Y otro día, como salieron de Betania, tuvo hambre. - Y viendo a lo lejos
una higuera que tenía hojas, fué allá por si hallaría alguna cosa en ella; y cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, porque no era tiempo de higos. - Y respondiendo le dijo: Nunca más coma nadie de ti para siempre. Y lo oyeron sus discípulos. Y al pasar por la mañana, vieron que la higuera se había secado de raíz. - Y se acordó Pedro y le dijo: Maestro, cata ahí la higuera que maldijiste cómo se ha secado. - Y respondiendo Jesús les dijo: "Tened fe en Dios. - En verdad os digo, que cualquiera que dijera a este monte: Levántate y échate en el
mar; y no dudare en su corazón, mas creyere que se hará cuanto dijere, todo le
será hecho. (San Marcos, cap. XI, v. 12, 13, 14 y 20 a 23.)
E.S.E. Cap XIX item 11
La fe, para ser provechosa, debe ser activa, no ha de embotarse. Madre de
todas las virtudes que conducen a Dios, debe velar con atención el desarrollo de las hijas
que da a luz.
La esperanza y la caridad son una consecuencia de la fe; estas tres virtudes son
una trinidad inseparable. ¿No es, acaso, la fe, la que da la esperanza de que se verán
cumplidas las promesas del Señor? Porque si no tenéis fe, ¿qué esperaréis? ¿No es la fe
la que da el amor? Porque si no tenéis fe, ¿qué reconocimiento tendréis y, por
consiguiente, qué amor?
La fe, divina aspiración de Dios, despierta todos los nobles instintos que
conducen el hombre al bien; es la base de la regeneración. Es menester que esta base sea
fuerte y duradera, porque si la menor duda la hace vacilar, ¿qué será del edificio que
construyáis encima? Levantad, pues, este edificio sobre cimientos sólidos; que vuestra fe
sea más fuerte que los sofismas y las burlas de los incrédulos, porque la fe que no
desafía al ridículo de los hombres, no es la verdadera fe.
La fe sincera es atractiva y contagiosa; se comunica a los que la tenían o que no
querían tenerla; encuentra palabras persuasivas que se dirigen al alma, mientras que la fe
aparente sólo tiene palabras sonoras que dejan frío e indiferente; predicad con el ejemplo
para dar de ella fe a los hombres; predicad con el ejemplo de vuestras obras para
hacerles ver el mérito de la fe; predicad con vuestra esperanza indestructible para hacerles
ver la confianza que fortifica y que pone en situación de desafiar todas las
vicisitudes de la vida.
Tened, pues, fe en todo lo que ella tiene de bueno y hermoso, en su pureza y en
su razonamiento. No admitáis la fe sin comprobación, hija ciega de la obscuridad. Amad
a Dios, pero sabed por qué le amáis; creed en sus promesas, pero sabed por qué creéis
en ellas seguid nuestros consejos, pero hacéos cargo del fin que os señalamos y de los
medios que os manifestamos para conseguirlo. Creed y esperad sin desfallecer nunca; los
milagros son obra de la fe. (José, espíritu protector. Bordeaux, 1862).
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