viernes, 21 de noviembre de 2014

LOS NUEVOS SAMARITANOS

Cap. XV - Item 2  (E.S.E.)

2. Y se levantó un doctor de la ley, y le dijo por tentarle: Maestro, ¿qué haré para poseer la vida eterna? - Y él le dijo: ¿En la ley, qué has escrito? ¿Cómo lees? El respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo corazón, y de toda tu alma, y de toda tus fuerzas, y de todo su entendimiento, y a tu prójimo como a tí
mismo. - Y le dijo: Bien has respondido, haz eso y vivirás. Mas él, queriéndose justificar a si mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
Y Jesús, tomando la palabra, dijo: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y dió en manos de unos ladrones; los cuales le despojaron: y después de haberlo herido le dejaron medio muerto y se fueron. - Aconteció, pues, que pasaba por el mismo camino un sacerdote, y cuando le vió, pasó de largo. - Y así mismo un levita, llegando cerca de aquel lugar y viéndole pasó también de largo. - Mas un samaritano que iba por su camino, se llegó cerca de él, y cuando le vió, se movió a compasión. - Y acercándose le vendó las heridas, echando en ellas aceite y vino, y poniéndolo sobre su bestia, lo llevó a una venta, y tuvo cuidado de el. - Y otro día sacó dos denarios y los dió al mesonero y le dijo: Cuídamele: y cuanto gastares de más yo te lo daré cuando vuelva. ¿Cuál de estos tres te parece que fué el prójimo de aquel que dió en manos
de los ladrones? - Aquél, respondió el doctor, que usó con él de misericordia. Pues vé, le dijo entonces, Jesús, y haz tú lo mismo. (San Lucas, cap. X, v. de 25 a 37)

LOS NUEVOS SAMARITANOS
 
¿Quién no ha caído aun en los abismos del error?
¿Quién todavía no se vio forzado a levantarse después de muchas caídas?
Tañe las cuerdas del corazón y esparce la indulgencia, mediante el servicio a los compañeros que azote de la prueba flagela y castiga.
Los hay por todas partes:
El enfermo recluido en el manicomio, que espira a medida que la liz declina en el crepúsculo de su existencia…
La muchacha accidentada cutos ojos debilitados vuelve a filtrar el azul del cielo…
El joven que ostenta salid que desborda de su cuerpo, mientras la irreflexión arrastra su alma hacia los antros del vicio…
La mujer que reúne al mismo tiempo la ternura de mil madres, cuando abraza a su pequeño hijo amado y enfermo que desfallece sin fuerzas para llorar…
El hombre de paso inseguro que se acierta cansado sobre los paseos o bancos de la via publica, que trata de conciliar el sueño de la máxima desventura…
El agricultor, prisionero de viejos dolores que hace varios meses no se cambia de vestimenta de la intensa lucha…
La dama elegante y hermosa cuyo corazón está repleto de equivocaciones, dentro de un pecho engalanado de joyas…
El ebrio de mirada sin brillo y labios blanquecinos, que se dirige hacia el sepulcro, tambaleándose por los sollozos de sus hijos librados a la ignorancia y la necesidad…
La anciana de piel marchita que todavía trata de coser los harapos de viejos sueños…
El infeliz sentenciado cuyo único consuelo consiste en escuchar el concierto de las aves sobre el tejado de la cárcel…
Porque edifican el bien sin alardes, en el sublime anonimato del amor fraterno, los espiritas pueden y deben ser los nuevos samaritanos, en la vida de hoy.
Aunque humildes e insignificantes, pero convencidos de que gozamos de la Eternidad, en la cual desde ahora podemos vivir felices, sigamos a Jesús, el Excelso Timonel, para acompañar ña marcha gloriosa de esfuerzo y lucha en la que porfían incansablemente nuestros benefactores abnegados: los Espíritus Buenos.

Euripídes Barsanulfo

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