¿Hay
motivo para temer al Espiritismo?
Es por motivo de esas confusiones que muchos miran de reojo a aquellos que se
atreven a dedicarse a esos temas del Espiritismo. Por eso hay que tener coraje
para presentarse como espiritista hoy día.
Cuando surgió el Cristianismo, anunciado por el propio Cristo, pasaba lo mismo.
La sociedad criticaba a los primeros cristianos y hacia chistes con ellos.
Movidos por los intereses de la política dominante de la época, hubo quienes
condenaban a los primeros cristianos que eran muertos en circos por fieras hambrientas
o quemados vivos como antorchas humanas. Y, a pesar de todo, el Cristianismo
triunfó.
Cuanto más eran perseguidos, más cristianos
surgían; hasta el momento en que Constantino, emperador romano, tuvo la infeliz
idea de unir la religión naciente al estado decadente. A partir de entonces el
Cristianismo empezó a perder su pureza primitiva presentada por el Cristo y
vivenciada por los primeros cristianos.
Hoy ya no hay más persecuciones como en aquellos tiempos, pero aún es grande la
ignorancia de lo que sea la verdadera enseñanza de Jesús que nada tiene que ver
con dogmas o sacramentos. Su Doctrina es simple, pues anuncia, sin misterios,
"el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros
mismos".
El Espiritismo viene a recordar a los hombres de buena voluntad, la importancia
de esa vivencia del amor, de la fraternidad. Mas, para eso, es necesario que el
hombre aprenda a pensar en el bien de los demás al revés de pensar solamente en
sí mismo o en los de su propia sangre. Todas las religiones enseñan que somos
hijos del mismo Dios, por lo tanto somos hermanos. Pero son muy pocos los que
piensan en ello. Menos aún los que se dedican a ello.
Con la enseñanza de los Espíritus superiores podemos aprender como vivir esas
enseñanzas sin sufrir perjuicios, logrando el paso necesario para que uno se
sienta más útil, más valorado por el hecho de saber que es mejor de lo se creía
muchas veces. Porque son muchos los que tienen ganas de hacer el bien, pero,
acostumbrados a prácticas religiosas exteriores que nada dicen al corazón o al
alma, vacilan delante de las oportunidades por miedo, por no creer que valga la
pena, por no encontrar claros los motivos para auxiliar a los demás, por no ver
y no meditar en los ejemplos de aquellos que ya se dedican al bienestar de
otros.
Al estudiar el Espiritismo, uno lo encuentra muy claro, comprendiendo los
motivos de los sufrimientos humanos y de la necesidad de la solidaridad entre
todos. El nada tiene que ver con esas prácticas de brujería, cartomancia u otras
semejantes, pues que es una filosofía de vida que propone al hombre el
ejercicio del bien, la búsqueda del conocimiento de uno mismo, de los motivos
que dan origen a las acciones y reacciones en las distintas situaciones de la
vida, sea en familia o en sociedad.
No hay motivos para temer al Espiritismo, pues sus enseñanzas objetivan el bien
de todos sin distinciones. De hecho esa es la parte más fácil de ser vencida
porque no es difícil comprender que la Doctrina Espírita
objetiva el bien. El temor de la opinión de los demás, sí que es difícil de
vencerse. Pero, cuando uno sabe lo que es mejor para sí, gana el coraje de
enfrentarse a las opiniones habituales, pues muchas veces las gentes están
acomodadas en sus costumbres y alejadas del esfuerzo necesario a su progreso y
adelantamiento.
Por eso podemos afirmar con Allan Kardec, el Codificador de la Doctrina Espírita ,
que para comprender la parte esencial de las enseñanzas espíritas se requiere "cierto grado de sensibilidad
que se puede llamar la madurez del sentido moral, madurez independiente de la
edad y del grado de instrucción, porque es inherente al desarrollo, en un
sentido especial, del Espíritu encarnado".
La ignorancia produce el temor y la pereza. El conocimiento lleva a la plena
conciencia de su papel en la vida y promueve la liberación del hombre.
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