Para todos los hermanos en conflicto que solicitaron ayuda a este respecto, y para todos los que en este momento pasen por esta situacion, oramos porque este estudio investigativo de caracter cientifico sea de valiosa ayuda.
LOS HIJOS DEL DIVORCIO”
La
terapeuta americana afirma que la separación de los padres les hace muy mal a
los niños y les deja una marcaque cargarán por el resto de sus vidas.
Durante
25 años, la terapeuta americana JUDITH S. WALLERSTEIN escuchó los relatos de las experiencias de 131 hijos de padres separados. La mayoría de los casos
fueron estudiados desde la infancia a la edad adulta. JUDITH comparó las
trayectorias de sus entrevistados con las de integrantes de familias intactas u
llegó a la conclusión de que, al contrario de los que defensores de la “nueva
familia”, el divorcio hace mal, sí, a niños y jóvenes. Ser hijo de una pareja
que se separó, según ella, es un problema que nunca deja de existir. El
resultado de su trabajo está en el libro The Unexpected Legacy of Divorce (LA
INESPERADA HERENCIA DEL DIVORCIO), coautora con Julia M. Lewis y
Sandra Blakeslee. Fueron más de 75.000 copias vendidas desde su lanzamiento, en
septiembre.
Rodeada
de polémica, la obra se destacó en la prensa americana y fue portada de la
revista Time. A los
78 años, casada hace cincuenta, tres hijos y cinco nietos, JUDITH WALLERSTEIN
es conferencista emérita de la Universidad de California y una crítica dura de
lo que llaman de “cultura del
divorcio”. “Parejas que viven una situación conyugal tibia deberían considerar
seriamente la posibilidad de continuar juntos por el bien de sus hijos”,
afirma, sin medo de chocar. Desde la ciudad de
Belvedere, cerca de San Francisco, donde vive, JUDITH WALLERSTEIN dio la
siguiente entrevista a VEJA.
VEJA –
¿Cómo la separación de los padres afecta la vida de un niño?
JUDITH –
De varias formas. La adolescencia empieza antes para los hijos de familias que
sufrieron
un
proceso de separación. En el caso de las niñas, la iniciación sexual ocurre
generalmente antes de lo recomendable. Gran parte de los niños se empiezan a
ocupar de los problemas de la madre y, algunas veces, de los conflictos del
padre. No es raro que tengan que desarrollar por su propia cuenta los conceptos
de moralidad. Los mayores tienden a cuidar de los hermanos menores, como se
fueran adultos. Está probado también que hijos de parejas separadas sufren más
de depresión y presentan más dificultad de aprendizaje que los provenientes de
familias intactas.
VEJA –
Los críticos de su libro, LA INESPERADA HERENCIA DEL DIVORCIO, la acusan de
haber exagerado.
JUDITH –
Mi estudio se basa en entrevistas con 131 hijos de parejas divorciadas,
realizadas a lo largo de 25 años. De todos los relatos que oí estaban repletos
de sufrimiento. Muchos se consideraban sobrevivientes de un cataclismo de
proporciones cósmicas. Para un niño, la vida pos-divorcio es increíblemente
difícil. Se siente abandonado, al margen. Karen, una de mis entrevistadas,
expresó esos sentimientos con una frase que llega a doler el corazón: “El día
en que mis padres se divorciaron, fue
el
día en que mi infancia acabó”. Al contrario de lo piensan los críticos de mi
libro, no es un exagero decir que la separación de los padres es una marca, un
estigma, que los niños levarán para toda la vida.
VEJA –
Pero existen separaciones amigables y litigiosas. ¿Hay alguna diferencia?
JUDITH –
Aunque hayan diferencias entre los caos, la verdad es que no existe separación
sin daños,
pérdidas
y tristeza. En general, lo que pasa es que uno de los dos – el marido o la
mujer – quiere el divorcio y el otro no. Es ilusión imaginar una pareja sentada
calmamente en la mesa de la cocina, conversando civilizadamente: “Cometimos un
error y debemos separarnos”. Eso nunca, jamás sucede.
Y
es más: las dos partes no terminan con conflictos en la justicia. Sentimientos
de amor y odio no dejan de existir con la firma en los papeles. Este panorama
de desgaste continuo, no importa el grado, hiere permanentemente a los niños.
Es cierto que hay padres que intentan defender al máximo a sus hijos del
sufrimiento de una separación. Pero también es verdad que la decisión de “no
pelear adelante de los niños” tiene sus limitantes. Evitar discusiones no los
protege de los efectos a largo plazo del divorcio, que aparecen en la vida
adulta.
VEJA –
¿Cuáles son los efectos?
JUDITH –
La mayoría de los hijos del divorcio – vamos a denominarlos de esta forma –
atribuye a la separación de los padres gran parte de sus fracasos en las
interrelaciones. La imagen negativa del casamiento lleva a muchos a escoger mal
a sus parejas o a huir de los compromisos. Cerca del 40% no se casa cuando
llega a la edad adulta. Existe una enorme cantidad de hombres y mujeres de 30
años que, traumados con la experiencia de sus padres, viven solos. Lo que no
significa, evidentemente, que no le den valor al amor, a la fidelidad y al
compañerismo. Solamente tienen dificultades en lidiar con sus
sentimientos y traducirlos para la construcción de una vida en pareja. Un dato paradójico
es que, a pesar de todo, el deseo de un matrimonio durable permanece. Ninguno
de los adultos que he entrevistado acepta la idea de que el matrimonio es una
institución fallida.
VEJA –
¿Los niños se sienten culpables por el divorcio de sus padres?
JUDITH –
Sí, especialmente cuando son pequeños. En general, piensan que, si ellos no
existieran, sus padres no estarían peleando. Para los padres, es difícil
minimizar el sentimiento de culpa de los hijos. Por que el hombre y la mujer
que viven la aflicción de una separación no tienen equilibrio y disponibilidad
suficientes para dar un respaldo a lo que los niños están sintiendo.
VEJA –
Pero, ¿Los Matrimonios infelices no perjudican más a los niños?
JUDITH –
Depende de cuan infeliz es el matrimonio. Muchas parejas optan por seguir
juntos para criar mejor a sus hijos. Y no veo mal en eso. Ellos tienen los
mismos problemas de infelicidad conyugal
de las parejeras que deciden divorciarse. Sólo que son capaces de superar esos
obstáculos.
La
recompensa es que sus hijos crecen de forma infinitamente mejor y se convierten
en adultos más seguros, más preparados para enfrentar las vicisitudes de la
vida.
VEJA –
Entonces, lo que usted predica es el matrimonio sea indisoluble cuando tienen
hijos.
JUDITH –
Esa es una interpretación equivocada. Evidentemente, hay matrimonios que no
pueden y no deben mantenerse, bajo la pena de perjudicar todavía más a los
hijos. Especialmente en casos de violencia familiar o en los cuales una de las
partes se siente explotada o humillada por el otro. Lo que critico es la
“cultura del divorcio”. Es muy fácil separarse actualmente. Problemas
insignificantes sirven de pretexto para terminar una relación. La opinión que
prevalece en la sociedad moderna es la de en cualquier momento podemos restablecer
nuestros caminos conyugales. Ocurre que, con la prisa
de
mejorar nuestras vidas, no nos preguntamos cómo esto afecta a los hijos que
concebimos. Los hijos del divorcio no se sienten mejor porque el papá y la mamá
empiezan una vida amorosa más satisfactoria con otra pareja. Otro mito es
imaginar que la separación es una crisis transitoria, cuyos
efectos
son más dañinos a la hora de la separación. Estamos hablando de una crisis a
largo plazo y, en algunos casos, interminable.
VEJA –
Pero ¿Cómo una pareja puede permanecer unida sin amor?
JUDITH –
El amor, pues, el amor... ¿De cual amor estamos hablando? Mi estudio muestra
que muchas familias que permanecen unidas no son bendecidas por Cupido, pero si
por el sentido común.
Creo
que la mayoría de las separaciones podrían ser evitadas, se no fuera por la
“cultura del divorcio”.
Hay
matrimonios en los cuales el amor acabó, pero que no son tan caóticos o
explosivos al punto de que la convivencia sea intolerable. Millones y millones
de personas se encuentran en esta situación.
No
aman, sin embargo no odian a su compañero. Esa es la diferencia. Comúnmente, la
separación trae más angustia al hombre y a la mujer que un matrimonio tibio.
Varios hombres y mujeres que comparten uniones infelices se sorprenden cuando
saben que sus hijos están relativamente contentos.
Enfatizo:
uno de los puntos más interesantes de mi trabajo fue descubrir que, a los
niños, no les importa si el papá y la mamá duermen en la misma cama. Lo que
interesa es que se mantengan juntos.
Por
eso, creo sinceramente que parejas que viven una situación conyugal
indiferente, sin amor, deberían considerar seriamente la posibilidad de
continuar juntos por el bien de sus hijos.
VEJA –
Usted se refirió a la “cultura del divorcio”. ¿En qué afecta a los valores de
la sociedad moderna?
JUDITH –
Entre otras cosas, la “cultura del divorcio”, ayudó a cristalizar una
concepción equivocada de que el matrimonio es necesariamente una cárcel, un
obstáculo para la felicidad del individuo, y no una sociedad que tiene, además
de obligaciones, una serie de beneficios para ambos. Por causa de esta visión
distorsionada, hay mucho menos uniones formales en los días de hoy que veinte
años atrás.
Para
hacerle frente al problema, existe una corriente en los EE.UU que discute
incluso la introducción de una nueva disciplina en el currículum escolar: la
educación para el matrimonio.
VEJA –
Cuando la separación es inevitable (y no estamos hablando de casos escabrosos),
¿Qué es lo que los padres pueden hacer para proteger a sus hijos?
JUDITH –
Antes de todo, padre y madre tienen que entender que sus hijos necesitarán de
una enorme ayuda para enfrentar las etapas que vendrán. La mejor protección que
les pueden dar, al principio, es no discutir en la presencia de los hijos.
Muchos de los que pelean en la hora de la separación continúan peleando
después. Existe el divorcio legal, pero no el emocional, ni el social, ni el
financiero. Superada esa etapa inicial (y repito, no siempre es así), es común
que el hombre y la mujer empiecen a buscar nuevos compañeros. En este instante,
sin embargo, muchos siguen sin darles atención a los hijos, preocupados con la
propia felicidad y por creer que lo peor pasó. Es un tremendo
error.
Cuando el papá y la mamá encuentran otro u otra persona, se rompe en mil
pedazos la esperanza infantil de que los padres podrían volver a estar juntos.
El impacto causado por tal constatación es terrible. Por eso, es necesario
siempre proceder con cuidado. Otro aspecto que debe ser considerado es la
imposición de días y horarios para que los niños vean a sus padres.
VEJA –
¿Pueden ser suavizadas las consecuencias negativas del divorcio cuando los
padres logran una estabilidad emocional?
JUDITH –
Investigaciones recientes hechas en los EEUU muestran que el 25% de todos los
niños del país vivieron parte de su infancia en una familia formada a partir de
un segundo casamiento. Y que cerca del 40% de las uniones realizadas durante
los años 90 son uniones de personas que habían sido casadas antes. Los números
americanos tal vez encuentren equivalencia en Brasil, no lo sé. Sea en
California, o sea en Rio de Janeiro, la verdad es que los segundos matrimonios
generalmente son mejores que los primeros. Pero desde el punto de vista de los
adultos. Es difícil para un niño o un adolescente aceptar sin restricciones el
nuevo marido de su mamá o la nueva mujer de su papá. Desde la perspectiva de
los hijos, la verdadera pareja será siempre la constituida por sus
progenitores. Por más amigables que sean, los sustitutos conyugales son vistos
como una prótesis. Son vistos casi como una curación de una herida que nunca
cicatrizará. Infelizmente, los estudios que he realizado me llevan a concluir
que, aunque hayan crecido bajo un segundo casamiento feliz, no ayuda a los
hijos del divorcio a superar las dificultades de relacionarse en la edad
adulta.
VEJA –
¿Qué es lo que es más difícil para un niño: aceptar la nueva mujer del padre o
el nuevo marido de la madre?
JUDITH –
Digamos que la posición del marido de la madre es más complicada. Porque, en la
mayoría de los casos, es él que vive en la misma casa del niño. Si el hijo
mantiene una relación cercana con su padre biológico, ¿Cuál sería el papel de
esta figura? Para los chicos y también para las chicas viven esta situación,
hay varios asuntos que puedan sin respuesta: “¿Sería él un amigo mío o sólo el
hombre que vive con mi mamá?” “¿Es mi pariente?” “¿Si él me ayuda en con las
tareas escolares, por qué mi papá es el que conversa con la profesora?” es un
territorio fértil para el surgimiento de conflictos, malentendidos y competencia.
VEJA –
¿Cómo el resto de la familia – principalmente abuelos y tíos – pueden ayudar
durante el proceso de divorcio?
JUDITH –
Abuelos y tíos casados pueden representar una referencia de unión estable y
durable. La relación con los abuelos, especialmente, es muy importante para los
niños y jóvenes que se sienten desorientados. Muchos de mis entrevistados
dijeron que, después de la separación de sus padres, fueron los abuelos que
“salvaron” su vida. Además de ser un cable a tierra desde el punto de vista
emocional, ellos terminan transformándose en una fuente de seguridad material
para los nietos. En
muchos
casos, son los abuelos que suplen las necesidades financieras de la mujer
divorciada que ve su patrón de vida decaer.
VEJA –
El hecho de que la separación conyugal se haya transformado en un hecho muy
común en la sociedad ¿Contribuye para que sus efectos se diluyan?
JUDITH –
Es una bobería imaginar que, sólo porque existen varios amiguitos de tu hijo
pasando por el mismo sufrimiento, va a reducir el suyo. Tengo la costumbre
comparar esta situación con la de la mujer que pierde su marido. No importa que
en la vecindad también hayan varias viudas. Este hecho no la hace sentirse
mejor. La experiencia del divorcio es dolorosa e irreparable para cualquier
niño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario