Los desencuentros humanos, como los alborotos y los tumultos, nos solicitan un tipo raro de beneficencia: la caridad de saber oír. Son muchos los que deambulan desorientados por la falta de tolerancia para
oírlos. Conviene resaltar que palabras no les faltan. Lo que no encuentran es el silencio de un corazón amigo con el suficiente amor para llegar a sus almas con el bálsamo de la comprensión, y, por tal motivo, desfallecen en la lucha semejando a un motor que se resiente por la falta de aceite.
***
Preparas la mesa, construyes un albergue, repartes ropas, agotas tu billetera desviviéndote por los necesitados... Cede también el donativo de tu atención a los angustiados, contribuyendo a descongestionar el tránsito de sus ideas in-felices por las calles del alma.
Para prestarles el amparo debido no demuestres, sin embargo, la actitud de los que no quieren incomodarse, ni tampoco digas la clásica frase: "peor me pasó a mí", con lo cual, muchas veces, con el pretexto de, ayudar, estamos manifestando ante los demás nuestro propio egocentrismo sin percibir que estamos oprimiéndolos. Es posible que tus problemas sean realmente mayores, pero recuerda que en la
Tierra nadie posee el metro necesario para determinar la dimensión de los sufrimientos de los demás. Rebaja, pues, la importancia que das a tus dolores, poniéndolos al nivel de los de aquellos que se te representen como más leves. Deja que el prójimo valorice tus grandes sufrimientos. Si tuvieras
apresuramiento o cansancio no des contestaciones con tono de superioridad o aspereza, cual si te encontraras en la condición de héroe. Haz una pausa, aunque breve, y dedica un minuto a una nota de afecto. Además, siempre que puedas, oye con serenidad, tratando de amenguar la aflicción que aún permanece en el mundo. En el momento que te corresponda expresar palabras, manifiesta la frase que
aconseje sin herir o que reanime sin engañar.
Si las circunstancias te obligan a hacer referencias de orden personal, escoge aquellas que aprovechen a los demás para orientarlos y fortalecerles la esperanza. Cuando estés oyendo a alguien, no interrumpas su exposición formulándole reproches.
Los que procuran tu comprensión para descargar las penas de su alma, por lo general conocen de sobra el calibre de la cruz que ellos mismos colocaron sobre sus hombros. Te ruegan tan solo alguna pequeña cantidad de energías que pueda alentarlos a dar algunos pasos más adelante por el camino.
Aprendamos a oír para auxiliar, sin la presunción de resolver. El propio Cristo consolando y bendiciendo, enseñando y sirviendo, no prometió la supresión inmediata de las pruebas a cuantos se le acercaban, pero sí los exhortaba con estas sinceras palabras: "Venid a mí, que yo os aliviaré".
EMMANUEL
No hay comentarios:
Publicar un comentario