martes, 30 de diciembre de 2014

SOLIDARIDAD

"Quien mate con espada morirá por espada", (Mateo 26:52)dijo el Cristo; y estas palabras
pueden traducirse: El que ha derramado sangre verá derramada la suya; el que ha llevado la tea incendiaria a la casa ajena, la verá aplicada a la suya; el que ha despojado lo será también; el que ha esclavizado y maltratado al débil, será débil, esclavizado y maltratado, ya sea un individuo, una nación o una raza, porque los miembros de una individualidad colectiva son solidarios así del mal como del bien que se haga en común.
Mientras que el Espiritismo dilata el campo de la solidaridad, el materialismo la reduce a las mezquinas dimensiones de la existencia efímera de un hombre. La trueca en un deber social sin raíces, sin más sanción que la buena voluntad y el interés personal del momento, la convierte en una máxima filosófica, cuya práctica por nadie es impuesta. Para el Espiritismo, la solidaridad es un hecho que descansa en una ley universal de la naturaleza, que enlaza a todos los seres del pasado, del presente y del porvenir, a cuyas consecuencias nadie puede
esquivarse. Esto puede comprenderlo cualquiera, por ignorante que sea.
Cuando todos los hombres conozcan el Espiritismo, comprenderán la verdadera solidaridad, y en consecuencia la fraternidad verdadera. La solidaridad y la fraternidad no serán entonces deberes de circunstancias, predicados con suma frecuencia más en interés propio que en el ajeno. El reino de la solidaridad y de la fraternidad será forzosamente el de la justicia para todos y el reino de la justicia será el de la paz y de la armonía entre los individuos, familias, pueblos y razas.
¿Llegaremos a poseerlo? Dudarlo equivaldría a negar el progreso. Si se compara la sociedad actual en las naciones civilizadas, con lo que era en la Edad Media, ciertamente es grande la diferencia; y si, pues, los hombres han progresado hasta ahora, ¿por qué habían de detenerse? Visto el camino que han recorrido de un siglo únicamente a esta parte, puede juzgarse del que recorrerán dentro de otro.
Las convulsiones sociales son la brega de los Espíritus encarnados con el mal que los comprime, el indicio de sus aspiraciones hacia ese reino de la justicia de que están sedientos, sin que se den, empero, exacta cuenta de lo que quieren y de los medios de lograrlo. He aquí por qué bregan, se agitan, destruyen a diestro y siniestro, crean sistemas, proponen remedios más o menos utópicos, hasta cometen mil injusticias por espíritu de justicia, según dicen, esperando que de tal movimiento salga quizás algo. Mas tarde, definirán mejor sus aspiraciones y el camino será iluminado.
Cualquiera que penetre hasta el fondo los principios del Espiritismo filosófico, que considere los horizontes que nos descubre, las ideas que hace nacer y los sentimientos que desarrolla, no puede dudar de la parte preponderante que ha de tomar en la regeneración, pues lo conduce precisamente y por la fuerza de las cosas, al objeto a que aspira la humanidad: al reino de la justicia por medio de la extinción de los abusos que han entorpecido sus progresos y por la moralización de las masas. Si los que sueñan en la conservación del pasado no lo creyesen así, no se encarnizarían en él, y le dejarían morir en paz, como han hecho con muchas utopías. Esto solo debería hacer pensar a ciertos escarnecedores, que algo más
serio de lo que ellos imaginan debe haber en el Espiritismo, pero hay personas que de todo se ríen, que se reirían del mismo Dios, si lo viesen en la tierra, y hay otras, además, que tienen miedo de ver levantarse ante ellas el alma que se obstinan en negar.
Allan Kardec en Obras Póstumas

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