El que
verdaderamente posee es siempre el que mejor da.
Lo que se
tiene, se debe. Cuando se ofrece, se posee.
En la
contabilidad de la vida, la verdadera posesión se presenta como el bien que se esparce y proporciona alegría, en lugar de
significar los recursos que se almacena y permanece inútil.
La
verdadera entrega enriquece a aquel que la hace y, sin lugar a dudas, beneficia
al que la recibe.
Según las
convenciones, la persona que economiza y guarda valores monetarios llega a ser
rica. Sin embargo, casi siempre se vuelve mezquina, porque se apasiona por los haberes
y se convierte en prisionera de ellos.
En
consecuencia, existen sistemas que se encargan de acumular y enseñar a ahorrar,
generando los círculos de inversiones que permiten obtener lucros y ventajas.
Los que
se vuelven ricos de este modo, viven en constante ansiedad en relación con las oscilaciones
del cambio, de las bolsas, de los títulos, pues son pobres en sentimientos elevados
y víctimas de la ganancia financiera.
La
riqueza, en sí misma, no es buena ni mala, pues depende del que la usa y cómo
es utilizada.
Con
facilidad genera apego y miedo de perderla; empobrece a otros individuos mientras
duerme en los cofres de la usura, y da lugar a que la miseria se generalice.
Aprende a repartir, a fin de compartir mejor.
Lo que
tienes se transfiere, dejas de poseerlo. En cambio, lo que eres permanece no se consume.
Reflexiona
en torno a la transitoriedad de la existencia física y comprenderás cuán urgente
es aprovecharla con propiedad.
La
sucesión inagotable del tiempo de muestra la fragilidad de las cosas en
relación con él, y su inexorabilidad en lo que se refiere a la desaparición de
todo lo que es terrenal.
Solamente
las conquistas intelecto-morales tienen sabor a eternidad.
En
consecuencia, hazte rico en adquisiciones espirituales, que dilatarán los
horizontes de tu entendimiento, de tu vida, y te mostrarán mejor el significado
y el objetivo de la existencia carnal.
Como
portador de una visión correcta acerca de cómo debes proceder, irás liberándote
de incontables factores degenerativos que se fijaron en tu personalidad y son responsables
por los problemas, las enfermedades e insatisfacciones que te afligen.
Ya no
disputarás vanidades, ni te afectarán las agresiones, que no tienen importancia
alguna. Tus aspiraciones serán más elevadas.
No te
sentirás más grande o más pequeño según el juego de las engañosas referencias,
de las inútiles competiciones del escenario terrestre. Tus conquistas no serán
mensurables por los aplausos o los abucheos.
Vivirás
tranquilo y dispondrás de todo lo que es necesario, sin el tormento dispensable
de lo superfluo.
*
La vida
te da todo, sólo basta el esfuerzo para conseguirlo.
También lo toma todo, sin que nadie pueda retener los bienes que no te pertenecen.
Salud, paz, alegría, trabajo y autorrealización sean para ti las raras monedas que necesitas para la jornada humana, que te abrirán las puertas del futuro, rumbo a la inmortalidad, tu meta final y única.
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