INVITAR A LOS POBRES Y ESTROPEADOS
7. Dijo también al que lo había invitado: Cuando deis a almorzar o a cenar, para eso no invitéis a vuestros amigos, ni a vuestros hermanos, ni a vuestros parientes, ni a vuestros vecinos
ricos, no sea que ellos os inviten a vosotros enseguida, a su vez, y que así devuelvan ellos lo que habían recibido de vosotros. Mas, cuando deis un festín, invitad a los pobres, a los estropeados, cojos
y ciegos; y seréis felices porque no tendrán medios con qué retribuiros; porque eso os será retribuido en la resurrección de los justos.
Uno de los que estaban a la mesa, oyendo estas palabras, le dijo: ¡Feliz el que comiere del pan en el reino de Dios! (San Lucas,cap. XIV, v. de 12 a 15
E.S.E. Cap XIII Item 9
LA CARIDAD MATERIAL Y LA CARIDAD MORAL
“Amémonos unos a otros y hagamos a los demás lo que
quisiéramos que se hiciera por nosotros”. Toda la religión, toda la moral, se encuentran encerradas en estos dos preceptos; si se siguieran en la Tierra, seríais perfectos; ya no habría odios ni disensiones; diré más aún: ya no habría pobreza, porque de lo superfluo de la mesa de cada rico muchos pobres se alimentarían y no veríais ya en los sombríos barrios que habité durante mi última encarnación, a esas pobres mujeres arrastrando consigo a sus desfallecidos hijitos, carentes de todo.
¡Ricos! Pensad un poco en esto; ayudad, con lo mejor que
tengáis al infeliz; dad, porque Dios os retribuirá un día el bien que hubiereis hecho, para que encontréis al salir de vuestra envoltura terrestre, un cortejo de Espíritus reconocidos, que os recibirán en el umbral de un mundo más feliz.
¡Si pudieseis saber la alegría que tuve volviendo a encontrar
aquí a los que pude favorecer en mi última vida terrena!...
Amad, pues, a vuestro prójimo, amadle como a vosotros
mismos, porque ahora ya lo sabéis; ese infeliz que rechazáis tal vez sea un hermano, un padre, un amigo que rechazáis lejos de vosotros y entonces, ¡cuál será vuestra desesperación al reconocerlo en el mundo de los Espíritus!
Deseo que comprendáis bien lo que puede ser la caridad
moral, la que todos pueden practicar, la que no cuesta nada
material, y sin embargo, la que es más difícil de poner en práctica.
La caridad moral consiste en soportarnos unos a otros y es
lo que menos hacéis en este mundo inferior en donde estáis
encarnados por el momento. Creedme, hay un gran mérito, en saber callar para dejar hablar a otro más ignorante y esto es también una especie de caridad. Saber ser sordo cuando una palabra burlona se escapa de una boca acostumbrada a ridiculizar; no ver la sonrisa desdeñosa con que os reciben ciertas personas, que con frecuencia, se creen superiores a vosotros, mientras que en la vida espírita, la sola verdadera, están algunas veces muy lejos de eso; he ahí un mérito, no de humildad sino de caridad, porque el dejar de notar las faltas de otro, es caridad moral.
Sin embargo, esta caridad no debe impedir la otra; pero sobre
todo, pensad en no despreciar a vuestro semejante; acordaos de todo lo que os he dicho: es preciso recordar constantemente que, en el pobre desechado tal vez rechacéis a un Espíritu que os ha sido querido y que se encuentra momentáneamente en una posición inferior a la vuestra. He vuelto a ver a uno de los pobres de nuestra Tierra a quien había podido, por mi dicha, favorecer algunas veces y al que a mi vez imploro ahora.
Acordaos que Jesús dijo que somos hermanos y pensad
siempre en ello antes de rechazar al leproso o al mendigo. Adiós, pensad en los que sufren y rogad. (Hermana Rosalía, París, 1860).
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