No se turbe vuestro corazón. - Creéis en Dios, creed también en mi. -
"En la casa de mi padre hay muchas moradas". Si así no fuera, yo os lo hubiera
dicho: Pues voy a aparejaros el lugar. - Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré
otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que en donde yo estoy estéis también
vosotros. (San Juan, cap. XIV, v. 1, 2, 3).
E.S.E. Cap III Item 6-12"En la casa de mi padre hay muchas moradas". Si así no fuera, yo os lo hubiera
dicho: Pues voy a aparejaros el lugar. - Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré
otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que en donde yo estoy estéis también
vosotros. (San Juan, cap. XIV, v. 1, 2, 3).
6. Nos maravillamos de encontrar en la tierra tanta maldad y malas pasiones,
tantas miserias y enfermedades de todas clases, y de esto sacamos en consecuencia que
la especie humana es lina triste cosa. Este juicio proviene del punto de vista limitado en
que nos colocamos y que da una fslsa idea del conjunto. Es menester considerar que en
la tierra no se ve toda la humanidad, sino una pequeña fracción de ella. En efecto, la
especie humana comprende todos los seres dotados de razón que pueblan los
innumerables mundos del universo; así, pues, ¿ qué es la población de la tierra con
respecto a la población total de estos mundos? Muchu menos que una aldea al lado de
un grande im perio. La situación material y moral de la humanidad terrestre nada tiene de
extraordinario si nos hacemos cargo del destino de la tierra y de la naturaleza de los que
la habitan.
7. Nos formaríamos una idea muy falsa de los habitantes de una gran ciudad si
los juzgásemos por la población de los barrios más ínfimos y sórdidos. En un hospital,
sólo se ven enfermos y lisiados; en un presidio sólo se ven todos los vicios, todas las
torpezas reunidas; en las comarcas insalubles la mayor parte de los habitantes están
pálidos, enfermizos y achacosos. Pues bien, figurémonos que la tierra es un arrabal, una
penitenciaría, un país malsano, porque es a la vez todo esto, y se comprenderá por qué
las aflicciones sobrepujan a los goces; por qué no se llevan al hospital a los que tienen
buena salud, ni a las casas de corrección a aquellos que no han hecho daño; pues ni los
hospitales ni las casas de corrección son lugares de delicias.
Pues así como en una ciudad, toda su población no está en los hospitales o en las
cárceles, tampoco toda la humanidad está en la tierra; de la misma manera que uno sale
de un hospital cuando está curado y de la cárcel cuando ha sufrido su condena, el
hombre deja la tierra por mundos más felices, cuando está curado de sus dolencias
morales.
INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS
Mundos inferiores y mundos superiores
tantas miserias y enfermedades de todas clases, y de esto sacamos en consecuencia que
la especie humana es lina triste cosa. Este juicio proviene del punto de vista limitado en
que nos colocamos y que da una fslsa idea del conjunto. Es menester considerar que en
la tierra no se ve toda la humanidad, sino una pequeña fracción de ella. En efecto, la
especie humana comprende todos los seres dotados de razón que pueblan los
innumerables mundos del universo; así, pues, ¿ qué es la población de la tierra con
respecto a la población total de estos mundos? Muchu menos que una aldea al lado de
un grande im perio. La situación material y moral de la humanidad terrestre nada tiene de
extraordinario si nos hacemos cargo del destino de la tierra y de la naturaleza de los que
la habitan.
7. Nos formaríamos una idea muy falsa de los habitantes de una gran ciudad si
los juzgásemos por la población de los barrios más ínfimos y sórdidos. En un hospital,
sólo se ven enfermos y lisiados; en un presidio sólo se ven todos los vicios, todas las
torpezas reunidas; en las comarcas insalubles la mayor parte de los habitantes están
pálidos, enfermizos y achacosos. Pues bien, figurémonos que la tierra es un arrabal, una
penitenciaría, un país malsano, porque es a la vez todo esto, y se comprenderá por qué
las aflicciones sobrepujan a los goces; por qué no se llevan al hospital a los que tienen
buena salud, ni a las casas de corrección a aquellos que no han hecho daño; pues ni los
hospitales ni las casas de corrección son lugares de delicias.
Pues así como en una ciudad, toda su población no está en los hospitales o en las
cárceles, tampoco toda la humanidad está en la tierra; de la misma manera que uno sale
de un hospital cuando está curado y de la cárcel cuando ha sufrido su condena, el
hombre deja la tierra por mundos más felices, cuando está curado de sus dolencias
morales.
INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS
Mundos inferiores y mundos superiores
La clasificación de mundos inferiores y mundos superiores es más bien relativa
que absoluta, porque un mundo es inferior o superior con relación a los que están
encima o debajo de él en la escala progresiva.
Tomando la tierra como un punto de comparación, podemos formarnos una idea
del estado de un mundo inferior, suponiendo al hombre en el grado de las razas salvajes o de las naciones
bárbaras que aun se encuentran en su superficie, y que son restos de su estado primitivo.
En los mundos más atrasados los seres que los habitan son de algún modo rudimentarios;
tienen la forma humana, pero sin ninguna hermosura; los instintos no están
templados por ningún sentimiento de delicadeza ni de benevolencia, ni por las nociones
de lo justo y de lo injusto, la única ley es allí la fuerza brutal. Sin industria y sin invenciones,
los habitantes emplean su vida en conquistar su alimentación. Sin embargo, Dios no
abandona ninguna de sus criaturas: en el fondo de las tinieblas de la inteligencia yace
latente la vaga intuición de un Ser supremo, más o menos desarrollada. Este instinto
basta para hacer que unos sean superiores a otros, preparando su aparición a un~ vida
más completa, porque éstos no son seres degradados, sino niños que crecen.
Entre estos grados inferiores y los más elevados, hay innumerables escalones, y
entre los espíritus puros desmaterializados y resplandecientes de gloria con dificultad se
reconocen aquellos que animaron esos seres primitivos, de la misma manera que en el
hombre adulto es difícil reconocer el embrión.
9. En los mundos llegados ya al grado superior, las condiciones de la vida moral
y material son muy diferentes, lo mismo que en la tierra. La forma del cuerpo es
siempre, como en todas partes, la forma humana pero embellecida, perfeccionada, y
sobre todo, purificada. El cuerpo allí nada tiene de la materialidad terrestre, y por
consiguiente no está sujeto, ni a las necesidades ni a las enfermedades, ni a los
deterioros que engendra el predominio de la materia; los sentidos más exquisitos tienen
percepciones que en la tierra embotan lo grosero de los órganos; la ligereza específica
de los cuerpos hace la locomoción rápida y fácil: en vez de arrastrarse penosamente por
el suelo, se deslizan, digámoslo así, por la superficie, o se suspenden
que absoluta, porque un mundo es inferior o superior con relación a los que están
encima o debajo de él en la escala progresiva.
Tomando la tierra como un punto de comparación, podemos formarnos una idea
del estado de un mundo inferior, suponiendo al hombre en el grado de las razas salvajes o de las naciones
bárbaras que aun se encuentran en su superficie, y que son restos de su estado primitivo.
En los mundos más atrasados los seres que los habitan son de algún modo rudimentarios;
tienen la forma humana, pero sin ninguna hermosura; los instintos no están
templados por ningún sentimiento de delicadeza ni de benevolencia, ni por las nociones
de lo justo y de lo injusto, la única ley es allí la fuerza brutal. Sin industria y sin invenciones,
los habitantes emplean su vida en conquistar su alimentación. Sin embargo, Dios no
abandona ninguna de sus criaturas: en el fondo de las tinieblas de la inteligencia yace
latente la vaga intuición de un Ser supremo, más o menos desarrollada. Este instinto
basta para hacer que unos sean superiores a otros, preparando su aparición a un~ vida
más completa, porque éstos no son seres degradados, sino niños que crecen.
Entre estos grados inferiores y los más elevados, hay innumerables escalones, y
entre los espíritus puros desmaterializados y resplandecientes de gloria con dificultad se
reconocen aquellos que animaron esos seres primitivos, de la misma manera que en el
hombre adulto es difícil reconocer el embrión.
9. En los mundos llegados ya al grado superior, las condiciones de la vida moral
y material son muy diferentes, lo mismo que en la tierra. La forma del cuerpo es
siempre, como en todas partes, la forma humana pero embellecida, perfeccionada, y
sobre todo, purificada. El cuerpo allí nada tiene de la materialidad terrestre, y por
consiguiente no está sujeto, ni a las necesidades ni a las enfermedades, ni a los
deterioros que engendra el predominio de la materia; los sentidos más exquisitos tienen
percepciones que en la tierra embotan lo grosero de los órganos; la ligereza específica
de los cuerpos hace la locomoción rápida y fácil: en vez de arrastrarse penosamente por
el suelo, se deslizan, digámoslo así, por la superficie, o se suspenden
en la atmósfera sin otro esfuerzo que el de la voluntad, así es como se pintan los ángeles
y como los antiguos representaban los manes en los Campos Elíseos. Los hombres
conservan a su gusto las facciones de sus existencias pasadas, y aparecen a sus amigos
tales como les conocieron; pero iluminados por una luz divina y transformados por las
impresiones interiores, que son siempre elevadas. En vez de rostros deslucidos,
demacrados por los sufrimientos y las pasiones, la inteligencia y la vida irradian con ese
esplendor que los pintores han traducido por diadema o aureola de los santos.
La poca resistencia que ofrece la materia a los espíritus ya muy avanzados, hace
que el desarrollo de los cuerpos sea rápido y la infancia corta o casi nula; la vida exenta
de cuidados y de congojas, es proporcionalmente mucho más larga que en la tierra. En
principio la longevidad está proporcionada al grado de adelantos de los mundos. La
muerte no tiene ninguno de los horrores de la descomposición: lejos de ser un motivo de
espanto, es considerada como una transformación feliz, porque allí no existe la duda
sobre el porvenir. Durante la vida, no estando el alma encerrada en una materia
compacta, irradia y goza de una lucidez que la pone en un estado casi permanente de
emancipación, y permite la libre transmisión del pensamiento.
10. En esos mundos felices, las relaciones de pueblo a pueblo, siempre
amistosas, nunca se turban por la ambición de esclavizar a su vecino, ni por la guerra,
consecuencia de aquélla. Allí no hay ni amos, ni esclavos, ni privilegiados por
nacimiento; la superioridad moral e inteligente es la única que establece la diferencia de
condición y da la supremacía. La autoridad es siempre respetada, porque sólo se da al
mérito y porque siempre se ejerce con justicia. El hombre no procura elevarse sobre el
hombre, sino sobre sí mismo, perfeccionándose; y este deseo incesante no
y como los antiguos representaban los manes en los Campos Elíseos. Los hombres
conservan a su gusto las facciones de sus existencias pasadas, y aparecen a sus amigos
tales como les conocieron; pero iluminados por una luz divina y transformados por las
impresiones interiores, que son siempre elevadas. En vez de rostros deslucidos,
demacrados por los sufrimientos y las pasiones, la inteligencia y la vida irradian con ese
esplendor que los pintores han traducido por diadema o aureola de los santos.
La poca resistencia que ofrece la materia a los espíritus ya muy avanzados, hace
que el desarrollo de los cuerpos sea rápido y la infancia corta o casi nula; la vida exenta
de cuidados y de congojas, es proporcionalmente mucho más larga que en la tierra. En
principio la longevidad está proporcionada al grado de adelantos de los mundos. La
muerte no tiene ninguno de los horrores de la descomposición: lejos de ser un motivo de
espanto, es considerada como una transformación feliz, porque allí no existe la duda
sobre el porvenir. Durante la vida, no estando el alma encerrada en una materia
compacta, irradia y goza de una lucidez que la pone en un estado casi permanente de
emancipación, y permite la libre transmisión del pensamiento.
10. En esos mundos felices, las relaciones de pueblo a pueblo, siempre
amistosas, nunca se turban por la ambición de esclavizar a su vecino, ni por la guerra,
consecuencia de aquélla. Allí no hay ni amos, ni esclavos, ni privilegiados por
nacimiento; la superioridad moral e inteligente es la única que establece la diferencia de
condición y da la supremacía. La autoridad es siempre respetada, porque sólo se da al
mérito y porque siempre se ejerce con justicia. El hombre no procura elevarse sobre el
hombre, sino sobre sí mismo, perfeccionándose; y este deseo incesante no
es un tormento, sino una noble ambición que le hace estudiar con ardor para llegar a
igualarles. Todos los sentimientos tiernos y elevados de la naturaleza humana se
encuentran allí aumentados y purificados; los enconos, los celos mezquinos y las bajas
codicias de la envidia son desconocidas; un lazo de amor y fraternidad reune a todos los
hombres, y los más fuertes ayudan a los más débiles. Poseen más o menos según lo que
han adquirido por su inteligencia, pero nadie sufre por falta de lo necesario, porque
nadie está allí por expiación; en una palabra, el mal no existe.
11. En vuestro mundo tenéis necesidad del mal para sentir el bien, de la noche
para admirar la luz, de la enfermedad para apreciar la salud; allí no son necesarios esos
contrastes; la eterna luz, la eterna hermosura, la eterna calma procuran una eterna
alegría el contacto de los malos que no tienen entrada. Esto que no turban ni las
angustias de la vida material, ni es lo que difícilmente comprende el espíritu humano; ha
sido ingenioso para pintar los tormentos del infierno, pero nunca ha podido
representarse los goces del cielo; ¿y por qué?; porque siendo inferior sólo ha sufrido
pcnas y miserias y no ha entrevisto los esplendores celestes; sólo puede hablar de lo que
conoce; pero a medida que se eleva y purifica, se esclarece el horizonte y comprende el
bien que está delante de si, así como ha comprendido el mal que se ha dejado detrás.
12. Sin embargo, esos mundos afortunados no son mundos privilegiados porque
Dios no tiene parcialidades para ninguno de sus hijos; da a todos los mismos derechos y
las mismas facilidades para llegar a ellos, a todos los hace partir de un mismo punto, y
no dota a unos más que a otros; los primeros puestos son accesibles a todos; a ellos
corresponde el conquistarlos por medio del trabajo; a ellos corresponde alcanzarlos lo
más pronto posible, o languidecer durante siglos y si glos en lo más bajo de la humanidad. (Resumen de la enseñanza de todos los espíritus superiores).
igualarles. Todos los sentimientos tiernos y elevados de la naturaleza humana se
encuentran allí aumentados y purificados; los enconos, los celos mezquinos y las bajas
codicias de la envidia son desconocidas; un lazo de amor y fraternidad reune a todos los
hombres, y los más fuertes ayudan a los más débiles. Poseen más o menos según lo que
han adquirido por su inteligencia, pero nadie sufre por falta de lo necesario, porque
nadie está allí por expiación; en una palabra, el mal no existe.
11. En vuestro mundo tenéis necesidad del mal para sentir el bien, de la noche
para admirar la luz, de la enfermedad para apreciar la salud; allí no son necesarios esos
contrastes; la eterna luz, la eterna hermosura, la eterna calma procuran una eterna
alegría el contacto de los malos que no tienen entrada. Esto que no turban ni las
angustias de la vida material, ni es lo que difícilmente comprende el espíritu humano; ha
sido ingenioso para pintar los tormentos del infierno, pero nunca ha podido
representarse los goces del cielo; ¿y por qué?; porque siendo inferior sólo ha sufrido
pcnas y miserias y no ha entrevisto los esplendores celestes; sólo puede hablar de lo que
conoce; pero a medida que se eleva y purifica, se esclarece el horizonte y comprende el
bien que está delante de si, así como ha comprendido el mal que se ha dejado detrás.
12. Sin embargo, esos mundos afortunados no son mundos privilegiados porque
Dios no tiene parcialidades para ninguno de sus hijos; da a todos los mismos derechos y
las mismas facilidades para llegar a ellos, a todos los hace partir de un mismo punto, y
no dota a unos más que a otros; los primeros puestos son accesibles a todos; a ellos
corresponde el conquistarlos por medio del trabajo; a ellos corresponde alcanzarlos lo
más pronto posible, o languidecer durante siglos y si glos en lo más bajo de la humanidad. (Resumen de la enseñanza de todos los espíritus superiores).
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