miércoles, 20 de agosto de 2014

EL PUNTO DE VISTA

Volvió, pues, a entrar Pilato en el pretorio y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres
tú el rey de los judíos? - Respondió Jesús: "Mi reino no es de este mundo". Si de
este mundo fuese mi reino, mis ministros sin duda pelearían, para que no fuera yo
entregado a los judíos; mas ahora mi reino no es de aquí. - Entonces Pilato le dijo:
¿Luego Rey eres tú? - Respondíó Jesús: Tú dices que yo soy Rey. Yo para esto
nací, y para esto vine al mundo, para dar testimonio a la verdad; todo aquel que
es de la verdad, escucha mi voz. (San Juan, cap. XVIII, versículos 33, 36 y 37)

E.S.E. Cap II Item 5

5. La idea clara y precisa que nos formamos de la vida futura, da una fe
indestructible para el porvenir; y esta fe tiene inmensas consecuencias sobre la moralización
de los hombres, porque cambia completamente "el punto de vista desde el cual
se contempla la vida terrestre". Para el que se coloca, con el pensamiento, en la vida
espiritual, que es indefinida, la vida corporal sólo es un pasaje, una estancia corta en un
país ingrato. Las vicisitudes y las tribulaciones de la vida sólo son incidentes que sufre
con paciencia, porque sabe que son de poca duración y deben ser seguidas de un estado
más feliz; la muerte nada tiene de horrible; ya no es la puerta de la nada, sino la de la
libertad que abre al desterrado la entrada de una morada de felicidad y de paz. Sabiendo
que mora en un paraje temporal y no definitivo, toma los pesares de la vida con más
indiferencia, y de esto le resulta una calma de espíritu que dulcifica su amargura.
Con la simple duda sobre la vida futura, el hombre dirige todos sus pensamientos
a la vida terrestre; incierto del porvenir, todo lo dedica al presente; no entreviendo otros
bienes más preciosos que los de la tierra, es como el niño que nada ve más allá de sus
juguetes, y para procurárselos, lo hace todo; la pérdida del menor de sus bienes es una
tristeza penetrante; un desengaño, una esperanza perdida, una ambición no satisfecha,
una injusticia, cuya víctima es el orgullo o la vanidad herida, son otros tantos tormentos
que hacen de su vida una agonía perpetua "dándose de este modo voluntariamente un
verdadero y continuado tormento". Tomando su punto de vista de la vida terrestre, en
cuyo centro está colocado, todo a su alrededor toma vastas proporciones; el mal que le
alcanza, así como el bien que incumbe a los otros, todo adquiere a sus ojos una grande importancia. De la misma manera que aquel que está en el interior de una ciudad todo le parece grande, tanto los hombres que están elevados, como los monumentos, pero que transportándose a una montaña, todo lo
encuentra pequeño, los hombres y las casas; así sucede con el que mira la vida terrestre
bajo el punto de vista de la vida futura; la humanidad, así como las estrellas del
firmamento, se pierden en la inmensidad; entonces se apercibe que grandes y pequeños
están confundidos como las hormigas sobre un terrón de tierra; que proletarios y
potentados son de una misma talla, y compadece esos efímeros que se toman tantas
molestias para conquistar una plaza que les eleva tan poco y que tan poco tiempo
conservarán. Por esto la importancia que se da a los bienes terrestres está siempre en
razón inversa de la fe en la vida futura.

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