Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha.E.S.E CAP XIII Item 18
Tened cuidado de no practicar las
buenas obras delante
de los hombres para que estos las vean,
de lo contrario no recibiréis
la recompensa de vuestro Padre que está
en los Cielos. Por lo tanto,
cuando des limosna, no hagas sonar la
trompeta delante de ti,
como hacen los hipócritas en las
sinagogas y en las calles, para
ser honrados por los hombres. En verdad
os digo, que ellos ya han
recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando des limosna, que
no sepa tu mano izquierda lo que hace
tu mano derecha; para que
la limosna permanezca en secreto, y tu
Padre, que ve lo que ocurre
en secreto, te recompensará.” (San Mateo, 6:1
a 4.)
Hermanos
míos, amad a los huérfanos. Si
supieseis
cuán triste es estar solo y abandonado, ¡sobre
todo
durante la infancia! Dios permite que haya huérfanos
para
estimularnos a que nos pongamos en el lugar de sus
padres.
¡Qué divina caridad es ayudar a una pobre criatura
abandonada,
evitar que padezca hambre y frío, y orientar
su
alma para que no se pierda en el vicio! Quien tiende
la
mano a un niño desamparado es grato a Dios, porque
comprende
y practica su ley. Evaluad también que, muchas
veces,
el niño al que socorréis es alguien a quien quisisteis
en
otra encarnación. No obstante, si pudieseis recordarlo,
ese
socorro ya no sería caridad sino un deber. Así pues,
amigos
míos, cada ser que padece es vuestro hermano y
tiene
derecho a vuestra caridad, aunque no a esa caridad
que
hace daño al corazón, a esa limosna que quema la mano
donde
cae, porque a menudo vuestros óbolos tienen sabor
amargo.
¡Cuántas veces serían rechazados, si no fuera
porque
la enfermedad y la indigencia los están esperando en
el
desván donde se guarecen! Dad con delicadeza, sumad a
lo
que dais el beneficio más precioso de todos: una palabra
bondadosa,
una caricia, una sonrisa amigable. Evitad
ese
tono protector que equivale a revolver un cuchillo en
el
corazón que sangra, y considerad que al hacer el bien
estáis
trabajando por vosotros mismos y por los demás. (Un
Espíritu familiar.
París, 1860.)
La
orfandad es una de las más difíciles pruebas por las que pasa el espíritu
encarnado. Es, también, un desafío a nuestra solidaridad cristiana. Ampara al
huérfano es un acto que agrada a Dios y, por tanto, eleva espiritualmente a
quien lo practica.
¿Qué significa ser huérfano?
Huérfano es aquél que perdió el padre o la madre, o
ambos, necesitando, por tanto, de protección y cuidados de los adultos, para
desarrollarse.
Muchas veces, entre tanto, encontramos huérfanos de
padres vivos, los cuales no actúan con responsabilidad en el cuidado del hijo.
“Dios permite que haya huérfanos para que les
sirvamos de padres” “A Dios le agrada quien extiende la mano a un niño abandonado,
porque comprende y practica su ley”.
Todo sufriente es vuestro hermano y tiene derecho a
vuestra caridad”. “Dad delicadamente, unid al beneficio que hicierais el
más precioso de todos los beneficios: el de una buena palabra, una caricia,
una sonrisa amistosa.
¿Cuál es el papel de los huérfanos?
Los huérfanos existen con el objetivo de suplir la
falta de los padres, en el atendimiento a las necesidades básicas de los
huérfanos. Para eso, es fundamental nuestra participación, a través del apoyo
material y espiritual.
¿Pueden, muchas veces, los huérfanos estar unidos a
nuestra vida?
Sí. Muchas veces son entes queridos de vidas
pasadas que vienen a buscar nuestro apoyo para sus pruebas.
¿La forma por la cual ayudamos a los huérfanos es
también considerada?
Ayudar con mala voluntad y por obligación disminuye
el mérito de nuestra acción.
Ya que no somos capaces de acoger huérfanos en
nuestro hogar, por lo menos auxiliemos a las instituciones que así lo hacen.
“ponderar, también que muchas veces el niño que socorremos
os fue querido en otra encarnación.” Si lo reconociésemos, nuestra acción
perdería el mérito.
Mejor lo hace quien lo hace con alegría.
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