalistas de hoy, y encontramos por medio de
la comunicación ultra-terrena una ley de continuidad. Así el Espiritismo tendrá sus escollos
porque es una escuela que no ha sido bien estudiada, y de la cual podrán apoderarse
algunos pobres charlatanes. ¡De que no se apodera la vulgaridad!.
Pero comentada y analizada como debe analizarse, se encuentra en ella la lógica, la razón y la verdad.
Observamos que cierto número de Panteístas admiten que el alma, tomada al nacer de el todo universal, conserva su individualidad durante un tiempo indefinido y que vuelve a la masa después de haber llegado a los últimos grados de perfección. Las consecuencias de esta creencia de la doctrina Panteísta propiamente dicha; resulta perfectamente inútil tomarse el trabajo de adquirir algunos conocimientos, cuya conciencia ha de perderse después de un tiempo relativamente corto; si el alma se resiste generalmente a admitir semejante concepción, cuánto mayor no sería su pena pensando que en el momento en que llegase al conocimiento y a la perfección suprema, sería el que fuese condenado a perder el fruto de todos sus trabajos, perdiendo su individualidad.
Pasamos a la doctrina dogmática: El alma independiente de la materia es creada según ella al nacimiento de cada ser, sobrevive y conserva su individualidad después de la muerte; desde este momento, su suerte queda irrevocablemente fijada, sus progresos ulteriores son nulos y por consecuencia intelectual y moralmente es para toda la eternidad lo que era durante la vida; siendo los malos condenados a castigos irremisibles en el infinito, resulta que el arrepentimiento les es completamente inútil, pareciendo que Dios se niega a concederles la posibilidad de reparar el mal que han hecho. Los buenos son recompensados por la visión y contemplación perpetua de Dios en el cielo. La creación de ángeles o almas privilegiadas exentas de todo trabajo para llegar a la perfección, no tiene ningún sentido. Esta doctrina deja sin solución los graves problemas siguientes: ¿De dónde proceden las disposiciones innatas, intelectuales y morales que hacen que los hombres nazcan buenos o malos, inteligentes o idiotas?
¿Cuál es la suerte de los niños que mueren en edad temprana? ¿Por qué entran en la bienaventuranza sin aquel trabajo a que están sujetos otros durante largos años? ¿Por qué son recompensados sin haber podido hacer el bien, o privados de perfecta dicha sin haber hecho el mal? ¿Cuál es la suerte de los cretinos y de los idiotas que no tienen conciencia de sus actos? ¿Cómo se justifican las miserias y las enfermedades nativas no siendo resultado de la vida presente? ¿Cuál es la suerte de los salvajes y de todos los que
forzosamente mueren en el estado de inferioridad moral en que se hayan colocados por la
misma naturaleza, sino les es dado a progresar ulteriormente? ¿Por qué ha de crear Dios
almas más favorecidas unas que otras? ¿Por qué llama a sí prematuramente a los que hubieran podido mejorarse si hubieran vivido más, supuesto que no les es permitido progresar después de la muerte? ¿Por qué ha de crear Dios ángeles, llegados sin trabajo
alguno a la perfección, mientras que otras criaturas están sometidas a las más duras
pruebas, en las que tienen más probabilidades de sucumbir que de salir victoriosas? Etc.La DOCTRINA ESPIRITA esclarece que:
 El principio inteligente es independiente de la materia; el alma individual preexiste y sobrevive al cuerpo. Todas las almas son creadas sencillas e ignorantes y están sometidas al progreso indefinido. No hay criaturas privilegiadas ni más favorecidas unas que otras; los ángeles son seres que han llegado a la perfección después de haber pasado como las otras criaturas, por todos los grados inferiores. Las almas o espíritus progresan más rápidamente en virtud de su libre albedrío mediante el trabajo y su buena voluntad. La vida espiritual es la normal; la vida corporal es una fase temporal de la vida del Espíritu, durante la cual reviste momentáneamente una envoltura material de la que se despoja al morir.
El Espíritu progresa en estado corporal y en estado espiritual. El corporal es necesario al Espíritu hasta que ha alcanzado cierto grado de perfección; en él se desarrolla por el trabajo al que le obligan sus propias necesidades y adquiere conocimientos prácticos especiales. Siéndole insuficiente una sola existencia corporal para adquirir todas las perfecciones, vuelve a tomar un cuerpo tan a menudo como le es necesario y vuelve cada vez con el progreso alcanzado en las existencias anteriores y en la vida espiritual. Cuando ha adquirido en un mundo todo lo que en él puede, la caridad pasa a ser guía de otros seres necesitados, o bien ir a otros más adelantados moral e intelectualmente menos materiales y así sucesivamente hasta la perfección de que es susceptible la criatura.
El estado feliz o desgraciado de los espíritus es inherente a su estado moral, el castigo es consecuencia de su perseverancia en el mal, en él se castigan por sí mismos; pero nunca les es cerrada la puerta del arrepentimiento, y pueden queriéndolo, entrar nuevamente en el camino del bien y llegar con el tiempo a todos los progresos.
Los niños que mueren en edad temprana pueden estar más o menos adelantados porque han vivido ya anteriores existencias en las que han podido hacer el bien o cometer malas acciones. La muerte no les libra de las pruebas que han de sufrir, y en tiempo oportuno dan comienzo a una nueva existencia en la Tierra o en mundos superiores, según su grado de elevación.
El alma de los cretinos e idiotas es de la misma naturaleza que las de los otros encarnados; a menudo es superior su inteligencia, y la insuficiencia de medios en que se haya para entrar en relación con sus compañeros de existencias les hace sufrir como a los mudos el no poder hablar. Los cretinos abusaron de su inteligencia en anteriores existencias y para expiar el mal que cometieron han aceptado voluntariamente el verse reducidos a la impotencia.
Ahora preguntamos nosotros: ¿Cuál de estas tres doctrinas es más lógica?
El Panteísmo, perdiéndose nuestra individualidad en todo el infinito. El dogma religioso con su vida microscópica, que para cuatro segundos de existencia, tiene un eterno castigo o una perpetua bienaventuranza. O el Espiritismo con su vida indefinida, con su eterno progreso, pudiendo cada Espíritu formarse su porvenir porque tiene ante sí la eternidad ¿Qué es más consolador? Decirle al hombre ¡Trabaja y espera! O negarle al pecador toda esperanza.
Creemos en un solo Dios, inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas,infinito, incomprensible en su esencia, inmutable, inmaterial, Omnipotente, soberanamente justo, bueno y misericordioso.
Creemos que Dios ha impuesto a la Creación una ley inalterable: El Bien.
Creemos que se debe adorar a Dios amando y practicando el bien, y para ello no hay necesidad de templos ni de sacerdotes, siendo su mejor altar el corazón del ser virtuoso, y su mejor culto una moralidad intachable.

Dios no exige que el hombre profese determinada religión, sino que sea humilde y sobre todo que ame a su prójimo como así mismo.
Creemos en la existencia del alma o Espíritu, ser inmaterial, inteligente, libre de sus acciones y estrictamente responsable de ellas ante Dios; en la inmortalidad del alma; que cada Espíritu es premiado o corregido según sus obras; que las penas nunca son eternas; y que Dios acoge siempre bondadosamente al Espíritu que se arrepiente apartándose del camino del mal; que en el Espacio hay infinidad de mundos habitados por seres pensadores, sometidos como nosotros a la ley del progreso infinito que conduce a Dios.
Creemos que el Espíritu antes de alcanzar la bondad eterna, puede elevarse o detenerse en jerarquía según su albedrío, pero no puede retroceder ni sufrir una retrocreación, es decir, no puede transformarse su esencia en otra inferior.
Por último, el Espiritismo como ciencia consagrada a los transcendentales estudios de la verdad suprema, está llamado a regenerar el mundo, inculcando en el corazón de los hombres las sublimes verdades que enseña, mientras la ciencia y la razón no pronuncien otro credo religioso más en armonía con la grandeza de Dios; en tanto llegue ese día, seremos cristianos - espiritistas y racionalistas, veremos en Dios la causa primera, en la ciencia su eterna manifestación, y en la razón humana la síntesis del progreso universal. Así que el cumplimiento de la ley es la caridad; y teniendo este conocimiento, es ya hora de levantarse del sueño.
La noche ha pasado y ha llegado el día: echemos, pues, las obras de las tinieblas y vistámonos las armas de la luz. Estas son las armas que quiere usar el Espiritismo: la mansedumbre, la caridad y la ciencia: tres palabras distintas y un solo pensamiento: amar a
Dios Creador del Universo, que comprende todos los seres animados e inanimados, materiales e inmateriales.
Los seres materiales constituyen el mundo visible o corporal, y los inmateriales el invisible o espiritista, es decir, el de los espíritus, cuya destrucción a consecuencia de la muerte, los constituye nuevamente en libertad.
El hombre tiene dos naturalezas: por el cuerpo, participa de la naturaleza de los animales cuyos instintos tiene, y por el alma, participa de la naturaleza de los espíritus.
El lazo o periespíritu que une el cuerpo y el Espíritu es una especie de envoltura
semi-material. La muerte es la destrucción de la envoltura más grosera; pero el Espíritu conserva la segunda que le constituye un cuerpo etéreo, invisible para nosotros en estado
normal y que puede hacer visible accidentalmente, y hasta tangible, como sucede en el
fenómeno de las apariciones.
Así pues, el Espíritu no es un ser abstracto e indefinido que solo puede concebir el pensamiento, sino un ser real que es apreciable en ciertos casos por los sentidos de la vista, del oído y del tacto.
No pertenecen perpetuamente al mismo orden, sino que todos se perfeccionan pasando por los diferentes grados de jerarquía Espirita. Este perfeccionamiento se realiza por medio de la reencarnación, impuesta como expiación a unos y como misión a otros. La vida material es una prueba que deben sufrir repetidas veces hasta que alcanzan la perfección absoluta, una especie de depuratorio del que salen más o menos purificados.
Al abandonar el cuerpo, el alma vuelve al mundo de los espíritus, de donde había salido, para tomar una nueva existencia material, después de un espacio de tiempo más o
menos prolongado, durante el cual se encuentran en estado de Espíritu errante.
Los espíritus encarnan siempre en la especie humana, y sería erróneo creer que el alma o Espíritu pueda encarnarse en el cuerpo de un animal.
El alma era individual antes de la encarnación y continúa siéndolo después de separarse del cuerpo.
A su vuelta del mundo de los espíritus, el alma encuentra en él a todos los que conoció en la Tierra, y todas sus existencias anteriores se presentan a su memoria con el recuerdo de todo el bien y de todo el mal que ha hecho.
Los espíritus encarnados pueblan los diferentes globos del Universo.
Los espíritus desencarnados no ocupan una región determinada y circunscrita, sino que están en todas partes, en el Espacio y a nuestro lado, viéndonos y codeándose incesantemente con nosotros. Forman una población invisible que se agita a nuestro alrededor.
Los espíritus ejercen en el mundo moral y hasta en el físico una acción incesante;
obran sobre la materia y el pensamiento, y constituyen uno de los poderes de la naturaleza,
causa eficiente de una multitud de fenómenos inexplicados o mal explicados hasta ahora, y
que solo en el Espiritismo encuentran solución racional.
Las relaciones de los espíritus con los hombres son constantes, los espíritus
buenos nos excitan al bien, nos fortalecen en las pruebas de la vida y nos ayudan a
sobrellevarlas con valor y resignación. Los espíritus malos nos excitan al mal y les es
placentero vernos sucumbir y equipararnos a ellos.
Las comunicaciones de los espíritus con los hombres son ocultas u ostensibles.
Tienen lugar las comunicaciones ocultas por medio de la buena o mala influencia que ejercen en nosotros sin que lo conozcamos. A nuestro juicio toca distinguir las buenas de
las malas inspiraciones. Las comunicaciones ostensibles se verifican por medio de la escritura, de la palabra o de otras manifestaciones materiales, y la mayor parte de las veces
por mediación de los médiums que sirven de instrumento a los espíritus.
La moral de los espíritus superiores se resume como la de Cristo en esta máxima evangélica: hacer con los otros lo que quisiéramos que a nosotros se nos hiciese, es decir, hacer el bien y no el mal. En este principio encuentra el hombre la regla universal de conducta para sus más insignificantes acciones.
Nos enseñan también que no hay faltas irremisibles que no puedan ser borradas por la expiación. El medio de conseguirlo lo encuentra el hombre en las diferentes existencias que le permiten avanzar según sus deseos y esfuerzos, en el camino del progreso y hacia la perfección que es su objeto final.
Todo vive en la Creación sin cesar un segundo de relacionarse cuantos elementos germinan en ella, unos con otros, cual plantas trepadoras, los acontecimientos se enlazan los más pequeños a los más grandes, y todo desempeña su cometido, desde el microscópico infusorio hasta el pontífice de nuestro sistema planetario, el planeta Saturno.
¡Cuanto más consolador es lo que dice Kardec! Que los espíritus viven con nosotros tomando parte en nuestras alegrías y en nuestras tristezas; nos animan, nos inspiran, y nuestras simpatías y nuestros amores se perpetúan por una eternidad; y así ningún trabajo queda incompleto, pues lo que hoy se interrumpe por la crisis de la muerte, mañana se continua en otras existencias.
El Espiritismo llena la gran necesidad que tiene el hombre de vivir siempre, y su creencia le hace falta para conformarse con esta vida, al parecer efímera, y lástima es que el antagonismo de sectas la revistan con el ropaje del ridículo, ¿Y todo por qué? Porque decimos que Dios es grande, que es misericordioso, y que no puede condenar a sus hijos
eternamente, y demostrarnos con hechos que la ciencia conocida es una parte infinitesimal
del gran todo de la ciencia que rige las leyes universales.
Antigua manía es la de negar lo que se ve claramente, o lo que nuestra limitada inteligencia no comprende, y luego los hechos han demostrado que la creencia más combatida ha sido la más cierta.
Léanse las obras de Kardec, léanse los volúmenes escritos por Flammarión, por Pezzani, por Torres - Salanot, por Amigó y tantas y tantas obras que se han escrito sobre Espiritismo, estúdiense bien su tendencia sin prevención y verá todo el que quiere ver que el Espiritismo es el racionalismo religioso que busca el porqué del porqué; que no se contenta con ver morir a un genio, tributarle honores y levantarle estatuas que el tiempo destruirá mañana.
Quiere algo más duradero, más real, más positivo, más lógico, más en armonía con la misericordia y la grandeza de Dios, y por esto exclama:
¡Todo se disgrega en la tumba!
¡Todo muere al morir el hombre!
¡Nada queda de su virtud y su ciencia!
¡Es acaso la vida fragmento de una historia sin prólogo ni epílogo!
¿Y este noble deseo, esta santa aspiración, esta sed de inmortalidad puede ser nociva al progreso de los pueblos porque muchos espiritistas no se contentan con las fábulas de la religión?. El que tal crea carece de sentido común.
Creemos que lo que no está basado en la moral más pura, no tiene razón de ser, y toda la sabiduría es letra muerta si los sabios no consiguen mejorar las costumbres de los pueblos.
De nada sirven las academias y los ateneos si antes no se crean escuelas de instrucción gratuitas y obligatorias; para que las masas populares se instruyan y se moralicen.
El Espiritismo quiere la reforma social, y no pretende levantar la gran fábrica del adelanto comenzando por hacer la veleta de la torre; quiere principiar por los cimientos, por esto anticipa la moral a la sabiduría, porque donde no hay moralidad no hay verdadero progreso.
El hombre que no sabe mejorar sus costumbres no podrá nunca mejorar la sociedad, y el Espiritismo no quiere una vida artificial, quiere la realidad del bien.
La humanidad de la Tierra en sentido intelectual adelanta fabulosamente y en el orden moral (si bien no está al mismo nivel), con todo, ¡Cuán distinto es el hombre de hoy del hombre de ayer!. Preguntemos al pasado, y legiones de mártires se levantarán de sus tumbas para decirnos que ayer en el mundo sólo imperaban los poderes, la guerra como razón y el fanatismo como ley, la fuerza bruta para el cuerpo y la fuerza bruta para el alma.
Hoy si bien no ha concluido la guerra, tiene sus intervalos, esto es innegable; hoy los hombres discuten y a veces se entienden; y en cuanto a las creencias religiosas pasó el horror del absolutismo.
¡Cuán bien dice San Pablo! La caridad es la primera de todas las virtudes, y el Espiritismo tan combatido, tan ridiculizado sólo aspira a que se amen unos a otros.
¿No deben atribuirse a la falta de toda creencia el relajamiento de los lazos de familia, y de la mayor parte de los desórdenes que minan la sociedad?.
Demostrando la existencia y la inmortalidad del alma, el Espiritismo reanima la fe del porvenir, alienta los ánimos abatidos, y hace que se soporten con resignación las vicisitudes de la vida.
Dos doctrinas se encuentran frente a frente: la una niega el porvenir, la otra lo proclama y lo prueba; lo mismo se dirige a la razón; la primera se limita a señalar el presente y anonada t porvenir.
El progreso de la humanidad tiene su principio en la aplicación de la ley de la justicia, de amor y de caridad, y esta ley está fundada en la certeza del porvenir. Quitad esta certeza, y quitaréis su piedra fundamental. De semejante ley derivan todas las otras porque
ella contiene todas las condiciones de la felicidad del hombre. Sólo ella puede curar las
plagas de la sociedad, el hombre puede juzgar comparando las edades y los pueblos,
¡Cuanto mejoran su condición a medida que esa ley se comprende y practica mejor!. Si una
aplicación parcial e incompleta produce un bien real, ¡Qué no será cuando ella venga a ser
la base de todas las instituciones sociales! ¿Pero, es esto posible? ¡Sí!; puesto que si ha dado diez pasos, puede dar veinte y así sucesivamente. Puede pues, juzgarse el porvenir por el presente. Ya estamos viendo extinguirse poco a poco las antipatías de pueblo a pueblo; los
valladares que los separaban caen ante la civilización; se dan la mano de un extremo a otro
del mundo; mayor justicia preside a las leyes Internacionales; las guerras son menos frecuentes, y no excluyen los sentimientos humanitarios, se establece uniformidad en las relaciones, las distinciones de razas y castas van desapareciendo, y los hombres de distintas
creencias acallan las supersticiones de las sectas, para confundirse en la adoración de un
solo Dios.
Por medio del Espiritismo la humanidad ha de entrar en una nueva fase, en la del progreso moral, consecuencia inevitable de aquél. La rapidez con que se propagan las ideas espiritistas se debe a la satisfacción que ocasiona a todos los que las profundizan, y que ven
en ellas algo más que un fútil pensamiento. Y como ante todo deseamos la felicidad, no es
de extrañar que nos adherimos a una idea que hace feliz.
Es muy cierto, si alguna felicidad positiva existe en el mundo, sólo la creencia espirita puede proporcionarla. Ella nos dice que separarse del cristianismo es separarse de la justicia, que las religiones nada son por si solas si la pureza de sus hechos no demuestran fielmente la grandeza de sus teorías.
El Espiritismo es el editor universal que viene publicando la historia de los siglos; estudiemos en esa obra en cuyas páginas hemos leído algunos pensamientos que nos han hecho meditar profundamente, he aquí dos de ellos: en la Tierra es muy fácil creerse sabio, pero es muy difícil el serlo. Es muy fácil seguir una idea por aprovechamiento propio, pero es muy difícil encontrar sabios que la defiendan cuando la idea entra en el periodo de las complicaciones sociales.
¡Qué profunda verdad! Muchos hombres notables creen en el Espiritismo, muchos sabios dicen confidencialmente a sus amigos que la comunicación de los espíritus es un hecho; pero... enmudecen... esperando tiempos mejores.
¡Y quién mejora los tiempos sino los hombres! La naturaleza nos dará nieves en el invierno, flores en la primavera, frutos en estío y en el otoño, pero nada más y el hombre es el que ha de trabajar para mejorar las condiciones sociales, vivir en una atmósfera purificada por la civilización y en un terreno saneado por la fraternidad universal.
¿Y cómo se consigue esto?. Buscando la luz del progreso y sembrando la semilla del amor.
Seamos sabios para admirar la grandeza del Eterno.
Seamos buenos para glorificarle con nuestras obras.
No olvidemos nunca estos tres grandes principios:
¡La sabiduría absoluta sólo el Omnipotente la posee!
¡El progreso es el hábito de la Divinidad!
¡La caridad es el idioma de Dios!

Amalia Domingo Soler-

martes, 20 de enero de 2015

TE AFLIGES

 “Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán
consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de
justicia, porque ello serán saciados. Bienaventurados los que
padecen persecuciones por la justicia, porque de ellos es el reino de
los Cielos.” (San Mateo, 5:5, 6 y 10.)

 “Bienaventurados vosotros, los que sois pobres, porque
vuestro es el reino de los Cielos. Bienaventurados vosotros, los que
tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Felices vosotros, los
que lloráis ahora, porque reiréis. (San Lucas, 6:20 y 21.)
”Mas ¡ay de vosotros, los ricos!, porque tenéis vuestro
consuelo en el mundo. ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados!,
porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que reís ahora!, porque
gemiréis y lloraréis.” (San Lucas, 6:24 y 25.)



 TE AFLIGES por la cercania del pariente poco simpatico. 
Te olvidas, no obstante, de aquellos que deambulan sin rumbo.

TE AFLIGES por un leve dolor de cabeza al que el remedio alivia.
Te olvidas, aun asi , de los que son portadores de la prueba de locura tras las rejas de un manicomio.

TE AFLIGES por perder el bus en el momento apropiado.
Te olvidas , entre tanto, de los que yacen retenidos en camastros  de sufrimiento y anhelan el consuelo de arrastrarse al menos.

TE AFLIGES por el error reparable de la costurera en las prendas de vestir que le encargaste.
Te olvidas , sin embargo, de aquellos cuya piel ha sido invadida por llagas y no se quejan.

TE AFLIGES por las travesuras de tu pequeño hijo desordenado.
Te olvidas , sin embargo de las criaturas perdidas que viven en la intemperie.

TE AFLIGES por insignificantes deberes en el ambiente domestico.
Te olvidas, por consiguiente, de los que lloran a solas en los lechos de los hospitales.

TE AFLIGES tantas veces por insignificancias o bagatelas...
Mira,entre tanto , hacia atras, y cuando identifiques las aflicciones de los otros, agradeceras al SEÑOR tu propia felicidad que no conseguías apreciar.

Emmanuel.


E.S. E.CAP V Item 3
Justicia de las aflicciones
 Las compensaciones que Jesús promete a los afligidos de la Tierra sólo pueden tener lugar en la vida futura. Sin la certeza del porvenir, esas máximas serían absurdas; más aún, serían un engaño. Incluso con esa certeza, difícilmente comprendemos la utilidad de sufrir
para ser felices. Se dice que así sucede para conseguir más mérito. Pero en ese caso nos preguntamos: ¿por qué algunos sufren más que otros? ¿Por qué algunos nacen en la miseria y otros en la opulencia, sin que hayan hecho nada que justifique esa situación? ¿Por qué a algunos nada les sale bien, mientras que a otros todo parece sonreírles? Sin
embargo, lo que se comprende menos aún es ver los bienes y los males tan desigualmente distribuidos entre el vicio y la virtud; así como ver que los hombres virtuosos sufren
al lado de los malos que prosperan. La fe en el porvenir puede consolar y aportar paciencia, pero no explica esas anomalías que en apariencia desmienten la justicia de Dios.
No obstante, siempre que se admita la existencia de Dios, no es posible concebirlo sin la infinitud de las perfecciones. Dios debe ser todo poder, todo justicia, todo
bondad, pues sin eso no sería Dios. Ahora bien, si Dios es soberanamente bueno y justo, no puede obrar por capricho ni con parcialidad. Las vicisitudes de la vida tienen, pues, una causa, y puesto que Dios es justo, esa causa debe ser justa. Esto es lo que todos debemos asimilar correctamente.
Dios orientó a los hombres hacia el descubrimiento de esa causa mediante las enseñanzas de Jesús, y en la actualidad, al juzgar que se hallan suficientemente maduros para comprenderla, la revela por completo a través del espiritismo, es decir, mediante la voz de los Espíritus








lunes, 19 de enero de 2015

NO PENSEIS QUE HE VENIDO A ABROGAR LA LEY O LOS PROFETAS

No penséis que he venido a abrogar la ley o los profetas: no he venido a
abrogarlos, sino a darles cumplimiento; porque en verdad os digo, que hasta que
pase el cielo y la tierra, no pasará de la ley ni un punto, ni un tilde, sin que todo
sea cumplido. (San Mateo, cap. V, v. 17 y 18).
E.S.E Cap II Ítem 11


San Agustín es uno de los más grandes propagadores del Espiritismo; se


manifiesta casi en todas partes, y la razón de ello está en la vida de este gran filósofo

cristiano. Pertenece a aquella vigorosa falange de Padres de la Iglesia a los cuales la

cristiandad debe sus más sólidos apoyos. Como muchos, fué arrebatado al paganismo,

mejor dicho, a la más profunda impiedad, por el resplandor de la verdad. Cuando en

medio de sus desvíos sintió en su alma esta vibración extraña que le hizo volver en sí

mismo y comprender que la felicidad estaba en otra parte y no en los placeres embriagadores

y fugitivos; cuando, en fin, marchando por el camino de Damasco, oyó

también la voz santa que le gritaba; Saul, Saul, ¿por qué me persigues?, exclamó: ¡Dios

mío! ¡Dios mío! perdóname, creo, ¡soy cristiano!; y desde entonces fué uno de los más

firmes defensores del Evangelio. Se pueden leer en las notables confesiones que nos dejó este

espíritu eminente, las palabras características y proféticas al mismo tiempo, que

pronunció después de haber perdido a santa Mónica: "Estoy convencido de que mi

madre volverá a visitarme y a darme consejos, revelándome lo que nos espera en la vida

futura". ¡Qué enseñanza en estas palabras, y que resplandeciente previsión de la futura

doctrina! Por esto hoy día, viendo llegada la hora para divulgar la verdad que en otro

tiempo presintió, se ha hecho su ardiente propagador y se multiplica, por decirlo así,

para acudir a todos los que le llaman. (Erasto, discípulo de San Pablo. París, 1863).

 
Nota. - ¿Acaso San Agustín viene a echar abajo aquello que edificó?



Seguramente que no; pero como tantos otros, ve con los ojos del espíritu lo que no veía


como hombre; su alma desprendida entrevé nuevas claridades y comprende lo que no

comprendía antes; nuevas ideas le han revelado el verdadero sentido de ciertas palabras;

en la tierra juzgaba las cosas según los conocimientos que poseía, pero luego que se

hizo para él una nueva luz, pudo juzgarlos más sanamente; así es que ha reformado su

creencia respecto a los espíritus íncubos y síncubos y sobre el anatema que lanzó contra

la teoría de los antípodas. Ahora que el cristianismo se le presenta en toda su pureza,

puede pensar sobre ciertos puntos de otro modo que cuando vivía, sin dejar de ser el

apóstol cristiano y sin renegar de su fe, puede hacerse propagador del Espiritismo,

porque ve en él el cumplimiento de las cosas predichas; proclamándolo hoy, no hace

otra cosa que conducirnos a una interpretación más sana y más lógica que los textos. Lo


mismo sucede con otros espíritus que se encuentran en una posición análoga.


miércoles, 14 de enero de 2015

LA ERA NUEVA

“No penséis que he venido a derogar la ley o los profetas no he venido a derogarlos, sino a darles cumplimiento. Porque en verdad os digo que el cielo y la tierra no pasarán sin que todo lo que
está en la ley se haya cumplido perfectamente, y mientras quede una sola jota y un solo punto.
 
 
(San Mateo, 5: 17 y 18.)

 
La era nueva
 
Dios es único, y Moisés es el Espíritu que Dios envió en misión para darlo a conocer, no sólo a los hebreos, sino también a los pueblos paganos. El pueblo hebreo fue el
instrumento del que Dios se valió para hacer su revelación a través de Moisés y los profetas, y las vicisitudes de ese pueblo tenían el propósito de impresionar la vista de los
ombres y rasgar el velo que les ocultaba a la Divinidad.

 
Los mandamientos que Dios comunicó por intermediode Moisés contienen el germen de la más amplia moral cristiana. Sin embargo, los comentarios de la Biblia restringían su sentido, porque si esa moral se hubiese practicado en toda su pureza, no habría sido comprendida.

Con todo, los diez mandamientos de Dios no dejaron por ello de ser su brillante frontispicio, como un faro destinado a iluminar el camino que la humanidad debía recorrer.

La moral que Moisés enseñó era apropiada al estado de adelanto en que se encontraban los pueblos que esa moral estaba llamada a regenerar; y esos pueblos, casi salvajes

en cuanto al perfeccionamiento de su alma, no hubiesen comprendido que se pudiera adorar a Dios de otra manera que por medio de holocaustos, ni que se debiera perdonar
 a un enemigo. La inteligencia de esos pueblos, notable respecto a las cosas materiales y aun respecto a las artes las ciencias, estaba muy atrasada en moralidad, y no se
hubiese sometido al dominio de una religión absolutamente espiritual. Necesitaban una representación semimaterial, tal como la que ofrecía entonces la religión hebraica. Así,
los holocaustos hablaban a sus sentidos, mientras que la idea de Dios hablaba a su espíritu.

Cristo fue el iniciador de la más pura moral, la más sublime: la moral evangélica cristiana que habrá de renovar al mundo, que reunirá a los hombres y los hermanará; que hará brotar de los corazones humanos la caridad y el amor al prójimo, y establecerá entre los hombres una solidaridad omún; una moral que habrá de transformar la Tierra y que
la convertirá en una morada de Espíritus superiores a los que hoy habitan en ella. Así se cumplirá la ley del progreso, a la que está sometida la naturaleza, y el espiritismo es la palanca de que Dios se sirve para hacer que la humanidad avance.

 
Han llegado los tiempos en que las ideas morales habrán de desarrollarse para que se realicen los progresos que forman parte de los designios de Dios. Deben seguir

el mismo camino que han recorrido las ideas de libertad sus precursoras. Con todo, no creáis que ese desarrollo se realizará sin luchas. No, esas ideas necesitan, para llegar a
la madurez, conmociones y disputas, a fin de que llamen la atención de las masas. Cuando eso se logre, la belleza y la antidad de la moral impresionarán a los espíritus, y ellos se
 dedicarán a una ciencia que les da la clave de la vida futura y les abre las puertas de la eterna felicidad. Moisés abrió el camino; Jesús continuó la obra; el espiritismo habrá de
concluirla. (Un Espíritu israelita. Mulhouse, 1861.)


 

 

martes, 13 de enero de 2015

REGISTROS











“Pero muchos de los que creen
en las manifestaciones,
No comprenden ni sus consecuencias,
ni su objeto moral;
O si lo comprenden,
no los aplica a sí mismos.”

Evangelio según el Espiritismo. Cap XVII, Item 4.

Dentro del Cristianismo puedes ocupar dos posiciones: la del cristiano y la del crístico.
Cristiano es todo aquel que sigue a Jesús.
Crístico es todo aquel que vive a Jesús.
Hay muchos cristianos que siguen al Señor a distancia, sin vivir al Cristo en sus actitudes.
Hay muchos crísticos que al no seguir al Señor de acuerdo con las convenciones del mundo, nunca se apartan de Él.
*
En el Cristianismo, puedes mantener la posición de creyente y de consciente.
El creyente sólo oye noticias referentes al Señor.
El consciente, por el contrario, mantiene la oportunidad de vivir con el Señor.
El creyente, casi siempre deserta en la hora del testimonio.
El consciente, silencia en el dolor, y edificando el Reino de los Cielos en su propia alma, confía hasta el fin.
*
En el Cristianismo puedes escoger la posición de adepto o de servidor.
El adepto, mantiene compromisos con el rótulo de su fe.
El servidor, está ligado al trabajo.
El adepto, guarda en su alma un entusiasmo que el tiempo extingue.
El servidor ofrece contribución de sacrificio personal, y preserva siempre, infatigablemente.
*
Derivado naturalmente del Cristianismo, el Espiritismo es el sol de la actualidad. En él pues ser alguien que se beneficia con su dadiva sin beneficiar a nadie, pero también puedes beneficiarte esparciendo tu claridad por el mundo entero, con la vitalización de tu amor.
Por eso, hay espiritistas sin Espiritismo y Espiritismo sin espiritistas.
*
En la Doctrina Espírita, encontrarás adeptos y practicantes. Los primeros escuchan y pasan; los segundos, realizan y quedan.
Algunos viven escuchando, aguardando indefinidamente la oportunidad de realizar. Otros, sin embargo, producen en cuanto oyen el mensaje de la Fe Viva.
*
Registra en lo más profundo de tu mente, la posición en la cual te encuentras dentro del campo de la fe y, cuanto antes, fija con tus actos, la dirección hacia donde sigues, cómo la sigues, con quien la sigues y para quién la sigues, “aprendiendo las consecuencias y el alcance moral de las manifestaciones, y aplicándolas a ti mismo”, conforme con la directriz de la Doctrina Espírita. 

Marco Prisco

***

Caracteres de la perfección

 “Amad a vuestros enemigos; haced el bien a los que os odian, y orad por los que os persiguen y calumnian; porque si sólo amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis con eso más que los otros? ¿No hacen lo mismo los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.” (San Mateo, 5:44, 46 a 48.) 

Evangelio según el Espiritismo. Cap XVII, Item 4. 

Los buenos espíritas.

El espiritismo bien comprendido, pero sobre todo bien sentido, conduce forzosamente a los resultados expuestos más arriba, que caracterizan al verdadero espírita tanto como al verdadero cristiano, pues ambos son lo mismo. El espiritismo no crea una moral nueva: simplemente facilita a los hombres la comprensión y la práctica de la moral de Cristo, al ofrecerles una fe sólida e ilustrada a los que dudan o vacilan.

Sin embargo, muchos de los que creen en los hechos de las manifestaciones no comprenden sus consecuencias ni su alcance moral, o, en caso de que los comprendan, no los aplican a sí mismos. ¿A qué se debe eso? ¿A una falta de precisión de la doctrina? No, pues no contiene alegorías ni figuras que puedan dar lugar a falsas interpretaciones. La claridad está en su esencia, y en eso reside su fuerza, porque va directo a la inteligencia. Nada tiene de misteriosa, y sus iniciados no están en posesión de ningún secreto oculto para el vulgo.

Así pues, para comprenderla, ¿se requiere una inteligencia fuera de lo común? No, porque hay hombres de una capacidad notoria que no la comprenden, mientras que inteligencias vulgares, e incluso jóvenes apenas salidos de la adolescencia, comprenden sus matices más sutiles con admirable precisión. Eso es consecuencia de que la parte, por así decirlo, material de la ciencia, sólo requiere la vista para observar, mientras que la parte esencial precisa cierto grado de sensibilidad, al que se puede denominar madurez del sentido moral, madurez independiente de la edad y del grado de instrucción, porque es inherente al desarrollo, en un sentido especial, del Espíritu encarnado.

En algunas personas, los lazos de la materia son aún muy tenaces para permitir que el Espíritu se desprenda de las cosas de la Tierra. La niebla que las envuelve los priva de la visión de lo infinito, razón por la cual no cortan fácilmente con sus gustos ni con sus costumbres, como tampoco comprenden que exista algo mejor que aquello de lo que están dotados. La creencia en los Espíritus es para ellos un simple hecho, que modifica poco o nada sus tendencias instintivas. En una palabra, no perciben más que un rayo de luz, que es insuficiente para guiarlos y proporcionarles una aspiración poderosa, capaz de vencer a sus inclinaciones. Se atienen más a los fenómenos que a la moral, que les parece banal y monótona. Solicitan sin cesar a los Espíritus que los inicien en nuevos misterios, pero no intentan saber si ya son dignos de penetrar los secretos del Creador. Se trata de los espíritas imperfectos, algunos de los cuales se quedan a mitad del camino o se apartan de sus hermanos en creencia, porque retroceden ante la obligación de reformarse, o bien reservan sus simpatías para los que comparten sus debilidades o sus prejuicios. No obstante, la aceptación del principio de la doctrina constituye el primer paso que hará que el segundo les resulte más fácil, en otra existencia.

Aquel que puede, con razón, recibir la calificación de verdadero y sincero espírita, se encuentra en un grado superior de adelanto moral. El Espíritu, que en él domina de modo más completo la materia, le confiere una percepción más clara del porvenir. Los principios de la doctrina hacen vibrar en él las fibras que permanecen inertes en los demás. En una palabra: le han tocado el corazón. Por eso su fe es inquebrantable. Uno es como el músico al que le alcanzan unos pocos acordes para conmoverse, mientras que el otro sólo oye sonidos. Se reconoce al verdadero espírita por su transformación moral y por los esfuerzos que hace para dominar sus malas inclinaciones. Mientras que uno se conforma con su horizonte limitado, el otro, que capta algo mejor, se esfuerza en superar sus límites, y siempre lo consigue, cuando tiene firmeza de voluntad.

lunes, 12 de enero de 2015

OLVIDO DEL PASADO

 Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. -
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán
hartos. - Bienaventurados los que padecen persecuciones por la justicia, porque de
ellos es el reino de los cielos. (San Mateo, cap. V, v. 5, 6 y 10).
Y El, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados los
pobres, porque vuestro es el reino de Dios. - Bienaventurados los que ahora tenéis
hambre, porque hartos seréis. - Bienaventurados los que ahora lloráis, porque
reiréis (San Lucas, cap. VI, v. 20 y 21).
Mas ¡ay de vosotros los ricos, porque tenéis vuestro consuelo! - ¡Ay de
vosotros los que éstáis hartos, porque tendréis hambre! - ¡Ay de vosotros los que
ahora reís, porque gemiréis y lloraréis! (San Lucas, cap. VI, v. 24 y 25).

 E.S.E. Cap V Item 11.
 En vano se objeta el.olvido como un obstáculo para que se pueda aprovechar de la experiencia de las existencias anteriores. Si Dios ha juzgado conveniente echar un velo sobre el pasado, es porque debe ser útil.
En efecto, este recuerdo tiene inconvenientes muy graves; podría en ciertos casos humillarnos excesivamente, o bien exaltar también nuestro orgullo, y por lo mismo, poner trabas a nuestro libre albedrío; en todos los casos, hubiera ocasionado una perturbación inevitable en las relaciones sociales.
El espíritu renace a mentido en el mismo centro en donde vivió, y se encuentra en relaciones con las mismas personas, a fin de reparar el mal que les ha hecho. Si reconociese en ellas a las que ha odiado, su encono despertaría quizá, y en todos casos, se vería humillado ante los que hubiera ofendido.
Dios nos ha dado para mejorarnos precisamente lo que nos es necesario y puede bastarnos: la voz de la conciencia y nuestras tendencias instintivas y nos quita lo que pudiera dañarnos.
El hombre al nacer trae consigo lo que ha adquirido; nace según ha querido él mismo; cada existencia es para él un nuevo punto de partida; poco le importa saber lo que era; es castígado por el mal que ha hecho; sus actuales tendencias malas son indicio de lo que debe corregir, y sobre esto debe concentrar toda su atención, porque de lo que se ha corregido completamente, no queda ya rastro. Las buenas resoluciones que ha tomado son la voz de la conciencia que le advierte de lo que es bueno o malo, y le da fuerza para resistir a las malas tentaciones. Por lo demás, ese olvido sólo tiene lugar durante la vida corporal. Cuando entra en la vida espiritual, el espíritu recobra el recuerdo del pasado; así, pues, sólo es una interrupción momentánea, como sucede en la vida terrestre durante el sueño, lo que no impide que al día siguiente se acuerde de lo que hizo la vigilia y los días precedentes.
No es sólo después de la muerte cuando el espíritu recobra el recuerdo de su pasado; se puede decir que no lo pierde nunca;. porque la experiencia prueba que en la encarnación, durante el sueño del cuerpo, cuando goza de cierta libertad el espíritu tiene conciencia de sus actos anteriores; sabe por qué sufre y que sufre justamente; el recuerdo sólo se borra durante la vida exterior de relaciones. Pero a falta de un recuerdo preciso que podría serle muy penoso y perjudicarle en sus relaciones sociales, saca nuevas fuerzas en estos instantes de emancipación del alma, si supo aprovecharlos.

LIBERACION ESPIRITUAL

Hijos, aunque haya imperfecciones que os limitan los pasos en la siembra del bien, agradeced al Señor por el privilegio de servir, en cuanto tantos aun no lograron la liberación espiritual de si mismos.
¿Cuántos son los  que no consiguen perseverar en las tareas de beneficencia, apenas de vez en cuando cooperando en la concretización de las buenas obras, consumiendo, así, la mayor parte del tiempo que Dios les concede en la reencarnación, tan solo para el atendimiento de sus propias necesidades?
Sea cual sea vuestro drama de conciencia en los errores que cometisteis o aun cometéis, no admitáis retroceso en vuestro esfuerzo de renovación a través de la práctica de la caridad. Aunque lloréis bajo las garras de la tentación que os impone sucesivas caídas, proseguir con determinación, sin retroceder un paso siquiera en vuestros propósitos de elevación.
Quien recibe de vuestras las manos el pan y el remedio, el agasajo y el amparo providencial no os pregunta al respecto de la naturaleza de las bendiciones que les son ofrecidas.
Quien se encuentra sediento  no le importa que grado tiene  de pureza Lafuente que le mitiga la sed en el escaldado desierto.
El lirio que despunta en el charco posee mayor merito y belleza que la flor que se abre en el jardín bien cuidado.
Hijos, no dejéis escapar de vosotros la oportunidad de colaborar en el bien  a los semejantes.  Aunque escuchéis  censuras al respecto de vuestras intenciones o que alguien os remueva viejas heridas que no se cicatrizaron  del todo, no os apenéis hasta el punto de desistir del sublime intento.
Los que no tienen el valor de escalar el monte abrupto de sus propios males permanecen acomodados en el valle de las ilusiones humanas, en la expectativa de que caigan los que osaron avanzar los límites de si mismos.
La mayoría de los que se convirtieron al evangelio, antes que se escribiesen sus nombres  en las páginas de la dedicación  cristiana  de todos los tiempos, no pasaban de criaturas frágiles emergiendo de las sombras de una vida  atribulada para la luz de la sublimación.
Bezerra de Menezes