Enseguida de la primera evocación del Sr. Sanson, hecha en la sociedad de París, un espíritu
dio, bajo este título, la comunicación siguiente:
“La muerte del hombre de quien os ocupáis en este momento, ha sido la del justo. Como el
día sucede naturalmente al alba, la vida espiritual ha sucedido para él a la vida terrestre, sin
sacudidas, sin amargura, y su último suspiro se ha exhalado en un himno de reconocimiento y de
amor... ¡Cuán pocos atraviesan así este rudo pasaje! ¡Cuán pocos después de la embriaguez y las
esperanzas perdidas de la vida, consiguen la paz del ritmo armonioso de las esferas! Así como el
hombre en buena salud, mutilado por una bala, sufre aún el miembro perdido, del mismo modo el
hombre que muere sin fe y sin esperanza se destroza y palpita escapándose del cuerpo y lanzándose
al espacio, inconsciente de sí mismo.
“Rogad por estas almas perturbadas, rogad por todo aquel que sufre. La caridad no está
restringida a la Humanidad visible. Ella socorre y consuela también a los seres que pueblan el
espacio. Habéis tenido de ello la prueba palpable por la conversión tan rápida de este espíritu
enternecido por las oraciones espiritistas, hechas sobre la tumba del hombre de bien a quien acabáis
de preguntar y que desea haceros progresar en la santa senda.1 El amor no tiene límites, llena el
espacio, dando y recibiendo a sus divinos consuelos.
“El mar se extiende en perspectiva infinita. Su último límite parece confundirse con el cielo,
y el espíritu se deslumbra con el magnífico espectáculo de estas dos grandezas. Así es que el amor,
más profundo que las olas, más infinito que el espacio, debe reuniros a todos, hombres y espíritus,
en la misma comunión de caridad, y obrar la admirable fusión de lo que es finito y de lo que es
eterno.”
Georges
1. Alusión al espíritu de Bernard, quien se manifestó espontáneamente el día de los funerales del Sr.
Sanson (véase la Revista de mayo de 1862, p. 133).
JUSTICIA DIVINA CIELO E INFIERNO
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