Con mucho cariño para los niños que desde temprana a edad comienzan a indagar y analizar cada una de sus vivencias de la vida cotidiana para ejercer el control de sus vidas amparados en las grandes virtudes.
Hoy el primer dia en que haremos un recorrido por las grandes Virtudes, con la ayuda de nuestra amiga Amalia Domingo Soler. Un abrazo a todos y que lo disfruten. Leanlo, compartanlo y disfrutenlo...
-¡Ay,
mamá! ¿Cuándo nos volvemos a Barcelona?
-¡Muchacho! ¿Estás
en tu juicio? ¿Acabamos de llegar, como quien dice, y ya te quieres volver?
-Es que estoy muy
aburrido, y como el director del colegio y el médico le dijeron a papá que no
me dejaran coger un libro, ni Dios entra en la biblioteca; la tiene cerrada a cal
y canto, y no sé qué hacer; acostumbrado como estoy a leer de noche y de día,
me aburro soberanamente.
-Pues, mira; si
sigues mis consejos y mis instrucciones no te aburrirás; desde mañana
comenzaremos la nueva vida.
-¿Y qué haremos,
mamá? ¿Qué haremos?
-Nos levantaremos
muy temprano, tan temprano que aún veremos las estrellas.
-Ya no me gusta el
principio.
-¿Qué sabes tú,
muñeco?
-Yo lo que sé es
que me gusta mucho dormir por la mañana.
-Pues, al campo no
se viene a dormir; se viene a madrugar para ver la salida del Sol.
-Pero, si es
siempre lo mismo; con una vez que la veamos al año basta.
-¿Qué sabes tú
muchacho? Escucha y calla.
-Bueno, pues
quedamos en que nos levantaremos con las estrellas, como si tuviéramos que ir
con las burras de leche a Barcelona. ¿Y qué más?
-¿Qué más? Que nos
beberemos un buen vaso de leche que tú mismo ordeñaras de la vaca negra,
aquélla que te gusta a ti tanto.
-¡Ah, sí! Ya lo
creo que me gusta; juego con ella como si fuera otro chiquillo como yo. ¿Y qué
haremos después?
-¿Después?
Prepararemos el primer almuerzo: unas buenas lonjas de jamón, medio pan tierno
y calentito, una botellita de vino, y la fruta ya la cogeremos de los perales,
de los melocotoneros, de los manzanos, de los ciruelos, de las parras o de las
viñas; pasearemos por los bosques, subiremos cada día a la cumbre de una
montaña, y descansaremos junto a la fuente que más nos agrade, y después de
pasear y de admirar los innumerables encantos de la Naturaleza, ya que no
puedes leer, yo te contaré cada día una historia, un episodio interesante, un
hecho sensacional de los que guarda mi memoria, porque aquí donde me ves, tan a
la buena de Dios, como tú dices, yo no he sabido mecer la cuna de mis hijos sin
tener un libro ante mis ojos; no es extraño que seas tan aficionado a la
lectura, porque yo, cuando tu padre está de viaje, tomo el chocolate leyendo;
si no, no puedo tragar bocado.
-Me gusta el plan
expuesto; y tanto me gusta, que no quiero esperar a mañana para dar comienzo a
ponerlo en práctica, y aunque hoy no nos hemos levantado con estrellas, ni
hemos correteado por el campo, aquí, en este rinconcito del jardín, bajo este
toldo de madreselva, me contarás la primera historia.
-No, hijo mío;
empezaremos mañana.
-No, no; dice el
director del colegio que la cera que va por delante es la que alumbra. ¿Mañana!
¿quién sabe si viviéremos mañana!
-Calla, hijo mío;
no digas eso ni en broma.
-Pues, si no
quieres que lo repita, empieza el cuento, es decir, no quiero que me cuentes
cuentos; quiero relatos verídicos, pues dice el director del colegio que las
novelas no hacen más que embrollar los entendimientos.
-Descuida,
chiquillo, descuida; yo tampoco quiero contar novelas, aunque bien considerado,
¿qué es la vida? Una novela de folletín, que vamos escribiendo cada uno por su
cuenta, y que al entregarnos por la noche al sueño, decimos al cerrar los ojos:
Se continuará.
www.espiritismo.cc
5FEE Las grandes
virtudes Amalia Domingo Soler 6
-Tienes
razón, mamá; pero no te vayas escapando con tus reflexiones, yo quiero la
primera historia.
-¡Ay! Bien dicen
que a <<chiquillos y a santos, no prometas que no cumplas>>.
-Justo, justo, lo
prometido es deuda; sentémonos muy juntitos el uno al otro, para que no se me
escape ninguna de tus palabras; comienza, pues.
-Pues, mira, leí
hace poco tiempo un episodio histórico que me llamó mucho la atención, por mas
que estaba escrito en forma de cuento.
-¿En forma de
cuento? Pues, ¿cómo empezaba?
-Empezaba diciendo
así: <<Era una vez un rey, a quien al llegar su mayor edad, le dijeron el
regente del reino y sus consejeros, que tenía que tomar estado para asegurar la
posesión de su trono, contando con que Dios le daría frutos de bendición en su
matrimonio; y el joven rey, que no era tartamudo ni escaso de inteligencia, les
contestó lo siguiente: <<Bueno, está bien; yo estoy conforme en contraer
matrimonio, pero no me quiero casar por la razón de Estado; me quiero casar
como se casan los pobres, por amor; quiero estar enamorado de mi esposa; tanto
me da que sea de estirpe real, como una pobre plebeya; lo que yo quiero es que
me guste y que ella me ame y me comprenda; así, pues, quedo que se celebren
tres concursos: el primero de mujeres hermosas, el segundo de mujeres sabias y
el tercero de mujeres buenas, y entre tantas mujeres reunidas, miraré a ver si
encuentro mi media naranja.>>
El regente y los
ministros, aunque no de muy buen grado, trataron de complacer al rey; se
ofrecieron valiosísimos premios, y en corto plazo se consiguió reunir lo que el
rey deseaba: un gran número de mujeres encantadoras, las unas por su belleza,
las otras por su talento y esas otras por sus virtudes.
Llegó el día
señalado y se llenaron los salones del palacio del rey de mujeres bonitas,
sabias y buenas; el rey mariposeó entre todas ellas, dirigiéndoles las más
dulces palabras, los cumplidos más ingeniosos y las más sentidas salutaciones,
a las unas por su belleza, a las otras por su talento y a esas otras por su
bondad y su piedad evangélicas.
Todas fueron
obsequiadas, las unas con ricas joyas, las otras con libros de gran valía, y
las que descollaban por su amor a los pobres, recibieron grandes bolsas de seda
llenas de monedas de oro para los necesitados.
Todas se fueron
muy contentas de la amabilidad del joven monarca; pero éste se quedó muy desilusionado,
muy descontento de todas ellas, y cuando sus ministros le preguntaron qué le
había parecido aquel enjambre de mujeres notables, dijo con marcado
desabrimiento: "Entre las mujeres bonitas las hay verdaderamente
seductoras; pero.... todas ellas tienen la cabeza vacía. ¿No sabéis lo que se
cuenta del encargo que hizo Dios a San Pedro?
No, señor, lo
ignoramos -contestaron los ministros-. Pues escuchad; cuenta la historia que
Dios le dijo a San Pedro: 'Mira, prepara dos calderos enormes, y los llenas, el
uno de sesos y el otro de sopas, y en cada caldero pones un buen cucharón, y
conforme yo te vaya mandando niños y niñas con la cabeza abierta, tú vas
echando en cada una de ellas una cucharada de sesos y otra de sopa, y de ese
modo se llenará la Tierra de medianías y vivirán felices los terrenales, porque
no serán ni tontos ni sabios.'
San Pedro le dijo
a Dios que estuviera tranquilo, que cumpliría fielmente sus órdenes; pero el
bueno de San Pedro, como era tan viejo, a lo mejor se equivocaba y echaba en
una cabeza dos cucharadas de sopas y en otra dos de sesos, y claro está, al que
no le echaron más que sopas, careció toda su vida de sesos...Pues así están las
mujeres bonitas que han acudido al concurso de belleza; son hermosas cabezas,
pero sin sesos; en cuanto a las sabias, son el orgullo andando y no se puede ir
con ellas a ninguna parte, y respecto a las mujeres piadosas, serán muy buenas
para asistir a los enfermos; pero...ninguna de ellas me
www.espiritismo.cc
6FEE Las grandes
virtudes Amalia Domingo Soler 7
ha
gustado; yo busco otra cosa en la mujer y ya me ingeniaré para encontrarlo. Por
lo pronto, quiero entrar de jardinero en un convento de monjas donde haya
educandas; iré bien disfrazado, me taparé un ojo con una venda negra, y sólo el
capellán del convento sabrá quién soy, y así de ese modo, cuando las educandas
jueguen en el jardín, escucharé sus conversaciones, a ver si allí encuentro lo
que hasta ahora no he podido encontrar."
Y dicho y hecho;
el rey se disfrazó y entró de jardinero en un convento donde se educaban la
mayor parte de las niñas nobles que había en la corte; allí permaneció varios
días, hasta que una tarde que arrancaba hierba en un parterre del jardín, vio a
dos muchachas de unos veinte años que entraron en un cenador y se sentaron a
descansar; la una era muy bonita y se llamaba María, la otra no era ni fea ni
bella y se llamaba Luisa; las dos comenzaron a hablar muy alto, sin cuidarse
del jardinero, que era todo oídos para no perder ni una palabra del diálogo de
las dos jóvenes. María, que hablaba más que siete, le dijo a Luisa: ¿Has visto
que chasco se han llevado las que se presentaron en palacio?
-Sí, ya lo sé;
parece que el rey les dio calabazas a todas ellas, y les está bien empleado por
presuntuosas.
-Pues, mira, tu
hermana está entre ellas.
-Ya lo sé, y
bastante los sentí que fuera.
-Pero, oye, ¿tú te
figuras que todas son tan tontas como tú, que te parece que estorbas en todas
partes? Todos los extremos son viciosos.
-No exageres,
María, no exageres; pero yo pienso que es mucha petulancia creerse muy bella, o
muy sabia, o muy buena; perfecto no hay nadie en este mundo, y necio es el que
se crea superior a los demás.
-¡Bah! ¡Bah! Ya
está bien puesto el mote que llevas encima.
-¡Sí, sí; ya sé
que me dicen por mal nombre Santa modestia!
-¡Por mal nombre?
-dijo el jardinero entrando en el cenador.
Las dos muchachas
le miraron y se echaron a reír, diciéndole María:
-¿Y a ti, quién te
da vela en este entierro? ¡Si la superiora te viera...!
-¡Ya me voy, ya me
voy; buenas tardes, Santa modestia!
Y el rey salió del
cenador, más contento que Colón cuando divisó el mundo soñado y pudo decir:
"¡Tierra!"
Un mes después se
casó el rey con Santa modestia, diciendo a sus ministros:
-Ya encontré lo
que buscaba; ya encontré una mujer verdaderamente modesta. ¡Cuántas gracias
tengo que darle a Dios...!>>
-¡Ay, mamá, qué
rey tan sabio! Pues, mira, cuando yo sea hombre buscaré una mujer como Santa
modestia.
-Búscala como es
tu madre -dijo el padre acariciando al niño-. Sin que vosotros me vierais, he
estado escuchando cuanto habéis hablado. Yo, sin ser rey, también me ingenié a
mi manera para hallar una mujer sencilla y buena, sin pretensiones de ser
hermosa, ni de ser sabia, ni de ser piadosa..., y como no tenía pretensiones de
nada, reunía todas las virtudes.
El niño abrazó a
su madre, diciéndole:
-¡Qué buen
principio hemos tenido! Me ha gustado muchísimo la historia que me has contado.
Mañana nos levantaremos con estrellas, beberemos leche, almorzaremos en el bosque
y luego, ¿qué me contarás?
-Lo que se
consigue con la tolerancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario