Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (Mateo, 22:39)
“Amar al
prójimo como a sí mismo; hacer por los otros lo que quisiéramos que los otros
hiciesen por nosotros”, es la expresión más completa de la caridad, porque
resume todos los deberes del hombre para con el prójimo. Al respecto, no se
puede tener una guía más segura que tomar como medida de lo que debemos hacer a
los otros, aquello que deseamos para nosotros mismos. ESE, Cap XI, Ítem 4.
La ley
del amor sustituye la personalidad por la fusión de los seres; aniquila las
miserias sociales. ¡Feliz aquel que, elevándose sobre su condición humana, ama
con amplio amor a sus hermanos en sufrimiento! ¡Feliz aquel que ama, porque no
conoce la miseria del alma ni la del cuerpo; sus pies son livianos, y vive como
transportado fuera de sí mismo! Cuando Jesús pronunció esa divina palabra:
“amor”, se estremecieron los pueblos, y los mártires, embriagados de esperanza,
descendieron a la arena del circo.
El amor
resume toda la doctrina de Jesús, porque es el sentimiento por excelencia, y
los sentimientos son los instintos elevados a la altura del progreso realizado.
Cuando
comprendáis la ley de amor que une a todos los seres, buscaréis en ella los sutiles
goces del alma, que son el preludio de la dicha celestial. ESE, Cap XI, Ítem 8.
Para practicar
la ley de amor tal como Dios la entiende, es preciso que lleguéis poco a poco a
amar a todos vuestros hermanos, indistintamente. La tarea será prolongada y difícil,
pero se cumplirá. Dios así lo quiere, y la ley de amor constituye el primero y
más importante precepto de vuestra nueva doctrina, porque un día ella habrá de matar
al egoísmo, sea cual fuere el aspecto con que se presente. ESE, Cap XI, Ítem 9.
Los
efectos de la ley de amor son el mejoramiento moral de la raza humana y la
felicidad durante la vida terrenal. Los más rebeldes, al igual que los más
viciosos, habrán de reformarse cuando vean los beneficios producidos por la puesta
en práctica de esta máxima: “No hagáis a los otros lo que no quisierais que
ellos os hiciesen”; hacedles, por el contrario, todo el bien que podáis. ESE,
Cap XI, Ítem 9.
No
creáis en la esterilidad ni en la dureza del corazón humano. Este, a pesar suyo,
cede al amor verdadero, que es un imán al que no se puede resistir. El contacto
de ese amor vivifica y fecunda los gérmenes de esa virtud, que se encuentra en
vuestro corazón en estado latente. La Tierra, morada de pruebas y de exilio,
será entonces purificada por ese fuego sagrado, y en ella se practicará la
caridad, la humildad, la paciencia, la devoción, la abnegación, la resignación,
el sacrificio y las demás virtudes hijas del amor. ESE, Cap XI, Ítem 9.
Amados
hermanos, aprovechad esas lecciones. Su práctica es difícil, pero el alma
extrae de ellas un bien inmenso. Creedme, haced el esfuerzo sublime que os
pido: “Amaos”. ESE, Cap XI, Ítem 9.
***
Acostumbrado
a las contiendas devastadoras y a las competencias primitivas en una vida de
juegos y astucias, el hombre se va adormeciendo al permitirse caer en la
insensibilidad, en la cual, juzgando erróneamente, ve garantizada la frialdad
necesaria para mantenerse en la lucha con la sangre fría que precisa para
tornarse un vencedor.
Por ese
motivo, encontramos en Jesús la indagación directa y verdadera que nos hace
meditar.
“Pues, ¿Qué
aprovecharía el hombre, si ganase el mundo entero y perdiese su alma? (Mateo, 16:26).
Así, cuando se hace necesario permitir al hombre el
reencuentro con su realidad noble y divina, no es a los recursos de la razón
que el Universo recurre para llevarlo a tal estadio. Muchas veces la razón es
como la tela de araña: revela el arácnido y también sirve para ocultarlo. El
raciocinio es el maravilloso mecanismo de comprensión por medio del cual el
hombre se yergue de la condición primitiva e irresponsable para los pródromos
de la humanidad y responsabilidad. No obstante, muchas veces es en él que los
hombres se ocultan para negar o dudar de sus propias percepciones y no creer en
lo que está siendo revelado a la razón.
Por eso, como el hombre, muchas veces, utiliza el
raciocinio para tornarse escéptico para preservar su comodidad o su
conveniencia, la sabiduría del Universo se vale de los recursos que pueden penetrar
lo más íntimo de sus sentimientos y reconducirlo a la noción real, la de un
frágil espíritu en evolución. No sobre la base de discursos y piezas literarias
dirigidas al raciocinio que tales procesos se fundamentan, pues abrirían una frontera
de discusión y análisis que más que auxiliar perturbaría al ser humano.
El tocar los sentimientos es como una suave
melodía, como un bisturí amoroso, como cincel suave, es capaz de ablandar el peso
del martillo que se va imponiendo a la dureza de los raciocinios. Y, sin
sentirse violentado por un argumento más fuerte del que su orgullo sería capaz
de aceptar, por una razón superior a la suya, que el hombre casi siempre juzga
que no existe, la emoción es despertada por las arias angelicales, desbastando
la insensatez del estilo de vida que los hombres eligieron para sí y tocando la
profundidad de su interior, donde reside la convicción de la Superioridad de
Dios.
Como por arte de magia, despiertan emociones
archivadas en lo más íntimo de las almas y, por un milagro silencioso, muchas
veces abren el dique de lágrimas tercamente defendido por un ser humano
orgullos de su autodominio, que acaba por entregarse a la emoción silenciosa y
abre los vertederos por donde fluirá la hiel acumulada en las decepciones de la
vida.
Eso propicia una limpieza profunda y una
purificación del alma que. Muchas veces, el más inspirado de los discursos no
podrá conseguir realizar, si se limita apenas a las frases de efecto y discurso
destinado al raciocinio.
Es en el Amor verdadero por los desdichados de la vida que encontrares la clave que esclarecerá todos los enigmas de la existencia humana, porque en cada sufridor podréis encontrar las marcas de las propias culpas, o el peso de las propias deudas que son la señal de vuestro escalafón evolutivo.
Es en el Amor verdadero por los desdichados de la vida que encontrares la clave que esclarecerá todos los enigmas de la existencia humana, porque en cada sufridor podréis encontrar las marcas de las propias culpas, o el peso de las propias deudas que son la señal de vuestro escalafón evolutivo.
Lucius (con una pequeña adaptación por parte del
editor)
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