Ese trabajo analítico de adentro y para adentro nace de la humildad y de la intención de acertar con el bien, de mostrándonos el exacto valor de nuestras posibilidades en cualquier manifestación.
Autocrítica si y siempre...
Podadera de la sensatez – corta lo superfluo de la fantasía.
Balanza del comportamiento – sopesa todos nuestros actos.
Lima de la verdad – come a la ilusión.
Metro moral – define la medida de nuestro discernimiento.
En todas las expresiones personales es posible errar, en más o en menos.
Quien no avanza por el camino del equilibrio, el que sólo la autocrítica nos señala
con nitidez, resbala fácilmente en lo inexacto o en el exceso, perdiendo así la línea de los
valores y las proporciones.
Con la autocrítica, lisonja y censura, elogio y sarcasmo dejan de ser peligrosos destructores, toda vez que la mente, provista de semejante luz, acata los dictados del buen sentido,evitando la audacia exagerada de quien intenta volar hasta las nubes sin alas o el temor enfermizo dequien no se anima a dar un solo paso por sentirse incapacitado; al mismo tiempo que amplía las corrientes de cooperación y simpatía alrededor de sí misma por los recursos de que dispone en la medida certera del bien, pues bajo ella, la compasión no empeora al necesitado y la caridad no humilla a quien sufre.
Sé fiscal de ti mismo, a los fines de no erigirte en verdugo de tus prójimos y, estudiando tus propias acciones, vive hoy tu condición de juez de ti mismo, a efectos de que mañana no sufras la amarga tortura del delincuente.
André Luiz
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