domingo, 9 de noviembre de 2014

TESTAMENTO NATURAL- E. Cap XVI item 15

Hermanos es esta la invitacion que hacemos a todos, " El llamado al Evangelio". 
A los hermanos que siguen el trabajo evangelico de Reencuentros por Amor,  la recordacion y el empalme con los trabajos realizados en el Centro , a hacer las analogias respectivas y la meditacion con ese mundo intimo con quien tenemos el deber de reencontrarnos, el llamado al perfeccionamiento al desarrollo de la virtud, no sin antes tener presente la verdadera propiedad. Ver item 9 de este mismo capitulo , el capitulo que hoy analizamos en el contexto del autoconocimiento y en el trabajo con nosotros mismos.
El Administrador.

E- — Cap. XVI Párrafo 15

"El principio en virtud del cual el hombre es sólo el depositario de la fortuna de la cual Dios le permite gozar durante su vida, ¿le quita el derecho de transmitirla a sus descendientes?"
El hombre puede transmitir perfectamente, después de su muerte, aquello que ha
usufructuado durante su vida, porque el efecto de este derecho está siempre subordinado a la voluntad de Dios, que puede, cuando quiere, impedir a sus descendientes gozar de él; este es el motivo porque se ven destruir las fortunas que parecen más sólidas. La voluntad del hombre para sostener su fortuna en su línea es, pues, impotente; lo que no le quita el derecho de transmitir el préstamo que ha recibido, puesto que Dios se lo quitará cuando lo crea conveniente. (San Luis. París, 1860.)


Testamento Natural.
 Por mucho que intente el hombre apartarse de la vida en sociedad, seguirá perteneciendo a la comunidad que plasmó su cuna y de la que continúa aún recibiendo su influencia, así como ella recibe en un cierto modo la suya.
Es evidente que cualquiera puede retirarse de las luchas cotidianas con el argumento de escapar a los grandes males del mundo, pero mientras esté en el mundo y aun cuando no lo desee, proseguirá consumiendo los recursos de él para sobrevivir.
Por tal motivo es que cualquier persona deja, al desencarnar, la herencia que le es propia.
En lo que se refiere a los bienes materiales, en el mundo existen testamentos privados, públicos, conjuntivos y nuncupativos, pero las leyes divinas escrituran, además, los bienes que las leyes humanas no tienen en cuenta: los testamentos naturales que el Espíritu reencarnado lega a sus contemporáneos a través de sus ejemplos.
También es preciso recordar que no se sabe, en rigor de verdad, de ningún testamento del pasado que quedase en la grata memoria del pueblo, mientras que determinados gestos de algunas personas son guardados muy cariñosamente en el recuerdo común.
A pesar del carácter de fama que rodea a su personalidad, es dable resaltar que nadie sabe qué destino han llevado los tesoros de Creso, el rey, al paso que las fábulas de Esopo, el esclavo, son releídas hasta hoy con interés y deleitación, a casi treinta siglos de haber sido concebidas.
La tierra que cambió de dueño en muchas oportunidades no es conocida por las escrituras que especifican sus características, y sí por las cosechas que producen.
Nadie puede olvidar, en especial el espíríta, que por la muerte del cuerpo toda persona deja la herencia de lo que reunió conviviendo en sociedad, herencia que, en algunas circunstancias, es acompañada por amargas obsesiones y penosos débitos que deja para su futuro.
Todos debemos vivir de manera que en lo por venir podamos bendecir este pasaje por la Tierra. Quiéralo o no, todo Ser reencarnado nació entre dos corazones que se encuentran a su vez ligados a una determinada familia — familia que es una célula de la comunidad. Cada uno de nosotros responde mecánicamente por lo que hizo a la humanidad en la persona de los demás.

Mejoremos todo aquello que podamos mejorar en nosotros y fuera de nosotros.
Nuestro testamento es irrenunciable y, siempre que él esté caracterizado por su mala orientación, es imperioso recomenzar el trabajo con el fin de corregirlo.
Nadie procure desvirtuar la realidad diciendo que los hombres son como las arenas de la playa: uniformes e impersonales y llevados por el viento del destino.
La comunidad existirá siempre y la persona humana es una conciencia actuante dentro de ella. Hasta Jesús obedeció a este mecanismo de la vida. Y este Espíritu sublime, identificado con el Universo, cuando vino al mundo nació en la Palestina y en la Palestina tuvo la patria desde la que legó el Evangelio como Testamento Divino.
 
ANDRÉ LUIZ

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