lunes, 20 de abril de 2015

FRENTE A LOS SUEÑOS

Encarar con naturalidad los sueños que pueda tener durante el descanso
físico, sin preocuparse ni afligirse por acontecimientos o ideas que extraiga de
ellos.
Hay más sueños en la vigilia que en el sueño natural.
Reflexionar siempre sobre las lecciones edificantes de tal o cual cuadro
entrevisto en el sueño.
En todo hay siempre una lección.
Repudiar las interpretaciones supersticiosas que pretendan relacionar los
sueños con los juegos de azar y acontecimientos mundanos, dilapidando
preciosos recursos y oportunidades de la existencia con preocupaciones fútiles
y viciosas.
Objetivos elevados, tiempo aprovechado.
Precaverse contra las comunicaciones entre encarnados durante el sueño
común, pues, aun cuando el fenómeno fuese real, su verificación es muy difícil.
El Espíritu encarnado es tanto más libre en el cuerpo físico cuanto más
esclavo se muestre de los deberes que la vida le señala.
No se aferre demasiado a los sueños que recuerde o a las narraciones
oníricas que haya oído, para no descender al terreno improductivo de la
extravagancia.
La lógica y el buen sentido deben presidir todo raciocinio.
Preparar un sueño tranquilo mediante una conciencia tranquilizada por las
buenas obras, encendiendo la luz de la oración antes de entregarse al reposo
diario.
La inercia del cuerpo no es la calma para el Espíritu embargado por el
desasosiego.
Admitir los diversos tipos de sueños, sabiendo, sin embargo, que la gran
mayoría de ellos se origina en los reflejos psicológicos o en las funciones
relacionadas con el mismo campo orgánico.
El Espíritu encarnado y el cuerpo que lo sirve respiran un régimen de
reciprocidad en el reino de las vibraciones.
 
Pero desecha las cuestiones necias e insensatas. — Pablo. 2
TIMOTEO, 2:23

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