¿Qué debemos pensar de quienes, porque recibieron
ingratitud en pago por los beneficios que hicieron, dejan de
practicar el bien, para no tener que tratar con ingratos?
En ellos hay más egoísmo que caridad, dado que
hacer el bien para recibir demostraciones de reconocimiento
equivale a no hacerlo con desinterés. Sólo es agradable a
No sepa tu ma no i zquier da lo que da tu ma no der ech a
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Dios el bien que se practica de modo desinteresado. En ellos
también hay orgullo, porque se complacen en la humildad
con que el beneficiado deposita a sus pies el testimonio
de su reconocimiento. Aquel que busca en la Tierra la
recompensa por el bien que hace, no la recibirá en el Cielo.
Por el contrario, Dios tendrá en cuenta a aquel que no la
busca en este mundo.
Debéis ayudar siempre a los débiles, incluso si sabéis
previamente que aquellos a quienes hacéis el bien no os lo
agradecerán. Estad seguros de que si la persona a quien
prestáis un servicio lo olvida, Dios lo tendrá en cuenta
mucho más que si el beneficiado os hubiese pagado con su
gratitud. Dios permite que algunas veces se os pague con la
ingratitud, para poner a prueba vuestra perseverancia en la
práctica del bien.
Por otra parte, ¿quién sabe si ese beneficio, olvidado
momentáneamente, no habrá de producir más adelante
buenos frutos? Tened la certeza de que, por el contrario,
es una simiente que con el tiempo germinará. Por
desgracia, sólo veis el presente. Trabajáis para vosotros y
no para los demás. Los beneficios acaban por ablandar los
corazones más empedernidos. Pueden quedar en el olvido
en este mundo, pero cuando el Espíritu se despoje de
su envoltura carnal, se acordará de ellos, y ese recuerdo
será su castigo. Entonces, lamentará su ingratitud,
deseará reparar la falta, pagar la deuda en otra existencia,
muchas veces aceptando incluso una vida dedicada
a su benefactor. Así, sin que lo sospechéis, habréis
contribuido a su adelanto moral y llegaréis a reconocer,
posteriormente, la verdad de este principio: Una ayuda
jamás se desaprovecha. Por otra parte, también habréis
trabajado para vosotros mismos, porque conquistaréis el
mérito de haber hecho el bien con desinterés, sin dejaros
desanimar por las decepciones.
¡Ah!, amigos míos, si conocieseis todos los vínculos que
unen vuestra vida actual a vuestras existencias anteriores;
si pudieseis captar con una sola mirada la innumerable
cantidad de relaciones que ligan a los seres entre sí en bien
del progreso mutuo, admiraríais mucho más aún la sabiduría
y la bondad del Creador, que os permite volver a vivir para
que lleguéis hasta Él. (Un Guía protector. Sens, 1862.)
¿Por qué el hombre se siente, muchas veces,
decepcionado en la práctica del bien?
Porque
aún lo practica de forma interesada, no cristiana. Si examinamos el fondo de
nuestra conciencia, verificaremos que siempre esperamos alguna forma de
reconocimiento o recompensa a cambio del bien que practicamos.
¿Por qué permite Dios que seamos pagados con
la ingratitud?
Para
experimentar nuestra perseverancia en el bien. Para que podamos desarrollar
nuestra capacidad de hacer el bien, sin mirar cualquier especie de lucro.
¿Por qué no se pierde jamás el beneficio?
Porque,
al practicarlo, trabajamos igualmente para nosotros, pues Dios ve nuestra
acción y la tendrá en cuenta; y por los otros, ya que nuestro beneficio es una
simiente que germinará cuando el suelo esté pronto.
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Un beneficio hecho en este mundo, ¿puede ser recordado en la vida espiritual?
Sí.
Un beneficio puede ser olvidado en este mundo, pero al liberarse del cuerpo
material, el espíritu que lo recibió de él se acordará y deseará reparar su
ingratitud, dedicándose a su bienhechor en otra encarnación.
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