miércoles, 5 de noviembre de 2014

FUERA DE LA CARIDAD NO HAY SALVACIÓN.


Aunque yo tuviera el lenguaje de los ángeles; aunque tuviera el don de profecía, y penetrara todos los misterios; aunque tuviera toda la fe posible, al punto de transportar montañas, si no tengo caridad, no soy nada.

Entre estas tres virtudes: la fe, la esperanza y la caridad, la de mayor excelencia es la Caridad.  (San Pablo, Primera Epístola a los Corintios, 13:1 a 7, y 13.)

Evangelio según el Espiritismo — Cap. XV — Párrafo 10
FUERA DE LA CARIDAD NO HAY SALVACIÓN.

Hijos míos, en la máxima Fuera de la caridad no hay salvación se hallan contenidos los destinos de los hombres en la Tierra y en el Cielo. En la Tierra, porque al amparo de esa bandera ellos vivirán en paz. En el Cielo, porque los que la hayan practicado encontrarán gracia ante el Señor. Esa divisa es la antorcha celestial, la columna luminosa que guía al hombre en el desierto de la vida, para conducirlo a la Tierra Prometida. Brilla en el Cielo como una aureola de santidad en la frente de los elegidos; y en la Tierra, está grabada en el corazón de aquellos a quienes Jesús dirá: “Pasad a la derecha, benditos de mi Padre”. Los reconoceréis por el aroma de la caridad que esparcen alrededor suyo. Nada expresa mejor el pensamiento de Jesús, nada resume tan bien los deberes del hombre, que esa máxima de índole divina. Nada mejor podía hacer el espiritismo, para probar su propio origen, que presentarla como regla, pues esa máxima constituye el reflejo del más puro cristianismo. Con una guía así, el hombre nunca se desviará. Dedicaos, pues, amigos míos, a comprender su profundo sentido y sus consecuencias, a buscar por vosotros mismos todas sus aplicaciones. Someted la totalidad de vuestras acciones al control de la caridad, y vuestra conciencia os responderá. No sólo evitará que cometáis el mal, sino que también os ayudará a practicar el bien, pues no alcanza con una virtud negativa: hace falta una virtud activa. Para hacer el bien, se requiere siempre la acción de la voluntad. En cambio, para no practicar el mal, alcanza en muchas ocasiones con la inercia y la indiferencia.

Amigos míos, agradeced a Dios que os ha permitido que pudieseis gozar de la luz del espiritismo. Esto no significa que solamente quienes poseen esa luz serán salvados, sino que, al ayudaros a comprender mejor las enseñanzas de Cristo, os hace mejores cristianos. Así pues, haced que, cuando os observen vuestros hermanos, puedan decir que el verdadero espírita y el verdadero cristiano son una sola y la misma persona, dado que todos los que practican la caridad son discípulos de Jesús, sea cual fuere el culto al que pertenezcan. (Pablo, apóstol. París, 1860.)

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EN LA TRILLA DE LA CARIDAD

Si ya sientes la felicidad de auxiliar, ubícate en el lugar de quien pide.

Probablemente tú jamás necesitaste acudir a la mesa del prójimo para alimentar a un hijo muy amado, como tampoco sepas de la inquietud que sobreviene a quien aguarda en las salas de espera para mendigar un simple lavar.

Todos cuantos nos dirigen sus ojos humedecidos por las lágrimas suplicándonos una ayuda, son nuestros hermanos. ..

Tal vez nunca examinaste la prodigiosa resistencia de los pequeñitos que, mal alimentados y mal vestidos, te abordan en la calle; como nunca mediste la soledad de los que padecen una grave enfermedad guareciéndose en las plazas y estaciones públicas sin contar con un brazo amigo que alivie sus sufrimientos, y quedan a la expectativa por hallar a alguien que los apoye contra el asedio de la muerte.

Muchos argumentan que hay en estos seres tantos vicios y mentiras que, en honor a la justicia, la que nadie debe contrariar para que no se quiebre el orden, debemos evitarlos y dejarlos librados a su suerte.

Será justo, también, verificar hasta qué punto somos nosotros culpables por la desesperación que los hizo caer en semejante estado y hasta dónde somos también pasibles de censura por faltas similares.

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Dios nos da para que aprendamos a distribuir.

Respeta la disciplina y el orden, pero recuérdate que el Señor te agradece la bondad que puedas ejercer con la poca cosa que entregas en bien de los que sufren, como por la palabra de ánimo que puedas grabar en el corazón torturado de quien te solicita fuerzas y esperanza.

Trabaja contra el mal, mas, igualmente, recuerda que las leyes de la vida amparan la alegría del niño desdichado con el que tuviste un gesto de bondad y responden a las oraciones del ancianito que recogió tu testimonio de afecto, exclamándote:

"Que Dios te bendiga".

La caridad en cada gesto y en cada frase provoca el claror de la bendición. Será tal vez por eso que la Sabiduría Divina ubicó el cerebro encima del tronco como foco de luz, dado que nadie debe actuar sin pensar, así como entre la cabeza que ilumina y las manos que auxilian situó la fidelidad sublime del corazón.

EMMANUEL



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