"Él tiene la pala en su mano; limpiará su era y juntará el trigo en su granero, mas quemará la paja con fuego que nunca se apaga." — Juan el Bautista. (Lucas, 3:17.)
Apóstoles y seguidores de Cristo, desde las organizaciones primitivas del movimiento evangélico, lo designaron a través de diversos nombres. Jesús fue llamado el Maestro, el Pastor, el Mesías, el Salvador, el Príncipe de la Paz; todos esos títulos son justos y venerables; entre-tanto, no podemos olvidar, al lado de esas evocaciones sublimes, aque-lla inesperada presentación del Bautista. El precursor lo designa como trabajador atento que tiene la pala en las manos, que limpiará el suelo duro e inculto, que recogerá el trigo en la ocasión adecuada y que puri-ficará los detritos con la llama de la justicia y del amor que nunca se apaga.
Es interesante notar que Juan no presenta al Señor impugnando leyes, lleno de ordenaciones y pergaminos, ni se refiere a Él, de acuerdo con las viejas tradiciones Judaicas, que aguardaban al Divino Mensajero en un carro de glorias magnificentes. Se refiere al trabajador abnegado y optimista. La pala rústica no descansa a su lado, sino que permanece vigilante en sus manos y en su espíritu reina la esperanza de limpiar la tierra que le fue confiada a las salvadoras directrices.
Todos vosotros que vivís empeñados en los servicios terrestres, por una era mejor, mantened abierto en el corazón la devoción a la causa del Evangelio de Cristo. No nos cercenen dificultades o ingratitudes. Desdoblemos nuestras actividades bajo el precioso estímulo de la fe, porque con nosotros va al frente, bendiciéndonos la humilde cooperación, aquel trabajador divino que limpiará la era del mundo.
Es interesante notar que Juan no presenta al Señor impugnando leyes, lleno de ordenaciones y pergaminos, ni se refiere a Él, de acuerdo con las viejas tradiciones Judaicas, que aguardaban al Divino Mensajero en un carro de glorias magnificentes. Se refiere al trabajador abnegado y optimista. La pala rústica no descansa a su lado, sino que permanece vigilante en sus manos y en su espíritu reina la esperanza de limpiar la tierra que le fue confiada a las salvadoras directrices.
Todos vosotros que vivís empeñados en los servicios terrestres, por una era mejor, mantened abierto en el corazón la devoción a la causa del Evangelio de Cristo. No nos cercenen dificultades o ingratitudes. Desdoblemos nuestras actividades bajo el precioso estímulo de la fe, porque con nosotros va al frente, bendiciéndonos la humilde cooperación, aquel trabajador divino que limpiará la era del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario