REFLEXION
E – Cap. VI – Párrafo 4
Siendo el Consolador prometido por Jesús, el Espiritismo llega hasta el hombre como un mensajero divino que le entrega las llaves para su propia liberación.
***
Rompe los límites que circunvalan el planeta bajo la forma de horizonte y descubre rasgando la venda ilusoria que empaña su idea de la vida, un panorama del Universo poblado de innumerables mundos.
Destruye los grados de incomprensión que le hacen considerarse un cobayo pensante habitando en un valle de lágrimas, y le habla de la justicia perfecta y la bondad infinita del Creador, que concede oportunidades iguales a todos sus hijos en los distintos y variados planos de la Creación, curándolo de la ceguera que obnubila su entendimiento y enseñándole a reconocer que él mismo es la causa de todo el bien o mal que encuentre en su camino.
Funde las cadenas que lo retienen en las tinieblas y sujeta su inteligencia a falsos principios de condena y gracia, impropiamente atribuidos a la Excelsa Providencia, y le ofrece en cambio el conocimiento de la reencarnación del Espíritu, como medio de su perfeccionamiento gradual en la Tierra o en otros mundos.
Frente a la muerte, corta los grilletes de la tristeza que aprisionan sus sentimientos ante la tenebrosa perspectiva del eterno adiós, a la vez clarifica el raciocinio con la consoladora luz de la sobrevivencia, más allá de la existencia física.
Resolviéndonos los problemas de la evolución y del Ser, del dolor y del destino, el Espiritismo es un verdadero faro liberador que demole murallas separatistas, detiene corrientes de angustia, elimina claustros del pesimismo y suprime los cautiverios de la ignorancia.
Si te encuentras, como nosotros, entre aquellos que tanto reciben de la Nueva Revelación, preguntémonos qué le brindamos en su servicio y apoyo como expresión de
nuestra cooperación y amor, porque siendo el Espiritismo obra y autoridad de Cristo entregada a nuestra conciencia endeudadas, es natural que su función y los resultados que de él derivan sea responsabilidad que está en nuestras manos.
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Rompe los límites que circunvalan el planeta bajo la forma de horizonte y descubre rasgando la venda ilusoria que empaña su idea de la vida, un panorama del Universo poblado de innumerables mundos.
Destruye los grados de incomprensión que le hacen considerarse un cobayo pensante habitando en un valle de lágrimas, y le habla de la justicia perfecta y la bondad infinita del Creador, que concede oportunidades iguales a todos sus hijos en los distintos y variados planos de la Creación, curándolo de la ceguera que obnubila su entendimiento y enseñándole a reconocer que él mismo es la causa de todo el bien o mal que encuentre en su camino.
Funde las cadenas que lo retienen en las tinieblas y sujeta su inteligencia a falsos principios de condena y gracia, impropiamente atribuidos a la Excelsa Providencia, y le ofrece en cambio el conocimiento de la reencarnación del Espíritu, como medio de su perfeccionamiento gradual en la Tierra o en otros mundos.
Frente a la muerte, corta los grilletes de la tristeza que aprisionan sus sentimientos ante la tenebrosa perspectiva del eterno adiós, a la vez clarifica el raciocinio con la consoladora luz de la sobrevivencia, más allá de la existencia física.
Resolviéndonos los problemas de la evolución y del Ser, del dolor y del destino, el Espiritismo es un verdadero faro liberador que demole murallas separatistas, detiene corrientes de angustia, elimina claustros del pesimismo y suprime los cautiverios de la ignorancia.
Si te encuentras, como nosotros, entre aquellos que tanto reciben de la Nueva Revelación, preguntémonos qué le brindamos en su servicio y apoyo como expresión de
nuestra cooperación y amor, porque siendo el Espiritismo obra y autoridad de Cristo entregada a nuestra conciencia endeudadas, es natural que su función y los resultados que de él derivan sea responsabilidad que está en nuestras manos.
Emmanuel
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