miércoles, 23 de septiembre de 2015

LA VIRTUD

Mas yo os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os
aborrecen: y rogad por los que os persiguen y calumnian. - Porque si amáis a los
que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los
publicanos? - Y si saludáreis tan solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de
más? ¿No hacen esto mismo los gentiles? -"Sed, pues, vosotros perfectos, así como
vuestro Padre celestial es perfecto". (San Mateo, cap. V, v. 44, 46, 47 y 48.)

E.S.E  Cap XVII item 8
La virtud, en su más alto grado, encierra el conjunto de todas las cualidades
esenciales que constituyen el hombre de bien. Ser bueno, caritativo, laborioso, sobrio y
modesto, son las cualidades del hombre virtuoso. Desgraciadamente estas cualidades
están muchas veces acompañadas de pequeñas flaquezas morales que las quitan el brillo
y las atenúan. El que hace gala de su virtud, no es virtuoso, puesto que le falta la caridad
principal: la modestia, y puesto que tiene el vicio más contrario: el orgullo. La virtud,
verdaderamente digna de este nombre, no pretende adquirir fama; se adivina, pero se
oculta en la obscuridad, y huye de la admiración de la multitud. San Vicente de Paul era
virtuoso; el digno cura de Ars era virtuoso, y también muchos otros poco conocidos del
mundo, pero
conocidos de Dios. Todos esos hombres de bien ignoraban ellos mismos que fuesen
virtuosos; se dejaban llevar por la corriente de sus santas inspiraciones y practicaban el
bien con un desinterés completo y un entero olvido de sí mismos.
A esa virtud, comprendida y practicada de este modo, os convido, hijos míos; a
esta virtud verdaderamente cristiana y verdaderamente espiritista, os exhorto a que os
consagréis; pero alejad de vuestros corazones el pensamiento del orgullo, de la vanidad
y del amor propio que paralizan todas estas hermosas cualidades. No imitéis a ese
hombre que se presenta como modelo y él mismo pregona sus propias cualidades a
todos los oídos complacientes. Esta virtud de ostentación, oculta, muy a menudo, una
multitud de pequeñas torpezas y odiosas falsedades.
En principio, el hombre que se exalta a sí mismo, que levanta una estatua a su
propia virtud, sólo por este hecho aniquila todo el mérito efectivo que puede tener. Pero
¿qué diré de aquel cuyo valor consiste en parecer lo que no es? Yo quiero admitir que el
hombre que hace bien, sienta en el fondo de su corazón una satisfacción íntima, pero
desde que esta satisfacción se manifiesta, fuera para recoger elogios, degenera en amor
propio.
¡Oh, todos vosotros a quienes la fe espiritista ha calentado con sus rayos, y que
sabéis cuán lejos está el hombre de la perfección, no caigáis nunca en semejante falta! La
virtud es una gracia que yo deseo a todos los sinceros espiritistas, pero les diré: Más
vale menos virtud con la modestia, que mucha con el orgulío. Por el orgullo las
humanidades sucesivas se perdieron y por la humildad deberán redimirse un día.
(Francisco-Nicolás-Madaleine. París, 1863).

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