domingo, 28 de junio de 2015

ESPIRITA EN LA FAMILIA NO ESPIRITA


Con los grupos consanguíneos, tenemos que tener en cuenta que es uno de los temas más importante para nosotros, es decir, la de los espiritas  vinculados a compañeros en  la familia  que no puede aceptar las enseñanzas del espiritismo.
A menudo, los amigos necesitan dentro de la prueba recurrir a pedir al  Mundo Espiritual orientacion en estos casos.
Añorando en  el  entorno de ellos sus  propios ideales, quieren ser alentados por afectos suyos, deben ser alentados a sus logros y el mundo espiritual les respeta luego el libre albedrio, a veces vienen con duda pasando por alto los problemas y sin herirlos en la inciativa, son sacudidos en el corazón y están entre el deseo de escapar y el cumplimiento  del deber.
El espirita , sin embargo,que se comprometió con los parientes  no espiritas, permanece despierto  a la realidad de la reencarnación; usted sabe  que nadie asume obligaciones que revela en su   fuero intimo y que ninguno renace sin motivo, en este o aquel equipo familiar. El espíritu reencarna sirviéndose de los requisitos de afinidad, por elección propia, elige la expiación o la tarea particular, el espíritu  trabaja junto a aquellos con quien le compete evolucionar, mejorarse, liberarse de ciertas cargas o cumplir con los programas de orden superior y que no tiene el derecho de desear del taller del hogar solo porque no puede encontrar allí  con quien compartir los sueños de elevación.
Allí exactamente, se forjan inquietantes conflictos sentimentales, emocionalmente perturbadores para la construcción del ascenso al que se aspira.
Esposos difíciles, padres que no los comprenden, hermanos enigmas por problemas con hijos o hermanos que constituyen el cuerpo docente que necesitamos en la verdadera escuela de la familia. Con ellos y para ellos es que evaluamos  nuestras propias fallas con el fin de corregirlas . Podría decirse que, en la explicación evitamos ahora que el compañero sea inducido a la falta , ahora es nuestra obligación evitar que cometa el error.
Deseamos ahora hacer un llamado a la razón y no abandonar o interrumpir este ajuste que corresponde a la acción edificante para que nuestra conciencia este en paz con el deber cumplido.
Siempre que nos reconozcamos desambientados en la familia de cara a los principios espiritas, ante los entes queridos que no se muestren de inmediato dispuestos a abrazar la posición de deudor entre varios acreedores,con la valiosa posibilidad de resarcir nuestros débitos, o hacer un curso intensivo de burilamiento individual, con la bendita oportunidad  de adquirir un certificado de competencia en varias lecciones.

viernes, 26 de junio de 2015

RESIGNACIÓN EN LA ADVERSIDAD

El sufrimiento es una ley de nuestro mundo. En todas las condiciones, en todas las edades,
bajo todos los climas, el hombre ha sufrido y también ha llorado. A pesar de los progresos
morales, millares de Seres se inclinan aún bajo el peso del dolor. Las clases superiores no
están exentas de males. En los Espíritus cultos, la sensibilidad más despierta y más
exquisita conduce a impresiones más vivas. El rico, como el pobre, sufre en su carne y en
su corazón. Desde todos los diversos puntos del globo, la lamentación humana sube hacia
el Espacio.
Aun en el seno de la abundancia, un sentimiento de abrumación, una vaga tristeza se
apodera a veces de las almas delicadas. Comprenden que la felicidad es irrealizable en la
Tierra y que sólo luce con fugitivos relámpagos. El Espíritu aspira a vidas y a mundos
mejores; una especie de intuición le dice que la Tierra no lo es todo. Para el hombre
alimentado por la Filosofía de los Espíritus, esa intuición vaga se cambia en certidumbre.
Sabe adónde va y conoce el porqué de sus males y la razón de ser del sufrimiento. Más allá
de las sombras y de las angustias de la Tierra, entrevé el alborear de una nueva vida.
Para pesar los bienes y los males de la existencia; para saber lo que son la felicidad y
la desdicha verdadera, hay que elevarse por encima del circulo estrecho de la vida terrena.
El conocimiento de la vida futura y de la suerte que nos espera en ella nos permite medir
las consecuencias de nuestros actos y su influencia sobre nuestro porvenir.
Considerada desde este punto de vista, la desgracia, para el ser humano, no consistirá
ya en el sufrimiento, en la pérdida de sus deudos, en las privaciones y en las miserias, no;
consistirá en todo lo que le manche, le empequeñezca o le suponga un obstáculo para su
adelanto. La desgracia, para el que sólo considera el presente, puede ser la pobreza, los
achaques o la enfermedad. Para el Espiritu desvinculado de lo Alto, será el amor al placer,
la soberbia y la vida inútil y culpable. No se puede juzgar una cosa sin ver todo lo que de
ella se deduce, y, por eso, nadie comprenderá la vida si no conoce su finalidad y sus leyes.
Los padecimientos, al purificar el alma, preparan su elevación y su felicidad, en tanto
que los goces de este mundo, las riquezas y las pasiones la debilitan y le proporcionan en
la otra vida amargas decepciones. Así pues, el que sufre en su alma y en su cuerpo, aquel a
quien la adversidad abruma, puede esperar y levantar su mirada confiada hacia eí Cielo;
paga su deuda al destino y conquista su libertad. En cambio, el que se complace en la
sensualidad forja sus propias cadenas, acumula nuevas responsabilidades que pesarán
enormemente sobre sus días futuros.
El dolor, bajo sus formas múltiples, es el remedio supremo para las imperfecciones y
para los achaques del alma. Sin él, no hay curación posible. Del mismo modo que las
enfermedades orgánicas son con frecuencia el resultado de nuestros excesos, los
padecimientos morales que nos atacan son la resultante de nuestras faltas pasadas. Tarde o
temprano, esas faltas recaen sobre nosotros, con sus consecuencias lógicas. Tal es la ley de
justicia y de equilibrio moral. Sepamos aceptar sus efectos, como aceptamos los remedios
amargos, las operaciones dolorosas, que han de devolver la salud y la agilidad a nuestro
cuerpo. Aun cuando las tristezas, las humillaciones y la ruina nos abrumen, soportémolas
con paciencia. El labrador desgarra el seno de la tierra para hacer brotar de ella la mies
dorada. Así, de nuestra alma desgarrada surgirá una abundante cosecha moral.
La acción del dolor separa de nosotros lo que es impuro y malo: los apetitos
groseros, los vicios, los deseos, todo lo que viene de la tierra debe volver a la tierra. La
adversidad es la gran escuela, el campo fértil de las transformaciones. Gracias a sus
enseñanzas, las pasiones malas se truecan poco a poco en pasiones generosas, en amor al
bien. Nada se pierde. Pero esa transformación es lenta y difícil. El sufrimiento, la lucha
constante contra el mal, el sacrificio propio únicamente pueden realizarla. Con ellos, el
alma adquiere la experiencia y la sabiduría. El fruto verde y ácido que esta alma era se
cambia, bajo las ondas generadoras del padecimiento, bajo los rayos del sol divino, en un
fruto dulce, perfumadas y maduras para los mundos superiores.
Sólo la ignorancia de las leyes universales nos hace aceptar nuestros males con
disgusto. Si comprendiésemos cuán necesarios son estos males para nuestro adelanto, si
supiésemos saborear su amargura no nos parecerían una pesada carga. Todos odiamos el
dolor, y sólo comprendemos su utilidad después que hemos abandonado el mundo donde
el dolor ejerce su imperio. Su obra es fecunda, sin embargo. Hace fructificar en nosotros
tesoros de piedad, de ternura y de afecto. Los que nunca lo conocieron valen poco. Apenas
queda desbrozada la superficie de sus almas. Nada es profundo en ellos: ni el sentimiento
ni la razón. Como no soportaron el sufrimiento, permanecen indiferentes e insensibles al
de los demás.
En nuestra ceguera, maldecimos nuestras existencias oscuras, monótonas y
dolorosas; pero cuando levantamos nuestras miradas por encima de los horizontes
limitados de la Tierra; cuando hemos discernido el verdadero motivo de la vida,
comprendemos que esas vidas son preciosas e indispensables para dominar a los Espíritus
soberbios, para someternos a esa disciplina moral, sin la cuál no hay progreso alguno.
Libres en nuestras acciones y exentos de males y de preocupaciones, nos dejaríamos
llevar de los arrebatos de nuestras pasiones y por los impulsos de nuestro carácter. Lejos
de trabajar en nuestro mejoramiento, no haríamos más que añadir nuevas faltas a nuestras
faltas pasadas, en tanto que, comprimidos por el sufrimiento en existencias humildes, nos
acostumbramos a la paciencia y a la reflexión, nos proporcionamos esa única calma de
pensamiento que nos permite oír la voz de lo alto, la voz de la razón.
En el crisol del dolor es donde se forman las almas grandes. A veces, ante nuestros
ojos, unos ángeles de bondad vienen a vaciar el cáliz de amargura, con el fin de dar el
ejemplo a aquellos a quienes exalta el tormento de las pasiones. El sufrimiento es la
reparación necesaria, aceptada con conocimiento de causa por muchos de nosotros
. Queesta idea nos inspire en los momentos de desfallecimiento; que el espectáculo de los malessoportados con una resignación conmovedora nos dé fuerza para permanecer fieles a
nuestros propios compromisos, a las resoluciones viriles adoptadas antes del regreso a la
carne.
La fe nueva ha resuelto el problema de la purificación por el dolor. La voz de los
Espíritus nos alienta en las horas difíciles. Los mismos que soportaron todas las agonías de
la existencia terrestre nos dicen hoy:
“He sufrido, y sólo he sido feliz con mis sufrimientos. He rescatado muchos años
de lujo y de malicia. El sufrimiento me ha enseñado a pensar y a orar; en medio de las
embriagueces del placer, jamás la reflexión saludable había penetrado en mi alma,
nunca la oración había rozado mis labios. ¡Benditos sean mis padecimientos, puesto
que por fin me han abierto el camino que conduce a la sabiduría y a la verdad!”
(Comunicación mediúmnnica recibida por el autor.)
¡He aquí la obra del sufrimiento! ¿No es la más grande de todas cuantas se realizan
en la humanidad? Se prosigue en silencio y en secreto, pero sus resultados son
incalculables. Apartando al alma de todo cuanto es bajo, material y transitorio, ésta se
eleva y se orienta hacia el porvenir y hacia los mundos superiores. Le habla de Dios y de
las leyes eternas. Ciertamente, es hermoso tener un final glorioso muriendo joven al
combatir por el propio país. La historia registra el nombre de los héroes, y las generaciones
rinden a su memoria un justo tributo de admiración; pero una larga vida de sufrimientos, de dolores pacientemente soportados es aún más fecunda para el adelanto del Espíritu. La historia no hablará de ello, sin duda. Todas estas vidas oscuras y mudas, vidas de lucha silenciosa y de recogimiento, caen en el olvido; pero quienes las realizaron encontraron en
la luz espiritual su recompensa. Sólo el dolor ablanda nuestro corazón y aviva el fuego de
nuestra alma. Es como tijeras que le dan sus proporciones armónicas, afinan sus contornos
y le hacen resplandecer en su más perfecta belleza. Una obra de sacrificio, lenta y continua, produce mejores efectos que un acto sublime aislado.
Consolaos, pues, todos vosotros, ignorados que sufrís en la sombra males crueles; y vosotros, a quienes se desprecia por vuestra ignorancia y por vuestras facultades restringidas. Sabed que entre vosotros se encuentran grandes Espíritus que quisieron renacer ignorantes para humillarse abandonando por algún tiempo sus brillantes facultades, sus aptitudes y su talento. Muchas inteligencias son veladas por la expiación; pero, en el momento de la muerte, caen esos velos, y aquellos a quienes se desdeñaba por su poco saber, eclipsan a los soberbios que les rechazaban. No hay que despreciar a nadie. Bajo humildes y mezquinas apariencias, y aun en los idiotas y en los locos, grandes Espíritus ocultos en la carne expian un pasado temible.
¡Oh, vidas humildes y dolorosas, empapadas en lágrimas y santificadas por el deber; vidas de luchas y de renunciamientos; existencias de sacrificio por la familia, por los débiles y los humildes; altruismos desconocidos, abnegaciones ignoradas, más meritorios que los sacrificios célebres!... Os halláis en los escalones que conducen al alma a la felicidad... A vosotras, a los obstáculos, a las humillaciones de que sois objeto es a quienes se debe su pureza, su fuerza y su grandeza. Sólo vosotras, en efecto, en las angustias de cada día, en las inmolaciones impuestas, ponéis de manifiesto la paciencia, la resolución, la constancia y toda la sublimidad de la virtud, y ésta os dotará de la aureola espléndida prometida en el Espacio para las frentes de aquellos que sufrieron, lucharon vencieron.

Si existe una prueba cruel, es la pérdida de los seres amados, cuando, uno tras otro, se les ve desaparecer, arrebatados por la muerte, y la soledad se forma poco a poco a nuestro alrededor, plena de silencio y de oscuridad.
Estas huidas sucesivas de todos los que nos fueron queridos son otras tantas advertencias solemnes; nos arrancan a nuestro egoísmo; nos ponen de manifiesto la puerilidad de nuestras preocupaciones materiales y de nuestras ambiciones terrenas, y nos invitan a que nos preparemos para emprender el gran viaje.
La pérdida de una madre es irreparable. ¡ Qué vacio se forma a nuestro alrededor cuando esta amiga, la mejor, la más antigua y la más segura de todas, desciende a la tumba! ¡Que los ojos que nos contemplaron con amor se cierren para siempre! ¡ Que los labios que se posaron tantas veces sobre nuestras frentes se enfríen!... El amor de una madre, ¿no es lo más puro y desinteresado .que hay? ¿No es como un reflejo de la bondad de Dios?
La muerte de nuestros hijos constituye también un venero de amargas tristezas. Un padre o una madre no podrían ver la desaparición del objeto de su cariño sin experimentar un desgarramiento. En esas horas desoladas es cuando la Filosofía de los Espíritus nos presta un gran socorro. A nuestros pesares, a nuestro dolor al ver truncadas tan pronto unas existencias llenas de promesas, responde diciendo que una muerte prematura constituye con frecuencia un bien para el Espíritu que se va y se encuentra emancipado de los peligros y de las seducciones de la Tierra. Esta vida tan corta para nosotros inexplicable misterio tenía su razón de ser. El alma confiada a nuestros cuidados y a nuestras ternuras venia para completar lo que había tenido de insuficiente para ella una encarnación precedente.
Sólo vemos las cosas desde el punto de vista humano, y a eso se deben nuestros errores. La estancia de esos niños en la Tierra nos hubiera sido útil. Habría hecho nacer en nuestro corazón las santas emociones de la paternidad, sentimientos delicados hasta entonces desconocidos para nosotros que enternecen y hacen mejor al hombre. Habría formado, de
nosotros a ellos, lazos lo suficientemente poderosos para que nos uniesen a ese Mundo
Invisible que nos reunirá a todos. Porque en eso estriba la hermosura de la Doctrina de los
Espíritus. Con ella esos seres no quedan perdidos para nosotros. Nos abandonan por un
instante, si bien estamos destinados a reunirnos con ellos.
¿Qué digo? Nuestra separación no es mas que aparente. Esas almas, esos niños, esa madre bienamada están a nuestro lado. Sus fluidos y sus pensamientos nos envuelven: su amor nos protege. Podemos, incluso, algunas veces, comunicar con ellos y recibir sus estímulos y sus consejos. Su afecto hacia nosotros no se ha desvanecido. La muerte le ha hecho más profundo y más esclarecido. Nos exhortan a apartar lejos de nosotros esa vana tristeza, esos pesares estériles cuyo espectáculo les hace desgraciados. Nos suplican que trabajemos con valor y perseverancia en nuestro mejoramiento, a fin de que volvamos a encontrarlos y nos reunamos con ellos en la vida espiritual.

Luchar contra la adversidad es un deber; abandonarse, dejarse llevar por la pereza, sufrir sin reaccionar ante los males de la vida sería una cobardía. Las dificultades que hemos de vencer ejercitan y desarrollan nuestra inteligencia. Sin embargo, cuando nuestros esfuerzos son superfluos, cuando se interpone en nuestro camino lo inevitable, ha llegado la hora de invocar a la resignación. Ningún poder lograría apartar de nosotros las consecuencias del pasado. Sublevarse contra la ley moral sería tan insensato como pretender resistir a las leyes de la distancia y de la pesantez. Un loco puede tratar de luchar contra la naturaleza inmutable de las cosas, en tanto que el Espíritu sensato encuentra en el padecimiento un medio de reconfortarse y de fortificar sus cualidades viriles. El alma intrépida acepta los males del destino; pero, con el pensamiento, se eleva por encima de ellos y hace de los mismos un pedestal para alcanzar la virtud.
Las aflicciones más crueles y más profundas, cuando son aceptadas con la sumisión que supone el consentimiento de la razón y del corazón, indican generalmente el término de nuestros males, el pago de la última fracción de nuestra deuda. Es el instante definitivo en que importa permanecer firme, invocar a toda nuestra resolución y a nuestra energía moral, con el fin de salir victoriosos de la prueba y recoger sus frutos.
Frecuentemente, en las horas difíciles, la idea de la muerte acude a visitarnos. Nos es comprensible solicitar la muerte, pero no es verdaderamente deseable, sino después de haber triunfado de todas nuestras pasiones. ¿Para qué desear la muerte si, no estando curados de nuestros vicios, necesitaríamos aún de purificarnos con penosas reencarnaciones? Nuestras faltas son como la túnica del centauro pegada a nuestro Ser, y
de la que sólo el arrepentimiento y la expiación nos pueden librar.
El dolor reina siempre como soberano en el mundo y, sin embargo, un examen atento nos demostraría con cuánta sabiduría y con qué previsión la voluntad divina ha graduado sus efectos. De etapa en etapa, la Naturaleza se encamina hacia un orden de cosas menos feroz, menos violento. En las primeras edades de nuestro planeta, el dolor constituía la única escuela y el único acicate para los seres. Pero, poco a poco, el sufrimiento se atenúa:
los males espantosos, la peste, la lepra y el hambre, permanentes en otro tiempo, casi han desaparecido. El hombre ha dominado a los elementos, ha aproximado las distancias y ha conquistado la Tierra. La esclavitud ya no existe. Todo evoluciona y progresa. Lenta, pero seguramente, a pesar de los retrocesos inherentes a la libertad, la humanidad se mejora.
Tengamos confianza en la Potencia directora del Universo. Nuestro Espíritu limitado no sabría juzgar el conjunto de su medios. Sólo Dios posee la noción exacta de esta ritmada cadencia, de esta alternativa necesaria de la vida y de la muerte, de la noche y del día, del placer y del dolor, de donde se desprenden finalmente la felicidad y la elevación de los Seres. Dejémosle, pues, el cuidado de fijar la hora de nuestra partida, y esperémosla sin desearla ni temerla.
Por fin, queda recorrido el camino de los sufrimientos; el justo comprende que el término
está próximo. Las cosas de la Tierra palidecen cada vez más ante sus ojos. El sol le parece
empañado, las flores incoloras y el camino más pedregoso. Pleno de confianza, ve aproximarse la muerte. ¿No será la calma tras la tempestad, el puerto después de una travesía tormentosa?
¡Qué grande es el espectáculo ofrecido por el alma resignada apresurándose a abandonar la Tierra, después de una vida dolorosa! Dirige una última mirada hacia su pasado; vuelve a ver, en una especie de penumbra, los desprecios padecidos, las lágrimas
contenidas, los gemidos ahogados, los sufrimientos soportados brevemente. Siente soltarse
con suavidad las trabas que le encadenaban a este mundo. Va a abandonar su cuerpo de
barro, va a dejar muy lejos de si todas las servidumbres materiales. ¿Qué podría temer?
¿No ha probado su abnegación, no ha sacrificado sus intereses a la verdad y al deber? ¿No
ha bebido hasta la hez el cáliz purificador?
Ve también lo que le espera. Las imágenes fluidicas de sus actos de sacrificio y de renunciamiento, sus pensamientos generosos le han colocado jalones brillantes que señalan
el camino de su ascensión. Tales son los tesoros de su vida nueva.
Distingue todo esto, y su mirada se levanta más aún hacia lo Alto, hacia la Altura que sólo se escala con la luz en la frente y el amor y la fe en el corazón.
Ante este espectáculo, un júbilo celestial le penetra; casi lamenta no haber sufrido bastante. Una última oración, como un grito de alegría, brota de las profundidades de su Ser y sube hacia su Padre, hacia su Dueño bienamado. Los ecos del Espacio repiten ese grito de liberación, al cual se juntan los acentos de los Espíritus felices que se aglomeran en multitud para recibirle.

martes, 23 de junio de 2015

NO SE PUEDE SERVIR A DIOS Y A MAMON . Lucas 16:13

Salvación de los ricos
1. “Nadie puede servir a dos señores, porque odiará a uno
y amará al otro, o preferirá a uno y despreciará al otro. No podéis
servir al mismo tiempo a Dios y a Mamón10.” (San Lucas, 16:13.)
10 En lengua aramea, la palabra mamón significa riqueza. Asimismo,
algunos pueblos de Oriente Medio designaban con ese nombre al dios de
las riquezas. (N. del T.)
2. Entonces se aproximó a él un joven y le dijo: “Maestro
bueno, ¿qué bien debo hacer para conquistar la vida eterna?”
Respondió Jesús: “¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno.
Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”. “¿Cuáles
mandamientos?” –le preguntó el joven–. Jesús le dijo: “No matarás;
no cometerás adulterio; no robarás; no darás falso testimonio; honra
a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo”.
El joven le respondió: “He guardado todos esos mandamientos
desde que llegué a la juventud. ¿Qué me falta todavía?” Jesús le
dijo: “Si quieres ser perfecto, ve, vende todo lo que tienes y dáselo a
los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo. Luego ven, y sígueme”.
Al oír esas palabras, el joven se retiró apenado, porque tenía
muchos bienes. Jesús dijo entonces a sus discípulos: “En verdad os
digo, que es muy difícil que un rico entre en el reino de los Cielos. Una
vez más os digo: Es más fácil que un camello pase por el ojo de una
aguja, que un rico entre en el reino de los Cielos11.” (San Mateo, 19:16
a 24; San Lucas, 18:18 a 25; San Marcos, 10:17 a 25.)



 Por qué recomendó Jesús al joven que se deshiciese de su fortuna?
Ciertamente porque esta fortuna, utilizada sólo en provecho propio, lo aprisionaba, le impedía
de practicar la caridad y lo apartaba del único camino que conduce a la salvación.
  Entonces, ¿no basta solamente observar los mandamientos para obtener la vida eterna?
La observación de los mandamientos es importante, pero quien ya los cumple – como era el caso del joven – necesita ejercitar otras virtudes, para promover el perfeccionamiento delespíritu. ¿En este pasaje Jesús nos enseña a despojarnos de lo que poseemos, para obtener la salvación?
No. Jesús nos enseña el desapego de los bienes materiales, mostrándonos que nada en la vida es más importante que la búsqueda de las cosas espirituales. Los bienes materiales son
medios que nos son concedidos para ese fin, aunque no pueden constituir obstáculos para
nuestro avance espiritual. ¿Por qué le es tan difícil al rico entrar en el reino de los cielos?
Porque él sufre, con mayor intensidad, la llamada de las tentaciones del mundo y de los gozos
materiales, que se oponen a las oportunidades del espíritu y lo apartan de Dios.
La fortuna de aquél joven era un obstáculo para su progreso espiritual; por eso,
Jesús le aconsejó que se deshiciese de ella. La verdadera riqueza es la del espíritu.
No es Dios quien exige del espíritu la práctica de esta o aquella virtud: es el propio
espíritu que, movido por la ley del progreso, anhela otras prácticas que lo lleven a la
perfección.

Los bienes materiales son concesiones pasajeras que Dios nos permite, con el fin de
que los administremos a favor del prójimo.

“Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el
reino de los cielos”.

NO SE PUEDE SERVIR A DIOS Y A MAMON

¿Qué podemos entender con la frase de Jesús: “nadie puede servir a dos señores”?
Que no podemos vivir, simultáneamente, fascinados por las cosas materiales y estar
comprometidos con la salvación del espíritu, pues es imposible conciliar dos principios tan
opuestos entre sí.
 ¿Cuál es el sentido de la palabra “Mamon”?
El imperio de las cosas materiales, de los placeres desequilibrados, que obstruyen los
sentimientos de espiritualidad, únicos capaces de conducir al hombre a la verdadera felicidad.
¿Cuál fue la primera recomendación de Jesús al joven que deseaba adquirir la vida
eterna?
La observación de los mandamientos: “No matarás; no cometerás adulterio; no hurtarás; no
darás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre y ama a tu prójimo como a ti mismo”.
4 Y la segunda recomendación hacha por Jesús al joven, ¿cuál fue?
Que se deshiciese de los bienes materiales, los donase a los pobres y lo siguiera.OS.
“Nadie puede servir a dos señores, porque u odiará a uno y amará al otro, o se unirá
a uno y despreciará al otro”.
Jesús se refería a todo lo que nos une a la materia y nos impide el avance espiritual.
El camino de la perdición es largo y arduo. Para recorrerlo es necesario, inicialmente,
la práctica de pequeños gestos, que nos permitirán el ejercicio de grandes virtudes.
“Si quieres ser perfecto, ve, vende todo lo que tienes, dónalo a los pobres y tendrás
un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”.

lunes, 22 de junio de 2015

VENTAJAS DE LA COMUNICACIÓN CON LOS SERES ESPIRITUALES.

¿Y qué ventajas reporta a los hombres la comunicación con los espíritus?:
¡Muchas! Si se saben apreciar, inmensas si se comprenden sus tendencias general-mente moralizadoras. La comunicación de los espíritus rasga el tupido velo de los misterios religiosos; y como dice muy bien Kardec:
Hasta ese día el hombre no había podido crear sino hipótesis acerca de su porvenir, y he aquí porqué sus creencias en esa materia estaban divididas en sistemas tan numerosos y tan opuestos desde el aniquilamiento, hasta las fantásticas descripciones del paraíso y del infierno. Hoy son testigos presenciales los actores mismos de la vida de ultratumba, los que vienen a decirnos lo que en eso hay, lo cuál sólo ellos podrán hacerlo.
Esas manifestaciones han servido no para darnos a conocer el mundo invisible que nos rodea y que ni siquiera sospechábamos, cuyo conocimiento, por si solo es de una importancia capital, aún suponiendo que los espíritus no pudieran enseñarnos otra cosa.
¿Quién si se encontrara en un país desconocido, despreciará las señas que pudiera darle el campesino más humilde que a su paso encontrara? ¿Rehusaría preguntarle, siquiera, acerca del estado del camino, porque fuera un pobre labriego?.
En verdad que no habría que esperar de él profundas instrucciones, más en su esfera y por ser lo que és, podría en ciertos puntos guiarnos mejor que un sabio muy distinguido que no conociera el país. Se sacarían de sus indicaciones consecuencias que quizás él mismo no podría sacar, sin que por eso hubiese dejado de ser un medio muy útil para hacer ciertas observaciones, aunque no hubiese servido sino para darnos a conocer las costumbres de los habitantes del país. Lo mismo puede decirse de las relaciones de los espíritus, de los cuales el más humilde puede darnos instrucciones muy útiles.
Una comparación vulgar hará comprender mejor todavía la situación.
Un navío cargado de emigrantes parte de un país lejano:
Lleva gente de todas condiciones, que dejan parientes y amigos numerosos.
Corre la voz de que el navío ha naufragado: no queda de él rastro ninguno, ni llega noticia alguna de su suerte, por lo que se cree que todos los pasajeros han perecido, y se esparce el luto y la consternación en todas las familias. Sin embargo, todos sin exceptuar uno solo, han arribado a otra tierra desconocida, pero abundante y fértil, donde viven bajo un hermoso cielo, alegres y felices. Pero esto se ignora.
Mas un día otro navío llega a dicha tierra y encuentra a los náufragos sanos y salvos; la noticia circula con la rapidez del rayo, y cada cual felicita a los demás diciendo:
nuestros amigos viven, y dan gracias a Dios. No pueden verse, pero están en correspondencia regular, se cruzan los testimonios de afecto, y la alegría sucede a la tristeza.
Tal es la imagen de la vida terrestre y de la vida de ultratumba antes y después de la revelación moderna; ésta, semejante al segundo navío nos trae la buena noticia de la supervivencia de los que nos son queridos, y la certidumbre de irnos a reunirnos con ellos algún día.
La duda acerca de su suerte y de la nuestra ya no existe, y la tristeza y el desaliento ceden su puesto a una risueña esperanza. Pero otros resultados vienen a fecundar esta revelación.
Juzgando Dios a la humanidad dispuesto para penetrar en los misterios de su doctrina y contemplar a sangre fría nuevas maravillas, ha permitido que se descorriese el velo que separaba el mundo visible del invisible. El hecho de las manifestaciones no tiene nada de extrahumano, es la humanidad espiritual que viene a conversar con la humanidad corporal y a decirle: nosotros existimos, luego la nada no existe; ved ahora lo que somos y
lo que habréis de ser; éste es vuestro porvenir, así como el nuestro. Vosotros marchábais en las tinieblas, venimos a ilustraros y a mostraros el camino; marchábais sin rumbo y a la ventura, y os enseñamos el puerto. La vida terrestre lo era todo para vosotros, porque nada veíais después de ella y nosotros os decimos, manifestando la vida espiritual que gozamos:
la vida terrestre no es nada.
Vuestra vista se detenía en los bordes de la tumba, y del lado de allá existe horizontes espléndidos e interminables. No os dabáis cuenta de la causa de vuestro sufrimiento, y ahora veis en ellos la justicia de Dios; el bien existía sin frutos aparentes para el futuro, mas en lo sucesivo tendrán un gran objeto presente y será una necesidad; la fraternidad será una utopía generosa, ved ahora como es una realidad espléndida fundada en las leyes de la naturaleza. Bajo el influjo de la creencia de que todo acaba con la vida del cuerpo, la inmensidad es el vacío, el egoísmo impera entre vosotros y es el mote de vuestro escudo y la última palabra de vuestra moral es cada uno para sí; con la certidumbre del porvenir, los espacios infinitos se pueblan hasta el infinito, y el vacío y la soledad no existe en ninguna parte: la solidaridad une a todos los seres del lado de allá de la tumba, y existe el reinado de la caridad con el mote en su escudo. Cada uno para todos y todos para uno. Dice Kardec en su libro, “La Génesis”:
El fluido universal es, como se ha visto, el elemento primitivo del cuerpo carnal y del periespíritu, los cuales no son sino transformaciones del mismo. Este fluido por la identidad de su naturaleza, puede suministrar al cuerpo los elementos reparadores de que tenga necesidad. Estando condensado en el periespíritu, el agente propulsor es el Espíritu, encarnado o no, que infiltra en un cuerpo deteriorado una parte de la sustancia de su envoltura fluídica. La curación se verifica por la sustitución de una molécula enferma por otra sana. La potencia curativa será, pues, proporcional a la pureza de la sustancia inoculada; depende además de la energía y de la voluntad que provoca una emisión fluídica más abundante y da al fluido mayor agudeza o fuerza de penetración, y en fin, de las intenciones que animan al que desea curar, sea hombre o Espíritu. Los fluidos que emanan de una fuente impura, son como sustancias medicinales alteradas.
Los efectos de la acción fluídica sobre los enfermos, son extremadamente variados según las circunstancias: esta acción es a veces lenta y reclama un tratamiento sostenido, como es el de magnetismo ordinario; otras es rápido como una corriente eléctrica. Hay personas dotadas de un poder tal, que obtienen en ciertos enfermos, curaciones instantáneas con sólo imponerles las manos y aún por el solo acto de la voluntad, entre los dos extremos de esa facultad, hay matices variados hasta el infinito.
Todas las curaciones de este género son variedades del magnetismo, y no se diferencian sino por la potencia y la prontitud de la acción. El principio es constantemente el mismo; es el fluido que representa el papel de agente terapéutico, y cuyo efecto está subordinado a su calidad y a circunstancias especiales.
La acción magnética puede producirse de varias maneras:
1º - Por el fluido mismo del magnetizador, en este caso, es el magnetismo propiamente dicho, o sea magnetismo humano, cuya acción está subordinada a la potencia y sobre todo a la calidad del fluido.
2º -Por el fluido de los espíritus que obran directamente y sin intermediario sobre un encarnado, ya para calmar o curar un padecimiento, ya para provocar un sueño sonambúlico espontáneo, ya para ejercer sobre el individuo una influencia física o moral cualquiera. Este es el magnetismo espiritual, cuya calidad está en relación con las cualidades del Espíritu.
3º -Por el fluido que los espíritus emiten sobre el magnetizador, el cual sirve de conductor. Este es el magnetismo mixto, semi-espiritual o si se quiere humanoespiritual.
El fluido espiritual, combinado con el fluido humano, da a este último las cualidades que le faltan. El concurso de los espíritus en tal caso, es a veces espontáneo, pero las mayoría de veces es provocado por la evocación o llamamiento del magnetizador.
La facultad de curar por el influjo fluídico es muy común y puede desarrollarse por el ejercicio; pero la de curar instantáneamente por la imposición de las manos es más rara, y su apogeo puede considerarse como excepcional; no obstante, se han visto en diversas épocas y en casi todos los pueblos, individuos que la han poseído en grado inminente. En estos últimos tiempos se han visto varios ejemplos notables cuya autenticidad es incuestionable. Puesto que esta clase de curaciones tienen por fundamento un principio natural y el poder de hacerlas no es un privilegio, no se salen de las leyes naturales y no tienen nada de milagrosas sino en la apariencia.
Ciertamente que existen estos médiums poderosos, nosotros hemos tenido la fortuna de conocer a varios y entre ellos a uno cuya voluntad convertida en potencia, ha dado la salud instantánea a muchos enfermos, sin que por esto creamos que el tal médium sea un santo bajado del cielo.
Nosotros no le damos a nada ni a nadie un tinte mágico ni un carácter milagroso: aceptamos todos los efectos como sencillas demostraciones de las leyes naturales, y es indiscutible que el Espiritismo con sus manifestaciones ha hecho pensar a muchos en lo que nunca habían pensado, y ha desarrollado condiciones que ellos ignoraban.
Que esto haya dado lugar a supercherías y engaños no implica nada en contra del Espiritismo que, como dice Kardec sobre los caracteres de los milagros. De que el Espiritismo admita los efectos que son consecuencia de la existencia del alma, no se deduce que acepte todos los efectos calificados como maravillosos, ni que traten de justificarlos y acreditarlos; que se haga campeón de todos los soñadores, de todas las utopías, de todas las excentricidades sistemáticas, de todos los romances y leyendas
milagrosas. Es preciso conocerle para juzgarle.
¿Han negado acaso sus partidarios que el charlatanismo ha explotado ciertos hechos; que la imaginación a fraguado otros y que el fanatismo ha exagerado mucho?. El Espiritismo no es solidario de las extravagancias que pueden cometer en su nombre, como la verdadera ciencia no lo es de los abusos de la ignorancia, ni la verdadera religión de los excesos del fanatismo. Muchos críticos juzgan el Espiritismo por los cuentos fantásticos y las leyendas populares, que son pura y simplemente novelas imaginarias; pero esto es lo mismo que juzgar la historia por los dramas y novelas que se dicen históricos.
Dicen por último, que si ha salido un rayo de luz; han aparecido miles y miles de soles, innumerables sistemas planetarios, porque todas las grandes cosas tienen humildes principios, y de los visionarios que se han entretenido en ver danzar las mesas, han salido esos locos sublimes, esos genios que el mundo llama sabios, esas lumbreras de la ciencia y del sentimiento, esos apóstoles de la razón, esos profundos deistas llamados: Kardec, Pezzani, Flammarión, Víctor Hugo y tantos y tantos hombres ilustres cuyos nombres sería difuso enumerar. Es inútil que se quieran oponer al eterno adelanto del titán de los siglos.
El progreso avanzará siempre, porque su destino es avanzar, y el Espiritismo es la síntesis del progreso, porque aspira a la regeneración de la humanidad.
Su lema es hacia Dios por la caridad y la ciencia.
Decía Hippel que la imaginación es el pulmón del alma, y nosotros decimos que el Espiritismo es el pulmón de la eternidad.
El carácter esencial del milagro en el sentido teológico es el de ser una excepción a las leyes de la naturaleza, siendo por consiguiente inexplicable por las mismas.
Desde el instante que pueda explicarse un hecho y se relaciona con una ley conocida, cesa de ser un milagro. Así es como los descubrimientos de la ciencia han hecho entrar en el dominio de los acontecimientos naturales ciertos efectos calificados de prodigiosos, mientras fue desconocida su causa.
Más tarde, el conocimiento del principio espiritual, de la acción de los fluidos sobre la economía del mundo visible en medio de la cual vivimos, de las facultades del
alma, de la existencia y propiedad del periespíritu han dado la clave de los fenómenos del orden psíquico, y ha probado que, al igual que los otros, no son derogaciones de las leyes de la naturaleza, sino que, por el contrario son aplicaciones frecuentes de las mismas.
Todos los efectos del magnetismo, del sonambulismo, del éxtasis, de doble vista, de hipnotismo, de catalepsia, de anestesia, de transmisión del pensamiento, de curaciones instantáneas, de posesiones, obsesiones, apariciones y transfiguraciones, etc, que constituyen la casi totalidad de los milagros del evangelio, pertenecen a semejante categoría de fenómenos.
Actualmente se sabe que esos efectos son resultados de actitudes y de disposiciones fisiológicas especiales; que se han producido en todos los tiempos, en todos los pueblos, y que no tienen más títulos para ser considerados como sobrenaturales, que todos aquellos cuyas causas eran desconocidas.
Esto explica porqué todas las religiones han tenido sus milagros, que no son más que hechos naturales, pero casi siempre amplificados hasta el absurdo por la credulidad, la ignorancia y la superstición, a los cuales empero, reducen a su justo valor los conocimientos actuales, descartando la parte legendaria.
Las religiones deben cambiar de rumbo y progresar como progresa toda la Creación y seguir la marcha ascendente de las ideas. La humanidad ha tenido una infancia
muy prolongada; justo es que entre el periodo de la juventud, de la virilidad, de la fuerza, del entusiasmo y del deseo, trabaje para sí misma. Que se instruya, que lea en la obra del texto de la Creación, que en la Biblia de la naturaleza estudie la historia sagrada de los siglos.
¡Que por medio de la astronomía se entere de la historia universal de los planetas!
¡Que le pida a la geología la historia de la formación de la Tierra que cuenta por millones de siglos su avanzada edad, y que vaya leyendo en las capas terrestres las memorias de las generaciones que pasaron! ¡Que interrogue a la Hidrografía y que ésta le cuente la historia y los secretos de los mares, donde la vida se manifiesta en sus más recónditas profundidades!. Ante las maravillas de la Creación, esa inmensa obra que nadie vió comenzar, ni nadie le verá el fin; la imaginación se abisma en medio de tanta grandiosidad,
y todas las religiones de la tierra nos parecen cuentecitos,leyendas infantiles, consejos tradicionales, fábulas piadosas, místicas fantasías. Nos parece el mundo de lo infinitamente pequeño, mirando con el gran microscopio del tiempo, lente de un aumento tan prodigioso que centuplica el tamaño de cuanto se mira a través de sus cristales.
Porque, ¿Quién al contemplar la Creación no se ha sentido dominado por un sentimiento de admiración indescriptible, y ha buscado en los astros que sonríen en el firmamento la mirada magnética de Dios?. A las religiones se las ve nacer, y se las verá morir; pero la verdadera religión, la aspiración suprema del alma, el amor divino del Espíritu, la intuición deista que hay en el hombre, esa inteligencia secreta que reina entre Dios y las humanidades, esa durará tanto como nuestra vida... ¡Es eterna!. La humanidad tiene que ser deista, siempre le quedará a los hombres ¡Un Dios a quién adorar y un infinito para vivir!.
El Espiritismo es fuerte, porque se apoya en las mismas bases de la religión; Dios, el alma, las penas y las recompensas futuras, sobre todo porque presentan esas penas y esas recompensas como naturales consecuencias de la vida terrestre y porque nada del cuadro que ofrece del porvenir puede ser rechazado por la razón más exigente.
Muy equivocada idea se tendría del Espiritismo si se creyera que toma su fuerza en la práctica de las manifestaciones materiales, y que dificultando éstas, pueden minársele por su base. Su fuerza reside en la filosofía, en el llamamiento que hace a la razón y al sentido común. En la antigüedad eran objeto de estudios misteriosos, cuidadosamente ocultos a los pueblos: hoy no tiene secretos para nadie, habla un lenguaje claro, sin ambigüedad, en él nada hay místico, nada alegórico susceptible de falsas interpretaciones.
Quiere ser comprendido por todos, porque ha llegado la época de hacer conocer a los hombres la verdad; lejos de oponerse a la difusión de la luz, la quiere para todos; no exige una creencia ciega, sino que quiere que se sepa porqué se cree, y apoyándose siempre en la razón, será siempre más fuerte que los que se apoyan en la nada.
¿Qué hace la moderna ciencia espiritista?. Reúne en un cuerpo lo que estaba esparcido; explica en términos propios lo que sólo estaba en alegóricos; rechaza lo que la superstición y la ignorancia han engendrado, para no dejar más que lo real y positivo.
Esta es su misión; pero la de fundadores no le pertenece. Enseña lo que es, coordina, pero no crea, porque sus bases han existido en todos los tiempos y lugares. La creencia espirita, no se impone ni se cree que fuera del Espiritismo, no haya dicha posible,
nadie tiene el exclusivismo.
Kardec en su libro de los Espíritus, pregunta:
¿Es preciso hacer profesión del Espiritismo y de creer en las manifestaciones, para asegurar nuestra suerte en la vida futura?.
Si fuese así, diríase que todos los que en él no creen o no han estado en disposición de ilustrarse sobre el particular, estarían desheredados, lo que es un absurdo. El bien es lo que asegura la suerte venidera y el bien es siempre bien, cualquiera que sea el
camino que a él conduzca.
La creencia en el Espiritismo ayuda a mejorarse fijando las ideas sobre ciertos puntos del porvenir, apresura el progreso de los individuos y de las masas, porque nos permite hacernos cargo de lo que un día seremos; es un punto de apoyo, una luz que nos guía. El Espiritismo enseña a soportar las pruebas con paciencia y resignación; aparta los hechos que puedan retardar la dicha futura, y así es como ésta contribuye, pero no hay que decir que sin él, no pueda conseguirse aquélla.
Kardec, en su libro de los espíritus, sobre el tema de la metempsicosis dice:
La comunidad de origen en el principio inteligente de los seres vivientes ¿No es la consagración de la doctrina de la metempsicosis?.
Dos cosas pueden tener el mismo origen y más adelante pueden no parecerse en nada.
¿Quién reconocería al árbol con sus hojas, flores y frutos en el germen informe contenido en la simiente de donde ha salido?.
Desde el momento en que el principio inteligente logra el grado necesario para ser Espíritu y entrar en el periodo de la humanidad, cesa de tener relación con su estado primitivo y deja de ser alma de la bestia, como el árbol la simiente. No le resta al hombre del animal más que el cuerpo y las pasiones que nacen de la influencia de éste y del instinto de conservación inherente a la materia. No puede, pues, decirse que tal hombre es la encarnación del Espíritu de tal animal, y por consiguiente la metempsicosis, tal como se entiende no es exacta.
El Espíritu que ha animado el cuerpo de un hombre ¿Podría encarnarse en un animal?.
Eso equivaldría a retrogradar, y el Espíritu no retrograda. El río no remonta hacia su curso.
¿Pueden degenerar los espíritus? ¡No! Pues a medida que progresan, comprenden lo que les alejaba de la perfección, y terminada una prueba, posee el conocimiento de ella y no lo olvida. Puede permanecer estacionario pero no retrocede.
¿Por errónea que sea la idea atribuida a la metempsicosis no será resultado del sentimiento intuitivo de las diferentes existencias del hombre?.
Este sentimiento intuitivo se descubre en esa como en otras muchas creencias, pero el hombre las a desnaturalizado, como ha hecho en la mayor parte de sus ideas intuitivas.
La metempsicosis sería verdadera, si se entendiese por ella el progreso del alma de un estado inferior a otro superior, en el que hallaría desarrollos que transformarían su
naturaleza; pero es falsa en el sentido de transmigración directa del animal en el hombre y
viceversa lo que implicaría idea de retroceso o fusión, y no pudiendo verificarse semejante
fusión entre los seres corporales de las dos especies, es indicio de que están en grados inasimilables, y que lo mismo debe suceder con los espíritus que los animan.
Si el mismo Espíritu pudiese animarlos alternativamente, se seguiría de ello una identidad de naturaleza que se traduciría en la posibilidad de la reproducción material. La reencarnación enseñada por los espíritus está fundada, por el contrario, en la marcha
ascendente de la naturaleza y en el progreso del hombre en su propia especie, lo que en nada mengua su dignidad. Lo que le rebaja, es el mal uso de las facultades que Dios le ha dado para su adelanto.
Las anteriores consideraciones leídas sin pasión, sin Espíritu de partido, ¿Conducen a creer que las reencarnaciones que acepta el Espiritismo sea la antigua y absurda metempsicosis?.
¡No! para confundirlas se necesita o mucha ignorancia, o muy mala intención; pero estudiándolas desapasionadamente, se ve que el hombre no podrá retroceder en posición, pues como dice muy bien Kardec; la marcha de los espíritus es progresiva y nunca retrógrada, se elevan gradualmente en la jerarquía y no descienden de la altura a que han llegado. En sus diferentes existencias corporales pueden descender como hombres; pero no como espíritus. Así el alma de un potentado de la Tierra puede más tarde animar
al más humilde artesano, y viceversa; porque los rangos entre los hombres están con frecuencia en razón inversa de los sentimientos morales. Herodes era rey y Jesús carpintero.
Estúdiense bien las obras espiritistas, y no diremos que se admitan como artículos de fe todas sus proposiciones; pero si el que estudia es hombre entendido, y habla con noble franqueza tiene que confesar que dentro del Espiritismo no hay nada antimoral, antireligioso ni antirracional.
En el mundo caben todas las ideas; puesto que caben todos los espíritus que vienen a cumplir su condena en esta penitenciaría de la Creación, porque cada creencia es apropiada a los seres que la sustentan.
El Espiritismo no es para los oscurantistas.
No es para los fanáticos.
No es para los hombres que no tienen voluntad propia.
Es, sí, para los librepensadores.
Para los racionalistas religiosos que no convierten su razón en ley, sino que anteponen una razón suprema al raciocinio de su inteligencia.
Es para las almas que tienen sed de verdad.
En la obra de Dios no se ve un término; Él es la vida de los espíritus; y éstos,
miran su vida con Él; mas siempre existirá la misma distancia entre Dios y el hombre, por más que este último llegue a ser impecable como Cristo.
Nunca el efecto podrá confundirse con la causa, ni nunca la causa necesitará como fin último absorber en sí todos los efectos.
En Dios no puede haber fines últimos, ¡Sino eternos principios!
¡Vida infinita!
¡Creación incesante!
¡Renovación perpetua!
¡Reproducción continua!
¡Su fin último no es la absorción!
¡Su principio eterno es el progreso!
Las humanidades son la condensación de su aliento, y las humanidades nunca pueden desaparecer, nunca pueden perder su individualidad; su destino es el progreso indefinido y cada Espíritu aisladamente cumplirá a través de las edades su sagrada misión.
Para Dios no hay ayer ni mañana; para Dios no hay más que el tiempo presente; los principios y los fines son obra del hombre; ¡La inmutable eternidad es la apoteosis de Dios!.
La escuela espiritista-racionalista no se cree heredera de ningún testamento; para ella no hay más testamento que los hechos de cada uno. El criminal heredará la desgracia de sus vicios, y el hombre honrado la consideración social y la tranquilidad de su conciencia.
¿Como borrarán los espiritistas la miseria de la Tierra? ¡Con la caridad!.
Con la caridad bien entendida, haciendo recordar a los que emprendan grandes empresas, que hay muchisímos pobres que se mueren de hambre y de frío, y si para levantar un templo u otro edificio análogo se habrán de emplear cuarenta millones, construidlo por la mitad de precio, y los veinte restantes empleadlos en un hospital bien acondicionado, o bien en casas para obreros que viven infelices en tugurios sin las condiciones más precisas que prescribe la higiene.
El Espiritismo ordena el trabajo ¿Y acaso, nada más noble que el trabajo?.
Si este, es la riqueza de la humanidad veamos lo que dice sobre este asunto Kardec.
La necesidad del trabajo es una ley de la naturaleza, por lo mismo que es una necesidad, y la civilización obliga al hombre a mayor trabajo porque aumenta sus necesidades y sus goces.
¿Por qué es impuesto el trabajo al hombre?.
Es consecuencia de su naturaleza corporal, una expiación y al mismo tiempo un medio de perfeccionar su inteligencia.
Sin el trabajo, el hombre no saldría de la infancia de la inteligencia y por esto sólo a su trabajo y actividad debe la subsistencia, la seguridad y el bienestar. Al que es débil de
cuerpo, Dios le da en cambio la inteligencia, pero siempre es trabajo.
Amalia Domingo Soler

EN TORNO A LA ORACION

Hermanos para todos un saludo caluroso. 
Hoy tiernamente recibo este encargo con el que quiero compartir y fraternizar. Hace ya algun nutrido tiempo en el camino espirita, tuve la felicidad  de leer el primer libro complementario de la codificacion espírita, fue maravilloso aprender con este  libro" Entre la Tierra y el Cielo", está lleno de muchas enseñanzas y más exactamente de esclarecimientos  que en su momento llegaron y curiosamente aun llegan como el agua al sediento...

Hoy les comparto un fragmento de este libro con los más lúcidas expresiones del mundo mayor que nos dilucidan conceptos acerca de la oracion, tocando las mas profundas fibras del sentimiento, solo les quiero pedir que asi mismo lo lean para que facilite el deseo de comprenderse a si mismos, tarea que nos cabe insistentemente.


 EN TORNO A LA ORACION.
En el Templo del socorro (  Institución de la ciudad espiritual en que se encuentra el Autor. —Nota del Autor espiritual.) el Ministro Clarencio, comentaba la sublimidad de la oración, y nosotros oíamos con la mejor atención.
–Todo deseo –decía, convincente– es manantial de poder. La planta que se eleva hacia lo alto, convirtiendo su energía en fruto que alimenta la vida, es un ser que ansió multiplicarse...
–Pero todo peticionario reclama quien le escuche –interrumpió uno de los compañeros–. ¿Quién habría respondido a los ruegos, sin palabras, de la planta?
El venerable orientador respondió, tranquilo:
–La Ley, como representación de nuestro Padre Celestial, se manifiesta a todo y a todos, a través de los múltiples agentes que la sirven. En el caso a que nos referimos, el Sol sustentó al vegetal, proporcionándole recursos para alcanzar los objetivos que se proponía lograr.
E, imprimiendo significativo tono a su voz, continuó:
–En el nombre de Dios, las criaturas, tanto como sea posible, atienden a las criaturas. Así como poseemos, en la electricidad, los transformadores de energía para el adecuado aprovechamiento de la fuerza, tenemos igualmente, en todos los dominios del Universo, los transformadores de la bendición, del socorro, del esclarecimiento... Las corrientes centrales de la vida parten del Todo Poderoso y descienden a chorros, transubstanciadas de forma infinita. De la luz suprema a la tiniebla total, y viceversa, tenemos el flujo y el reflujo del soplo del Creador, a través de incontables seres, escalonados en todas las fases del instinto, de la inteligencia, de la razón, de la humanidad y de la angelitud, que modifican la energía divina, de acuerdo con el grado del trabajo evolutivo, en el medio en el que se encuentran. Cada escalón de la vida está superpoblado por millones de criaturas... El camino de ascensión espiritual es como aquella escalera milagrosa de la visión de Jacob, que pasaba por la Tierra y se perdía en los cielos... La oración, cualquiera que ella sea, es acción provocando la reacción que le corresponde. Según su naturaleza, fluctúa en la región en que fue emitida o se eleva más, o menos, recibiendo la respuesta inmediata o remota, según las finalidades a que se destina. Deseos vanos encuentran realización próxima en la misma esfera en que surgen. Impulsos de expresión algo más nobles son amparados por las almas que se ennoblecieron. Ideales y peticiones de significación profunda en la inmortalidad remontan a las alturas...
El mentor generoso hizo una pequeña pausa, como dándonos tiempo para reflexionar y acentuó:
–Cada oración, así como cada emisión de fuerza, se caracteriza por determinado potencial de frecuencia y todos estamos rodeados por Inteligencias capaces de sintonizar con nuestro llamado, en forma de estaciones receptoras. Sabemos que la Humanidad Universal, en los infinitos mundos de la grandeza cósmica, está constituida por las criaturas de Dios, en diversas edades y posiciones... En el Reino Espiritual, nos incumbe considerar los principios de la herencia. Cada conciencia, a medida que se perfecciona y se santifica, primorea, en sí, cualidades del Padre Celestial, armonizán-dose, gradualmente, con la Ley. Cuanto más elevado es el porcentaje de esas cualida-des en un espíritu, más amplio es su poder de cooperar en la ejecución del Plan Divino, respondiendo a las solicitudes de la vida, en nombre de Dios, que nos creó a todos para el Infinito Amor y para la Infinita Sabiduría…
Rompiendo el silencio que se hiciera natural para nuestra reflexión, el hermano Hilario preguntó:
–Pero, ¿cómo interpretar la enseñanza, cuando estemos ante propósitos malignos? ¿Un hombre que desea cometer un crimen estará también en el servicio de la oración?
–Abstengámonos de emplear la palabra “oración”, cuando se trate de desequilibrio –adujo Clarencio, bondadoso–, digamos “invocación”.
Y añadió:
–Cuando alguien nutre el deseo de perpetrar una falta está invocando fuerzas inferiores y movilizando recursos por los cuales se hará responsable. A través de los impulsos infelices de nuestra alma, muchas veces descendemos a las vibraciones desvariadas de la cólera o del vicio y, de tal posición, es fácil que caigamos en el enredado pozo del crimen, en cuyas cavernas nos ligamos, de inmediato, a ciertas men-tes estancadas en la ignorancia, que se hacen instrumentos de nuestras bajas ideas o de las que nos volvemos deplorables juguetes en la sombra. Todas nuestras aspiraciones movilizan energías para el bien o para el mal. Por eso mismo, su dirección permanece subordinada a nuestra responsabilidad. Analicemos con cuidado nuestra elección, en cualquier problema o situación en el camino que nos es dado a recorrer, dado que nuestro pensamiento volará, por delante de nosotros, atrayendo y formando la realiza-ción que nos proponemos alcanzar y, en cualquier sector de la existencia, la vida res-ponde, según nuestra solicitud. Seremos sus deudores por lo que de ella hayamos recibido.
El Ministro sonrió, benevolente, y recordó:
–Estemos convencidos, que el mal es siempre un circulo cerrado sobre sí mismo, guardando temporalmente a aquellos que lo crearon, como si fuese un quiste de corta o larga duración, disolviéndose, por fin, en el bien infinito, a medida que se reeducan las Inteligencias que a él se aglutinan y se apegan. El Señor tolera la desarmonía, a fin de que por medio de sí misma se realice el reajuste moral de los espíritus que la sustentan toda vez que el mal reacciona sobre aquellos que lo practican, ayudándoles a com-prender las excelencias y la inmortalidad del bien, que es el inamovible fundamento de la Ley. Todos somos señores de nuestras creaciones y, al mismo tiempo, sus esclavos afortunados o infelices tutelados. Pedimos y obtenemos, pero pagaremos por todas nuestras adquisiciones. La responsabilidad es principio divino al que nadie podrá huir.