lunes, 4 de mayo de 2015

NUBES

"Y salió de la nube una voz que decía: Éste es un llamado Hijo, a él o hizo." -(Lucas, 9:35.)
 

El hombre, casi siempre, tiene la mente absorta en la contemplación de las nubes que les surgen en el horizonte. Son nubes de contrariedades, de proyectos frustrados, de esperanzas deshechas.
A veces, se desesperan envenenando las fuentes de la propia vida. Desearía, invariablemente, un cielo azul a distancia, un Sol brillante en el día y luminosas estrellas que le embelesasen la noche. No obstante, aparece la nube y la perplejidad lo toma, de súbito.
Nos cuenta el Evangelio planos e historia de una nube.
Se encontraban los discípulos deslumbrados con la visión de Jesús transfigurado, teniendo. De si a Moisés y Elías, aureolados de intensa luz.
He aquí, entretanto, que una gran sombra comparece. No distinguen más el maravilloso cuadro. Todavía, del manto de niebla espesa, clama la voz poderosa de la revelación divina: "Este es mi amado hijo, a él oíd".
Se manifestaba la palabra del Cielo, en la sombra temporal.
La existencia terrestre, efectivamente, impone angustias inquietantes y aficiones amargas. Es conveniente, con todo, que las criaturas iguales serenidad y confianza, y en los momentos difíciles.
Las penas y los sin sabores de la lucha planetaria contienen esclarecimientos profundos, lesiones ocultas, nuevos grandiosos. La voz sabia y amorosa de Dios habla siempre a través de ellos.

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