E.S.E Cap XX Item 5
1. “El reino de los Cielos es semejante a un padre de familia que salió de madrugada a fin de contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en que pagaría a
cada uno un denario por día, los envió a su viña. Salió de nuevo hacia la hora tercera del día, y al ver a otros que estaban en la plaza sin hacer nada, les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y
os daré lo que sea razonable’. Y ellos fueron. Salió nuevamente a la hora sexta y a la hora nona del día, e hizo lo mismo. Y al salir una vez más hacia la hora undécima, todavía halló a otros que estaban desocupados, y les dijo: ‘¿Por qué permanecéis aquí el día entero sin trabajar?’ ‘Se debe –le dijeron ellos– a que nadie nos ha contratado’. Él entonces les dijo: ‘Id vosotros también a mi viña’.
”Al caer la tarde, el señor de la viña dijo a quien atendía sus negocios: ‘Llama a los obreros y págales, comenzando por los últimos y siguiendo hasta los primeros’. Vinieron, pues, los que habían llegado a la viña recién a la hora undécima, y recibió cada uno un denario. Luego vinieron los que habían sido contratados en primer lugar, y creyeron que iban a recibir más, pero recibieron solamente un denario cada uno. Y al recibirlo se quejaban ante el padre de familia, diciendo: ‘Estos últimos han trabajado sólo una
hora, y les das tanto como a nosotros, que soportamos el peso del día y el calor’.
”Pero el señor de la viña respondió a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago daño alguno. ¿No conviniste conmigo en recibir un denario por el día? Toma lo que te pertenece y vete. Por mi parte, quiero dar a este último tanto como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con
lo mío? ¿Tienes mal ojo, porque yo soy bueno?’ ”Así, los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos, porque muchos son los llamados, y pocos los escogidos.”
(San Mateo, 20:1 a 16.
Los obreros del Señor
Habéis llegado en el tiempo en que han de cumplirse las cosas anunciadas para la transformación de la humanidad. ¡Felices los que hayan trabajado en el campo del Señor con desinterés y sin otro motivo que la caridad! Sus jornadas de trabajo se les pagarán al céntuplo
de lo que hubieran esperado. ¡Felices los que hayan dicho a sus hermanos: “Hermanos, trabajemos conjuntamente, y unamos nuestros esfuerzos, a fin de que el Señor, cuando llegue, encuentre la obra concluida”, pues el Señor les dirá:
“¡Venid a mí, vosotros que sois buenos servidores, vosotros que supisteis acallar vuestros celos y vuestras discordias para que la obra no fuera perjudicada!”
Pero, ¡ay de aquellosa causa de sus disensiones, hayan retrasado la hora de la siega, porque la tempestad vendrá y serán arrastrados por el torbellino! Exclamarán: “¡Gracia! ¡Gracia!” Pero el Señor les dirá: “¿Por qué imploráis gracia, vosotros, que no habéis tenido piedad de vuestros hermanos, y que os habéis negado a tenderles la mano; vosotros, que abrumasteis al débil en vez de ampararlo? ¿Por qué suplicáis gracia, vosotros, que habéis buscado vuestra recompensa en los goces de la Tierra y en la satisfacción de vuestro orgullo? Ya habéis recibido vuestra recompensa, tal como lo quisisteis.
No pidáis nada más, pues las recompensas celestiales son para los que no han buscado las de la Tierra”.
En este momento, Dios efectúa el censo de sus servidores fieles, y ha señalado con el dedo a aquellos cuya devoción es sólo aparente, a fin de que no usurpen el salario de los servidores valerosos. Porque a los que no retrocedan ante su tarea, Él confiará los puestos de mayor compromiso en la magna obra de la regeneración a través del espiritismo.
Y se cumplirán estas palabras: “¡Los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros en el reino de los Cielos!” (El Espíritu de Verdad. París, 1862.)
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