SABER
COMO CONVIENE
“Y si
alguien cuida saber alguna cosa, aún no
sabe
como conviene saber.” – Pablo (I Corintios, 8:2)
La civilización siempre cuida saber excesivamente,
pero, en tiempo alguno, supo como convien saber.
Es por esto que, aún ahora, el avión bombardea, la
radio transmite la mentira y la muerte, y el combustible alimenta maquinarias
de agresión.
También, de este modo, en la esfera individual, el
hombre sólo imagina saber, olvidando que es indispensable saber como conviene.
En nuestras actividades evangélicas, toda la atención
es necesaria para el éxito en la tarea que nos fue acometida.
Existen aprendices del Evangelio que pretenden guardar
toda la revelación del Cielo, para imponerla a los vecinos; que presumen de
poseer humildad, para tiranizar a los otros; que se declaran pacientes,
irritando a quien los oye; que se afirman creyentes, confundiendo la fe ajena; que
exhiben títulos de benevolencia, olvidando simples obligaciones domésticas.
Esos amigos, principalmente, son de aquellos que
imaginan saber, sin saber de hecho.
Los que conocen espiritualmente las situaciones
ayudan sin ofender, mejoran sin herir, esclarecen sin perturbar. Saben como
conviene saber y aprendieron a ser útiles. Usan el silencio y la palabra,
localizan el bien y el mal, identifican la sombra y la luz y distribuyen con
todos los dones de Cristo. Se informan sobre la Fuente de la Eterna Sabiduría y
se unen a ella como lámparas perfectas al centro de la fuerza. Fracasos y
triunfos, en el plano de las formas temporales, no les modifican sus energías.
Esos saben por qué saben y utilizan sus propios conocimientos como conviene saber.
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