domingo, 26 de julio de 2015

LA MUERTE


La muerte es una simple mudanza de estado, la destrucción de una forma frágil que ya no proporciona a la vida las condiciones necesarias a su funcionamiento y a su evolución. Mas allá de la lapida, se abre una nueva fase de la existencia. El Espíritu, bajo su forma fluídica, imponderable, se prepara para nuevas reencarnaciones encuentra en su estado mental los frutos de la existencia que acabó.

Por todas partes se encuentra la vida. La Naturaleza entera se nos muestra, en su maravilloso panorama, en la renovación perpetua de todas las cosas. En ningún lugar existe la muerte, como, en general, es considerada entre nosotros; en ningún lugar existe el aniquilamiento; ningún ente puede perecer en su principio de vida, en su unidad consciente. El Universo transborda de vida física y psíquica. Por todas partes el inmenso hormigueo de los seres, la elaboración de almas que cuando escapan a las demoradas y oscuras preparaciones de la materia, es para proseguir, en las etapas de la luz,  su ascensión magnífica.

La vida del hombre es como el Sol de las regiones polares durante el estío. Baja lentamente, baja, va debilitándose, parece desaparecer un instante bajo el horizonte. Y al fin desaparece en apariencia; mas, luego después, vuelve a elevarse, para nuevamente describir su órbita inmensa en el cielo.      

            La muerte es apenas un eclipse momentáneo en la gran revolución de nuestras existencias; mas, basta ese instante para revelarnos el sentido grave y profundo de la vida. La misma muerte puede tener también su nobleza, su grandeza. No debemos temerla, mas, antes, esforzarnos por embellecerla, preparándonos cada uno constantemente para ella, por la búsqueda y conquista de la belleza moral, la belleza del Espíritu que moldea el cuerpo y lo orna con un reflejo augusto en la hora de la separación suprema. El modo con que cada cual sabe morir es ya, por si mismo, una indicación de lo que para cada uno de nosotros será la vida del Espacio.

Hay como una luz fría y pura alrededor de la almohada de ciertos lechos de muerte. Rostros, hasta ahí insignificantes, parecen aureolados por claridades del Mas Allá. Un silencio imponente se hace en vuelta de aquellos que dejaran la Tierra.

Los vivos, testigos de la muerte, sienten que grandes y austeros pensamientos se desprenden del fondo banal de sus impresiones habituales, dando alguna belleza a su vida interior. El odio y las malas pasiones no resisten a ese espectáculo. Ante el cuerpo de un enemigo, se ablanda toda la animosidad, se desvanece todo deseo de venganza. Junto a un féretro, el perdón parece más fácil, más imperioso el deber.

Toda muerte es un parto, un renacimiento; y la manifestación de una vida hasta ahí latente en nosotros, vida invisible de la Tierra, que va reunirse a la vida invisible del Espacio. Después de cierto tiempo de perturbación, volvemos a encontrarnos, mas allá de la tumba, en la plenitud de nuestras facultades y de nuestra conciencia, junto a los seres amados que compartieran las horas tristes o alegres de nuestra existencia terrestre. La tumba apenas encierra polvo. Elevemos mas alto nuestros pensamientos y nuestros recuerdos, si queremos encontrar de nuevo el rastro de las almas que nos fueran caras.

No pidáis a las piedras del sepulcro el secreto de la vida. Los huesos y las cenizas que allá yacen nada son, quedad sabiendo. Las almas que los animaran dejaran esos lugares, reviven en formas más sutiles, mas elevadas. Del seno de lo invisible, donde les llegan vuestras oraciones y las conmueven, y ellas os siguen con la vista, os responden y os sonríen. La Revelación Espirita os enseñara a comunicaros con ellas, a unir vuestros sentimientos en un mismo amor, en una esperanza inefable.

Muchas veces, los seres que lloráis y que vais a buscar en el cementerio están a vuestro lado. Vienen a velar por vosotros aquellos que fueran el amparo de vuestra juventud, que os acunaran en brazos, los amigos, compañeros de vuestras alegrías y de vuestros dolores, bien como todas las formas, todos los tiernos fantasmas de los seres que encontrasteis en vuestro camino, los cuales participaran de vuestra existencia y llevaran consigo alguna cosa de vosotros mismos, de vuestra alma y de vuestro corazón. A vuestro alrededor fluctúa la multitud de los hombres que desaparecieran con la muerte, multitud confusa, que revive, os llama y os muestra el camino que tenéis que recorrer.

La muerte, ¡oh serena majestad ¡ Tu, de quien hacen un espantajo, eres para el pensador simplemente un momento de descanso, la transición entre dos actos del destino, de los cuales uno acaba y el  otro se inicia. Cuando mi pobre alma, errante ha tantos siglos a través de los mundos, después de muchas luchas, vicisitudes y decepciones, después de muchas ilusiones deshechas y esperanzas postergadas, fuera a reposar de nuevo en tu seno, será con alegría que saludará a la aurora de la vida fluídica; será con embriaguez que se elevará del polvo terrestre, a través de los espacios insondables, en dirección a aquellos a quienes amó en este mundo y que la esperan.

Para la mayor parte de los hombres, la muerte continua siendo un gran misterio, el sombrío problema que nadie osa mirar de frente. Para nosotros, ella es la hora bendita en que el cuerpo cansado vuelve a la gran Naturaleza para dejar a la Psique, su prisionera, libre paso hacia la Patria Eterna.

            Esa Patria es la inmensidad radiante, llena de soles y de esferas. Allí, ¡cómo ha de parecer raquítica nuestra pobre Tierra! El Infinito la envuelve por todas partes. El infinito en la extensión y el Infinito en la duración, ahí esta lo que nos depara, ya se trate del alma, ya se trate del Universo.

Así como cada una de nuestras existencias tiene fin y ha de desaparecer, para dar lugar a otra vida, así también cada uno de los mundos sembrados en el espacio ha de morir, para dar lugar a otros mundos más perfectos.

Vendrá un día en que la vida humana se extinguirá en el Globo frío. La Tierra, vasta necrópolis, rodará, sombría, en la inmensidad  silenciosa.

Han de existir ruinas imponentes en los lugares donde existieran Roma, París, Constantinopla, cadáveres de capitales, últimos vestigios de las razas extintas, libros de piedra gigantescos que ninguna mirada carnal volverá a leer. Mas, la Humanidad habrá desaparecido de la Tierra solo para proseguir, en esferas mas bien dotadas, la carrera de su ascensión. La ola del progreso habrá impelido a todas las almas terrestres a planetas mas bien preparados para la vida. Es probable que civilizaciones prodigiosas florezcan en ese tiempo en Saturno y Júpiter; allí se han de expandir humanidades renacidas en una gloria incomparable. Este será el lugar futuro de los seres humanos, su nuevo campo de acción, los sitios benditos donde les será dado continuar a amar y trabajar para su perfeccionamiento.

En medio de sus trabajos, el triste recuerdo de la Tierra vendrá talvez a perseguir todavía a esos Espíritus; mas, de las alturas alcanzadas, la memoria de los dolores sufridos, de las pruebas soportadas, será apenas un estimulante para elevarse a mayores alturas.

En vano la evocación del pasado les hará surgir a la vista los espectros de carne, los tristes despojos que yacen en las sepulturas terrestres. La voz de la sabiduría les dirá: ¡”Que importa las sombras que se fueron”! Nada perece. Todo ser se transforma e ilustra en los escalones que conducen de esfera en esfera, de sol en sol, hasta Dios. Espíritu inmortal, recuérdate de esto: “La muerte no existe.”
LEON DENIS del Libro el Problema del Ser el Destino y el Dolor.

jueves, 23 de julio de 2015

EN EL EVANGELIO NACIENTE

Mientras que el Maestro oía algunos enfermos en la intimidad del hogar de Simón Pedro, un caballero y dos damas se acercan para hacerle una consulta. Venían de diferentes puntos. Son extraños entre sí. Sin embargo comparten la misma expectativa, por lo que cambian impresiones para irse conociendo.
El rudo pescador de Cafarnaúm los observaba, atento. Las susurrantes palabras que intercambiaban realmente eran chocantes. Suponían que Jesús era como cualquier hechicero y buscaban sus dones mágicos. Eliakim, el recién llegado, era un mercader de ojos astutos, que quería obtener cierta propiedad que pertenecía a uno de los tíos que estaba muriendo. Se trataba de un próspero viñedo, el cual podría aumentarle los bienes. Ambicionaba poder obtenerlo a bajo precio y no se resignaría a perderla. Había oído tantas alusiones de Jesús, que no había dudado en rogarle para que interfiera. El Cristo siendo un eficiente mago, seguramente le posibilitaría el poder realizar el negocio, sin mayor sacrificio.
Dea, la mujer de mayor edad, traía un asunto más serio. Pretendía vengarse de una antigua compañera que le había seducido al marido. Se le veía angustiada, infeliz. Prefería la muerte a tener que renunciar. No perdonaría a la impostora que le había dejado el hogar vacío. Venía al famoso Maestro, para suplicarle su intercesión para poder matarla. Sería dignamente recompensado si es que podía ver a Efraim, el esposo, humillado a sus pies.
Ruth, la más joven, comenzó a exponer el caso que la preocupaba. Quería casarse, pero Salatiel, el novio, parecía esquivarse. Se mostraba desinteresado, frio. Esperaba que Jesús la ayudara, infundiendo en el hombre amado un mayor cariño, ya que poco a poco, el joven se estaba alejando.
El apóstol anotaba uno y otro informe, irritado. Consciente de que el Maestro estaba atendiendo en una sala cercana, fue al interior y le explicó la situación. Los consultantes mostraban la mayor falta de respeto. Eliakim era un negociante voraz y ambas mujeres parecían subyugadas por apetitos inferiores. Jesús meditó por algunos instantes y mirando fijamente al discípulo dijo solícitamente:
- Pedro, las tareas de esta hora no me permiten otros servicios. Sin embargo, anda donde nuestros huéspedes y auxílialos, ayudándome a encontrar el camino para auxiliarlos mejor.
El pescador regresó a la presencia de los forasteros, disponiéndose a escucharlos en nombre del Salvador. Cuando escuchó los propósitos directamente, enrojeció indignado. Se levantó, temblando, y gritó bajo una fuerte crisis de cólera:
- ¡Malditos! ¡Fuera de aquí! ¡El Maestro no acepta ladrones y mujeres relajadas!...
Clavando la mirada en el comerciante, sentenció:
- ¡Anda a robar a otra parte! ¡Que el viñedo de tus parientes sea el infierno en donde te cures de la avaricia!
A los oídos de Dea, bramó:
- ¡Asesina! No somos tus secuaces... ¡Seguramente fuiste abandonada por el marido por las llagas de odio que te consumen el corazón!... Mata como quieras y déjanos en paz.
En seguida, concentrando la atención sobre Ruth, que temblaba de miedo, el apóstol ordenó:
- ¡Sal de aquí, maldita! Mujer que busca la posesión de los hombres no pasa de ser una meretriz...
Asustados, los tres abandonaron
el lugar, precipitadamente. Impulsivo, Simón cerró estrepitosamente la puerta sobre ellos. Sin embargo al voltearse para atrás, en actitud de quien triunfó en el servicio que le cabía realizar, se dio con Jesús, que lo contemplaba tristemente. Reparando que los ojos del amigo celeste contenían lágrimas que no llegaban a caer, el aprendiz, como niño malcriado que se humilla al frente del amor paterno, intentó acariciarle las manos y dijo con voz modificada:
- Señor, ¿por ventura no estarás satisfecho? ¿Podremos, acaso, usar un trato diferente con aquellos que desvalorizan nuestro servicio? ¿No percibiste que los tres se encuentran bajo el imperio de espíritus Satánicos?
Jesús le acarició los hombros, suavemente, y respondió:
- Pedro, todos pueden mostrar heridas, en donde las heridas sobresalen. Pero pocos saben curarlas. No te pedí que hagas acusaciones. Para eso, el mundo está repleto de críticos y censores. Eliakim, efectivamente, trae consigo el genio perverso de la usura. Dea está bajo la influencia del monstruo de la venganza y Ruth sufre el asedio de vampiros de la carne. Sin embargo, noté que al oírlos, por tu parte diste guarida al demonio de la intolerancia y de la crueldad. Sombra por sombra, da siempre una total oscuridad.
- Señor, sin embargo, ¿no me recomendaste socorrerlos?
- Si – dijo Jesús, melancólico -, pero no te rogué decepcionarlos o despreciarlos. Pedí que me ayudaras a encontrar el camino del auxilio y como sabes Pedro, yo no vine para curar a los sanos...
Un silencio pesado invadió la sala. Y ya sea porque el Maestro había regresado hacia los enfermos, con paciencia y humildad, el discípulo sumergió la cabeza entre las manos y mirando para dentro de sí mismo, comenzó a secar las propias lágrimas.
Hermano X

martes, 21 de julio de 2015

UTILIDAD PROVIDENCIAL DE LA RIQUEZA



Es la riqueza un instrumento de perdición del hombre?
La riqueza, en sí misma, no constituye obstáculo a la salvación del hombre, pues, siendo Dios infinitamente justo y misericordioso, no pondría en sus manos algo que lo arruinase.
2 Pero, ¿por qué la riqueza, como resaltó Jesús varias veces, dificulta la salvación del hombre?
Porque estimula el egoísmo, favorece la vanidad, exacerba los apetitos sensuales y el apego a los bienes materiales, desviando al hombre de las cosas del espíritu.
3 Siendo lo opuesto de la riqueza, ¿puede concluirse que la miseria es una prueba fácil que conduce a la salvación?
No. También la miseria es una prueba difícil, porque da oportunidad a la envidia y a la rebeldía, dificultando la práctica de la caridad que conduce al hombre a Dios. Pero la riqueza es, sin duda, una prueba más dura.
4 Aquél que ya experimentó las privaciones materiales, acarreadas por la miseria, ¿hará mejor uso de la riqueza, en caso de que venga a poseerla?
No siempre. La riqueza, por las facilidades que ofrece, “produce tal tentación que, muchas veces, aquél que pasa de la miseria a la riqueza olvida pronto su primera condición (…) y se hace insensible, egoísta y vano”.
La riqueza es “el supremo excitante del orgullo, del egoísmo y de la vida sensual. Es el lazo más fuerte que prende al hombre a la Tierra y le desvía del cielo los
pensamientos”.
“Si la riqueza produjese solamente males, Dios no la hubiera puesto en la Tierra. Le compete al hombre hacerla producir bien.
“…por las tentaciones que genera y por la fascinación que ejerce, la riqueza
constituye una prueba muy arriesgada, más peligrosa que la miseria.” La miseria no garantiza el cielo. El miserable rebelde tiene el mismo destino que el rico avariento.
Quien pasa de la miseria a la riqueza no es raro que se vuelva ingrato, olvidando y
despreciando a los que con él compartieron privaciones y lo ayudaron en los
momentos de necesidad.
5 Si como vimos antes, la riqueza no es un mal, ¿a quién podemos atribuir las funestas consecuencias que produce?
Al estado de inferioridad espiritual del hombre que de ella hace uso, pues él tanto puede emplearla a favor del prójimo, elevándose espiritualmente, como en el beneficio exclusivo de sí mismo, retardando su progreso.
6 ¿Cuál es la función de la riqueza, en nuestro planeta?
Ofrecer al hombre los recursos necesarios al progreso material y a la satisfacción de las necesidades de sus habitantes.
7 ¿En la tarea de promover el progreso material de la Tierra, no le basta al hombre el auxilio de la Ciencia?
Sin duda la Ciencia es de gran importancia, pues, estimulando el estudio y la investigación, se le desarrolla la inteligencia, haciéndolo descubrir medios fáciles, rápidos y seguros de superar obstáculos y realizar tareas. Mas es la riqueza la que permite su ejecución.
8 ¿De qué modo los esfuerzos del hombre, en mejorar el planeta, puede auxiliar su
progreso espiritual? En la búsqueda del progreso el hombre desarrolla la inteligencia que, en un primer momento, él concentra en la satisfacción de las necesidades materiales y, más tarde, lo ayudará en la comprensión de las grandes verdades espirituales.

ORACION POR LOS PADRES



Por solicitud de amigos esta oracion recibida en la celebracion del dia del padre el mes pasdado, la compartimos con todos.

Oración porlos padres.
Gracias padre por haber participado en el milagro de la vida, que representó volver a estar en esta oportunidad de crecimiento.
Gracias por los momentos de saber y enseñanzas que me diste sin saber porque, solo te salieron espontáneos. Padres buenos, hoy y siempre, desde el momento en que dos gametos se juntaron. Por esto en nombre de los hijos perdono a aquellos que el mundo dice no lo fueron y ruego a Dios, porque siempre sean honrados en su función. Porque vienen del amor y hacen conexión. Tuvieron padres y luego, fueron padres.
Por todos ellos que fueron observadores y guías, por los que no lo fueron, por los que respondieron las preguntas del hijo inocente, por los que sirvieron a otros hijos, porque la vida les quitó los suyos por los que tuvieron la responsabilidad de proveer y de abogar por sus retoños, también por los que faltaron a su deber porque la vida les consuele cuando el dolor los acompañe, por todos los encarnados y desencarnados, para todos ellos nuestros créditos y nuestras oraciones.

domingo, 5 de julio de 2015

SOMOS ESPIRITUS QUE HABITAMOS UN CUERPO TEMPORALMENTE

El hombre encarnado no es un cuerpo que tiene un espíritu, sino un espíritu que ocupa, temporalmente un cuerpo. Su origen es espiritual y no prioritariamente material, como es costumbre tratarlo.
Creados por Dios en día que se pierde en la eternidad del tiempo, durante largo período vivimos solamente como un principio espiritual, buscando los primeros conocimientos.

Preparados para vivir en el mundo de los hombres, nosotros, espíritus, pasamos a utilizar un cuerpo físico, una organización perfecta, que nos permite aprender, enseñar, recibir y servir, en la búsqueda de la evolución.
Espíritus todavia retrasados, vivimos como hombres de las cavernas, en la Tierra o en otros mundos, cuando nuestra prioridad era procrear, comer y sobrevivir. Posteriormente, otros valores se incorporaran a nuestros deseos y hoy, en un mundo de mucho dolor, de tentaciones, deseamos avanzar cuanto podamos.

Es innegable que el Espiritismo nos ofrece rumbos más directos para ese crecimiento, porque más que mostrarnos las implicaciones que nuestras actitudes tienen en la vida presente, nos alerta para las consecuencias de esas actitudes en el mundo espiritual y en las próximas encarnaciones.

Todas las campañas contra los vicios enfatizan los males que ellos provocan en el cuerpo, lo que no se puede negar. El fumador compromete el pulmón, la garganta, el sistema circulatorio. El que bebe alcohol, lesiona el hígado, lengua, o puede tener espasmos cerebrales. Quien practica el sexo sin responsabilidad, puede transformarse en un maníaco, lo que lo lleva al estupro y las habituales promiscuidades, de todos los tipos. El drogado será siempre un alienado y por no dominar su voluntad tendrá actitudes irresponsables e inexplicables. Todo por la dependencia química.

Lo peor de esa dependencia es la comprobación de la incompetencia del individuo para resistir al arrastramiento de los vicios. Alguién que no pueda pasar sin su taza de café después del almuerzo, o no pueda dispensar el postre, es también un dependente químico. Si estos males no tienen la misma intensidad de los causados por las drogas, espiritualmente representan la misma esclavitud.

Es recomendable que  cambiemos nuestras costumbres para mostrar al cuerpo, pués es el que exige la dosis diaria de químicos, pero  la soberania es del espíritu. El debe ser el señor y no el esclavo.

Por las razones mencionadas, no es lógico que nos tratemos a nosotros mismos como nuestro espíritu. Da la impresión que somos tres, como la "Santísima-Trindad" : Yo, mi cuerpo y mi espíritu. O sea, yo mando en los dos, en el cuerpo y en el espíritu, definiendo lo que es mejor para ambos. Y cuando yo muera, mi cuerpo se deshace y "mi espíritu" que trate de resolver sus problemas y enfrente las responsabilidades por los errores que cometió.

Cuando ese lenguaje sea diferente, yo diré mi cuerpo, pero jamás mi espíritu. La expresión "mi espíritu" será sustituido por "yo". Asi, diré que el trabajo en favor del prójimo es importante para mi evolución (no para la evolución de mi espíritu) y será normal decir que el cuidado con la higiene es fundamental para la salud de mi cuerpo. La concientización de que el "yo espiritual" seguirá viviendo y que está preparando su futuro frente a la eternidad, dará a cada uno de nosotros una definitiva responsabilidad. Somos nosotros los que vamos a responder y a reencarnar. No "mi espíritu".

Puede parecer innecesaria esa advertencia, pero la cultura religiosa de veinte siglos nos ha enseñado todo de manera desfigurada. Ni tampoco nos informaron de que reencarnaríamos . Nos dijeron que aprovechásemos la vida al máximo porque al morir todo se acababa. No habia razón para luchar, mejorar, ser desprendido, ayudar al otro, si al final todos tendriamos la misma suerte. Por esa razón, a partir del lenguaje nace la concientización. Hablaremos de nosotros, no de un hipotético "nuestro espíritu". Nos convenceremos de que estamos viviendo la preparación de nuestro futuro y no de un ser que se transforma en humos o se pierde como gota en el océano. El futuro será bueno o malo, conforme lo programermos, material y espiritualmente.

Cuando conjugamos el verbo, empezamos por "yo". Cuando hablamos una frase, nos ponemos siempre en primera persona del singular. Ahí hay un velado egoísmo, sin que lo percibamos. Raros son los que dicen "Mi amigo y yo fuimos". Pero es indiferente, diran. Parece indiferente, pero la verdad es que nosotros nos ponemos siempre antes de los otros.

Vivimos esclavos de las costumbres y ellas determinan lo que somos. A partir de las expresiones de lenguaje, podremos cambiar conceptos y comportamientos.

Cuando llegue ese día, ya no diremos más: "mi espíritu precisa evolucionar". A cambio diremos con seguridad: "yo preciso evolucionar"