Aunque
yo tuviera el lenguaje de los ángeles; aunque tuviera el don de profecía, y
penetrara todos los misterios; aunque tuviera toda la fe posible, al punto de transportar
montañas, si no tengo caridad, no soy nada.
Entre
estas tres virtudes: la fe, la esperanza y la caridad, la de mayor excelencia
es la Caridad. (San Pablo, Primera Epístola a los Corintios, 13:1
a 7, y 13.)
Evangelio según el Espiritismo —
Cap. XV — Párrafo 10
FUERA
DE LA CARIDAD NO HAY SALVACIÓN.
Hijos
míos, en la máxima Fuera de la caridad no hay salvación se hallan
contenidos los destinos de los hombres en la Tierra y en el Cielo. En la
Tierra, porque al amparo de esa bandera ellos vivirán en paz. En el Cielo,
porque los que la hayan practicado encontrarán gracia ante el Señor. Esa divisa
es la antorcha celestial, la columna luminosa que guía al hombre en el desierto
de la vida, para conducirlo a la Tierra Prometida. Brilla en el Cielo como una
aureola de santidad en la frente de los elegidos; y en la Tierra, está grabada
en el corazón de aquellos a quienes Jesús dirá: “Pasad a la derecha, benditos
de mi Padre”. Los reconoceréis por el aroma de la caridad que esparcen
alrededor suyo. Nada expresa mejor el pensamiento de Jesús, nada resume tan
bien los deberes del hombre, que esa máxima de índole divina. Nada mejor podía
hacer el espiritismo, para probar su propio origen, que presentarla como regla,
pues esa máxima constituye el reflejo del más puro cristianismo. Con una guía
así, el hombre nunca se desviará. Dedicaos, pues, amigos míos, a comprender su
profundo sentido y sus consecuencias, a buscar por vosotros mismos todas sus
aplicaciones. Someted la totalidad de vuestras acciones al control de la
caridad, y vuestra conciencia os responderá. No sólo evitará que cometáis el
mal, sino que también os ayudará a practicar el bien, pues no alcanza con una
virtud negativa: hace falta una virtud activa. Para hacer el bien, se requiere
siempre la acción de la voluntad. En cambio, para no practicar el mal, alcanza
en muchas ocasiones con la inercia y la indiferencia.
Amigos
míos, agradeced a Dios que os ha permitido que pudieseis gozar de la luz del
espiritismo. Esto no significa que solamente quienes poseen esa luz serán
salvados, sino que, al ayudaros a comprender mejor las enseñanzas de Cristo, os
hace mejores cristianos. Así pues, haced que, cuando os observen vuestros
hermanos, puedan decir que el verdadero espírita y el verdadero cristiano son
una sola y la misma persona, dado que todos los que practican la caridad son
discípulos de Jesús, sea cual fuere el culto al que pertenezcan. (Pablo,
apóstol. París, 1860.)
***
EN LA TRILLA DE LA
CARIDAD
Si ya sientes la felicidad de auxiliar, ubícate en el lugar de
quien pide.
Probablemente tú jamás necesitaste acudir a la mesa del prójimo
para alimentar a un hijo muy amado, como tampoco sepas de la inquietud que
sobreviene a quien aguarda en las salas de espera para mendigar un simple
lavar.
Todos cuantos nos dirigen sus ojos humedecidos por las lágrimas
suplicándonos una ayuda, son nuestros hermanos. ..
Tal vez nunca examinaste la prodigiosa resistencia de los
pequeñitos que, mal alimentados y mal vestidos, te abordan en la calle; como
nunca mediste la soledad de los que padecen una grave enfermedad guareciéndose
en las plazas y estaciones públicas sin contar con un brazo amigo que alivie
sus sufrimientos, y quedan a la expectativa por hallar a alguien que los apoye
contra el asedio de la muerte.
Muchos argumentan que hay en estos seres tantos vicios y mentiras
que, en honor a la justicia, la que nadie debe contrariar para que no se
quiebre el orden, debemos evitarlos y dejarlos librados a su suerte.
Será justo, también, verificar hasta qué punto somos nosotros
culpables por la desesperación que los hizo caer en semejante estado y hasta
dónde somos también pasibles de censura por faltas similares.
***
Dios nos da para que aprendamos a distribuir.
Respeta la disciplina y el orden, pero recuérdate que el Señor te
agradece la bondad que puedas ejercer con la poca cosa que entregas en bien de
los que sufren, como por la palabra de ánimo que puedas grabar en el corazón
torturado de quien te solicita fuerzas y esperanza.
Trabaja contra el mal, mas, igualmente, recuerda que las leyes de
la vida amparan la alegría del niño desdichado con el que tuviste un gesto de
bondad y responden a las oraciones del ancianito que recogió tu testimonio de
afecto, exclamándote:
"Que Dios te bendiga".
La caridad en cada gesto y en cada frase provoca el claror de la
bendición. Será tal vez por eso que la Sabiduría Divina ubicó el cerebro encima
del tronco como foco de luz, dado que nadie debe actuar sin pensar, así como entre
la cabeza que ilumina y las manos que auxilian situó la fidelidad sublime del
corazón.
EMMANUEL
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