En muchas circunstancias consideramos en la Tierra que las horas desafortunadas son únicamente aquellas en que la aflicción nos remuerde la existencia bajo la forma de tristeza, abandono, enfermedad, privaciones... El espirita sabe, sin embargo, que existen otras que son tal vez peores... No ignora, por ejemplo, que hay días que se cubren de una felicidad aparente en loscuales el sentimiento, anestesiado por la ilusión, cae rendido ante las tinieblas.
Tiempos en que los hermanos engañados se consideran seguros... Ocasiones en que campaneros hastiados del comodísimo sienten hambre de luz, y nada saben de ella. .. No siempre estarán ellos expuestos en la vitrina con espectacular afectación ante la observación pública o social, 0 recibiendo los improperios acusadores o las alabanzas Y ululaciones de la multitud...
A veces conviven cerca nuestro, en casa o en el barrio, en el trabajo o en el estudio, en el viaje o en la institución espirita... El espirita consciente reconoce en ellos a los necesitados difíciles de las horas desafortunadas. En muchas circunstancias se ve obligado a convivir con ellos, compartir una determinada actividad, a oírlos y obedecerlos hasta el punto límite como el deber profesional o el compromiso hogareño le indiquen como obligación.
No obstante observa que, para ser útil a ellos, no será imprescindible congraciarse con el asentimiento de todas sus actitudes, tal como hace el cazador frente a su presa, tratando de atraerla con medios artificiosos para destruirla con mayor seguridad.
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¿Cómo se podrá ejercer la solidaridad con ellos? — se preguntará, ¿Cómo menospreciarlos si carecen de todo apoyo? Necesitamos aclarar, sin embargo, que para ayudarlos fraternalmente en toda circunstancia no es requisito indispensable sonreírles siempre. Todos podemos brindar cooperación solidaria a los necesitados difíciles de las horas desafortunadas, ya sea silenciando o dilucidando situaciones conforme a nuestra comprensión evangélica, pero sin anularles sus posibilidades de aprender, crecer, mejorarse y servir, aprovechando los talentos de la vida para el trabajo que tienen a desempeñar en la tarea que el Maestro les confió. Aun cuando se constituyan en adversarios nuestros sin ningún motivo, debemos ayudarlos ... Jesús no nos aconsejó festejar a quienes apedreen nuestra conciencia tranquila como tampoco nos enseñó a destruirlos. Mas, en conocimiento de que no nos es posible concordar con ellos, como tampoco odiarlos, nos exhortó certeramente con estas palabras inmortales: "¡Amad a vuestros enemigos, orad por los que os persiguen y calumnian!..." Es por ello que a todos los necesitados difíciles de las horas desafortunadas, a los cuales no nos es posible extenderles nuestros brazos fraternos en forma inmediata, podemos amarlos en espíritu, amparándolos en el camino por medio de la oración.
EMMANUEL
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