domingo, 14 de diciembre de 2014

UNA NAVIDAD DE VERDAD-

 La presencia del rico automóvil delante de la residencia humilde, acontecimiento inusitado en aquella villa paupérrima y distante, despertó una intensa curiosidad. Los rostros surgían en las ventanas. Mucha gente miraba de lejos… Descendieron Gumersindo y María del Carmen, pareja de mediana edad, muy ricos. Una escuálida mujer los atendió, rodeada de tres niños tímidos pegados a su delantal. En los brazos maternos lloraba un bebé, lamento irritado de hambre… Luego apareció el marido, figura lastimosa, barba de días, mirada asustada. El visitante rompió el hielo:
– Estamos aquí en una tarea de amistad. Hemos recibido incontables bendiciones de Dios, los negocios prósperos, hijos saludables, una casa amplia y confortable, mucha abundancia. No obstante, mi esposa y yo no nos sentimos plenamente felices… Lo que nos sobra falta en muchos hogares. Las monedas de oro traen facilidades, pero pesan en nuestro corazón. Decidimos, por eso, ir al encuentro de nuestros hermanos…
– Pues sí. –completa María del Carmen. – Nos gustaría saber cómo viven, sus dificultades y problemas. Como podemos ayudarlos. Iniciaremos nuestro entendimiento en esta Navidad, ofreciéndoles juguetes, ropas y alimentos, en nombre de Jesús…
– Tengo la certeza de que fue Él quien les inspiró. –Interrumpe, emocionado, el dueño de la casa.– Nuestra situación es desesperada. Estoy desempleado hace seis meses… Ya no tenemos recursos ni para los alimentos. La luz fue cortada por falta de pago… mi esposa está enferma. Los niños me preguntan, indagando porqué Papá Noel no visita a la gente pobre. Yo decidí que la situación iba a cambiar, para bien o para mal. Planeaba asaltar una lujosa mansión. Enfrentaría a la policía, mataría si fuese preciso, pero no regresaría a casa con las manos vacías… A pesar de eso, no soy un criminal. Tengo toda una existencia de trabajos honrados, cultivando respeto a las leyes… Los señores me salvaron de una pesadilla…
Sofocado por la emoción, derramando lágrimas el trabajador se arrodilló y besó las manos de sus benefactores, sin que estos pudiesen evitar el gesto extremado de humildad y reconocimiento. Después de algunos minutos de entendimiento fraterno, Gumersindo y María del Carmen entregaron los regalos y partieron, con la seguridad de que aquella familia tendría una Navidad feliz. Felicidad mayor había en sus corazones. Habían descubierto la insuperable alegría de ayudar…

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La violencia y el crimen son desvíos lamentables que se ofrecen a aquellos que transitan por los caminos de la miseria y del infortunio. La propia sociedad contribuye para tan desastrosas opciones al ignorar la existencia de esos infelices. Cuando nos disponemos a superar las barreras de la indiferencia, del comodismo y del apego a los bienes transitorios, ofreciendo amparo y orientación a los hermanos en dificultad, el mensaje de la Navidad comenzará a ser observadas, favoreciendo la erradicación del Mal.


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