“Bienaventurados los que son mansos, porque ellos poseerán la Tierra.” (San Mateo, 5:4.)
“Bienaventurados los que son pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios.” (San Mateo, 5:9.)
“Habéis oído que fue dicho a los antepasados: No matarás, y aquel que mate merecerá ser condenado ante el tribunal. Pero yo os digo que todo aquel que se encolerice contra su hermano, merecerá ser condenado ante el tribunal; que aquel que llame a su hermano Racca, merecerá ser condenado ante el concejo; y el que le diga Estás loco, merecerá ser condenado al fuego del Infierno.”
(San Mateo, 5:21 y 22.)
“Bienaventurados los que son pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios.” (San Mateo, 5:9.)
“Habéis oído que fue dicho a los antepasados: No matarás, y aquel que mate merecerá ser condenado ante el tribunal. Pero yo os digo que todo aquel que se encolerice contra su hermano, merecerá ser condenado ante el tribunal; que aquel que llame a su hermano Racca, merecerá ser condenado ante el concejo; y el que le diga Estás loco, merecerá ser condenado al fuego del Infierno.”
(San Mateo, 5:21 y 22.)
E.S.E.Cap IX Item 8
8. La doctrina de Jesús enseña, en todos sus conceptos, la obediencia y la resignación, dos virtudes compañeras de la dulzura y muy activas, aunque los hombres las confunden equivocadamente con la negación del sentimiento y de la voluntad. La obediencia es el consentimiento de la razón; la resignación es el consentimiento del corazón. Ambas son
fuerzas activas, porque cargan el fardo de las pruebas que la insensata rebeldía dejó caer. El cobarde no puede ser resignado, de la misma manera que el orgulloso y el egoísta
no pueden ser obedientes. Jesús fue la encarnación de estas virtudes, que la antigüedad materialista despreció. Él vino en el momento en que la sociedad romana perecía en los
estertores de la corrupción. Vino a hacer que brillasen, en el seno de la humanidad agobiada, los triunfos del sacrificio y de la renuncia carnal.
Cada época lleva, pues, el sello de la virtud que habrá de salvarla o del vicio que determinará su fracaso.
La virtud de vuestra generación consiste en la actividad intelectual; su vicio radica en la indiferencia moral. Y sólo digo actividad, porque el genio se eleva de repente y descubre por sí mismo los horizontes que la multitud sólo llegará a ver más tarde, mientras que la actividad consiste en la reunión de los esfuerzos de todos para alcanzar un objetivo menos brillante, es cierto, pero que pone en evidencia la elevación intelectual de una época. Someteos al impulso que venimos a dar a vuestros espíritus; obedeced a la gran ley del progreso, que es la palabra de vuestra generación. ¡Desdichado el espíritu perezoso, que cierra su entendimiento! ¡Ay de él! Porque nosotros, que somos los guías de la humanidad en marcha, lo fustigaremos y
forzaremos su voluntad rebelde, por medio del doble efecto del freno y la espuela. Toda resistencia orgullosa habrá de ceder, tarde o temprano. Bienaventurados, entre tanto, los que son mansos, porque prestarán oídos dóciles a lasenseñanzas. (Lázaro. París, 1863.)
8. La doctrina de Jesús enseña, en todos sus conceptos, la obediencia y la resignación, dos virtudes compañeras de la dulzura y muy activas, aunque los hombres las confunden equivocadamente con la negación del sentimiento y de la voluntad. La obediencia es el consentimiento de la razón; la resignación es el consentimiento del corazón. Ambas son
fuerzas activas, porque cargan el fardo de las pruebas que la insensata rebeldía dejó caer. El cobarde no puede ser resignado, de la misma manera que el orgulloso y el egoísta
no pueden ser obedientes. Jesús fue la encarnación de estas virtudes, que la antigüedad materialista despreció. Él vino en el momento en que la sociedad romana perecía en los
estertores de la corrupción. Vino a hacer que brillasen, en el seno de la humanidad agobiada, los triunfos del sacrificio y de la renuncia carnal.
Cada época lleva, pues, el sello de la virtud que habrá de salvarla o del vicio que determinará su fracaso.
La virtud de vuestra generación consiste en la actividad intelectual; su vicio radica en la indiferencia moral. Y sólo digo actividad, porque el genio se eleva de repente y descubre por sí mismo los horizontes que la multitud sólo llegará a ver más tarde, mientras que la actividad consiste en la reunión de los esfuerzos de todos para alcanzar un objetivo menos brillante, es cierto, pero que pone en evidencia la elevación intelectual de una época. Someteos al impulso que venimos a dar a vuestros espíritus; obedeced a la gran ley del progreso, que es la palabra de vuestra generación. ¡Desdichado el espíritu perezoso, que cierra su entendimiento! ¡Ay de él! Porque nosotros, que somos los guías de la humanidad en marcha, lo fustigaremos y
forzaremos su voluntad rebelde, por medio del doble efecto del freno y la espuela. Toda resistencia orgullosa habrá de ceder, tarde o temprano. Bienaventurados, entre tanto, los que son mansos, porque prestarán oídos dóciles a lasenseñanzas. (Lázaro. París, 1863.)
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