LA BIBLIA MUESTRA QUE ADÁN NO FUE EL PRIMER HOMBRE

Expulsado del Edén, la pareja primitiva tuvo dos hijos: Caín y Abel, según nos relata el Cap. IV del Génesis, versículos 1 al 16. Estaba así iniciada, según las religiones dogmáticas, la raza humana en la Tierra. Pero la propia Biblia desmiente esa suposición, al declarar, a continuación, en el versículo 2, que “Abel fue pastor y Caín labrador”. En los versículos 14 y 15 vemos a Caín temer que “otros” lo maten y el Señor “puso una señal en Caín, para que no lo hiriese de muerte quienquiera que lo encontrase”. Y el versículo 16 nos ofrece esta preciosa información: retirándose de la presencia del Señor el renegado Caín “habitó la tierra de Nod, al oriente del Edén”.
No es preciso salir de los límites de ese capítulo 4 del Génesis para ver que Adán y Eva no iniciaron la raza humana, sino únicamente su propia descendencia, en un mundo ya poblado hacía mucho tiempo. Los versículos siguientes así lo confirman plenamente. ¿Qué hace el Espiritismo a la vista de este problema? ¿Rechaza y condena a la Biblia como falsa? No. Por el contrario, procura interpretarla en espíritu y verdad, en vez de apegarse a las contradicciones y absurdos de la “letra que mata”.
En el capítulo XI de La Génesis, Kardec explica que la llamada raza adámica fue una de las últimas en surgir en la Tierra. “El Génesis nos la muestra – dice –
desde el comienzo industriosa, apta para las artes y las ciencias, sin haber pasado por la infancia intelectual, lo cual no es propio de las razas primitivas, sino que concuerda con la opinión de que ella se componía de Espíritus ya avanzados”. Caín era labrador, Abel era pastor, y seguidamente veremos a Caín casarse (¿con quién?) tener hijos y construir una ciudad. Tratemos ahora del fratricidio de Caín, cuyo símbolo es también de los más significativos.
Vemos en la Biblia que Caín mató a Abel por celos de Dios. Ambos habían ofrecido al Señor las primicias de sus trabajos; Caín, los frutos de la tierra, Abel, los gordos retoños de su rebaño. Lo cual demuestra que ya vivían en la era de las civilizaciones agrarias. Pero al Señor no le agradó la oferta vegetal, prefiriendo la de carne. Como todos los dioses antiguos, el Dios Único de la Biblia también apreciaba más las carnes que las frutas.
La alegoría es evidente: Caín representa el egoísmo humano de una raza en desarrollo, Abel es la víctima inocente de ese egoísmo feroz; Dios castiga a Caín, pero no lo aniquila, porque él necesita continuar progresando; y el Dios en causa no es el verdadero Dios, sino un guía espiritual, que representa al Señor ante la ingenuidad de ese pueblo naciente. ¡Es increíble que aún hoy nos quieran imponer esas alegorías en su sentido literal!

Herculano Pires.

No hay comentarios:

Publicar un comentario