Invitar a los pobres y
a los lisiados. Dar sin esperar retribución
Dijo también al que
lo había invitado: “Cuando ofrezcas una comida o una cena, no convides a tus
amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos, no sea
que ellos te inviten a su vez, y así retribuyan lo que recibieron de ti. En cambio,
cuando ofrezcas un banquete, convida a los pobres, a los lisiados, a los cojos
y a los ciegos. Y serás dichoso, porque ellos no disponen de medios para
retribuirte, pues eso te será retribuido en la resurrección de los justos”.
Uno de los que se encontraban
sentados a la mesa, al escuchar esas palabras, le dijo: “¡Dichoso el que coma
pan en el reino de Dios!” (San Lucas, 14:12 a 15.)
E.S.E. Cap. XIII Ítem 8.
“Cuando ofrezcas un banquete –dijo
Jesús–, no convides a tus amigos, sino a los pobres y a los lisiados.”
Estas palabras, absurdas en caso de que
fueran tomadas al pie de la letra, resultan sublimes cuando indagamos su sentido.
No es posible que Jesús haya querido decir que, en lugar de a los amigos,
debemos reunir alrededor de nuestra mesa a los mendigos de la calle. Su
lenguaje era muy a menudo figurado y, para los hombres incapaces de captar los
delicados matices del pensamiento, necesitaba recurrir a imágenes fuertes, que
produjeran el efecto de un color intenso. El fondo de ese pensamiento se revela
en estas palabras: “Y serás dichoso, porque ellos no disponen de medios para
retribuirte”, lo cual quiere decir que no debemos hacer el bien teniendo en
cuenta una retribución, sino tan sólo por el placer de practicarlo. A fin de
ofrecer una comparación que impresionara, dijo: “Invita a los pobres a tus
banquetes, pues sabes que ellos no te pueden retribuir”. Por banquetes debe
entenderse, no los alimentos propiamente dichos, sino la participación en la
abundancia de la que disfrutáis.
Sin embargo, aquellas palabras también
pueden ser aplicadas en un sentido más literal. ¡Cuántos hay que sólo comparten
su mesa con los que, como ellos mismos dicen, están en condiciones de honrarla
o de invitarlos a su vez! Otros, por el contrario, hallan satisfacción en recibir
a aquellos de sus parientes y amigos que son menos afortunados. Ahora bien,
¿quién no los tiene entre los suyos? De ese modo, les hacen un gran servicio
sin que lo noten. Sin necesidad de ir a convocar a los ciegos y a los lisiados,
ponen en práctica la máxima de Jesús, toda vez que lo hagan con benevolencia,
sin ostentación, y si saben disimular el beneficio mediante una sincera
cordialidad.
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