jueves, 30 de octubre de 2014

SEGUN LA CARNE.

"Porque, si viviereis según la carne, moriréis." — Pablo. (Romanos, 8:13.)

Para quien vive según la carne, esto es, de conformidad con los impulsos inferiores, la estación de lucha terrestre no es más que una serie de aconteci-mientos vacíos.
En todos los momentos, la limitación les será fantasma incesante.
Cerebro abrumado por las nociones negativas, se encontrará con la muerte, a cada paso.
Para la conciencia que tuvo la desgracia de esposar concepciones tan obscuras no pasará la existencia humana de comedia infeliz.
En el sufrimiento, identifica una causa adecuada a la desesperación.
En el trabajo destinado a la purificación espiritual, siente el clima de la revuelta.
No puede contar con la bendición del amor, por cuanto, en vista de la apreciación que le es propia, los lazos afectivos son simples accidentes en el mecanismo de los deseos eventuales.
El dolor, benefactor y conservador del mundo, les es intolerable, la dis-ciplina les constituye angustiosa cárcel y el servicio a los semejantes represen-ta pesada humillación.
Nunca perdona, no sabe renunciar, le duele ceder en favor de alguien y, cuando ayuda, exige del beneficiado el servilismo del esclavo.
¡Desdichado el hombre que vive, respira y actúa, según la carne! Los conflictos de la posesión le atormentan el corazón, por tiempo indeterminado, con el mismo calor de la vida salvaje.
Pero, ¡hay de él, porque la hora renovadora sonará siempre! Y, si huyó a la atmósfera de la in-mortalidad, se asfixió las mejores aspiraciones de su pro-pia alma, si escapó al ejercicio saludable del sufrimiento, si hizo cuestión de aumentar apetitos y placeres por la absoluta integración con el "lado inferior de la vida", ¿qué podrá esperar del fin del cuerpo, sino sepulcro, sombra e im-posibilidad, dentro de la noche cruel?

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