viernes, 4 de septiembre de 2015

¿DÓNDE ESTÁN?

"Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y encontraréis des-canso para vuestras almas." – Jesús. (Mateo, 11:29.)
 

Se dirigió Jesús a la multitud de los afligidos y desalentados proclamando el divino propósito de aliviarlos.
— "¡Venid a mí! — clamó el Maestro — ¡tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended conmigo, que soy manso y humilde de corazón!"
 

Su ruego amoroso vibra en el mundo, a través de todos los siglos del Cristianismo.
Compacta es la turba de desesperados y oprimidos de la Tierra, no obstante el amistoso convite.
Es que el Maestro en el "¡Venid a mí!" espera naturalmente que las almas inquietas y tristes lo procuren para la adquisición de la enseñanza divina. Mas ni todos los afligidos pretenden renunciar al objeto de sus desesperaciones y ni todos los tristes quieren huir a la sombra para el encuentro con la luz.
La mayoría de los desalentados llegan a intentar la satisfacción de caprichos criminales con la protección de Jesús, emitiendo rogativas extrañas.
Entretanto, cuando los sufridores se dirigieren sinceramente a Cristo, han de oírlo, en el silencio del santuario interior, concitándole el espíritu a despreciar las disputas reprobables del campo inferior.
¿Dónde están los afligidos de la Tierra que pretenden cambiar el cautiverio de sus propias pasiones por el yugo suave de Jesucristo?
Para esos fueron pronunciadas las santas palabras "¡Venid a mí!", reservándoles el Evangelio poderosa luz para la renovación indispensable

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