domingo, 26 de octubre de 2014

EL EXCESO Y TU

El exceso y tú

Amigo, el Espiritismo es caridad en movimiento.
No conviertas a tu hogar en un museo.
El utensilio inservible en tu casa puede prestar utilidad en
la casa ajena.
El desapego comienza por las cosas más insignificantes y el
objeto conservado sin aplicación dentro de la casa, pone a prueba
los sentimientos de quien la habita.
La verdadera muerte comienza en la inmovilidad.
Quien pone en circulación las dádivas de Dios, renueva su
camino.
Transforma los pertrechos que ya no te sirven en potencias
activas del bien.
Saca de la alacena los alimentos que descansan en el olvido
y distribúyelos fraternalmente entre los compañeros cuyo estómago
está atormentado.

Revisa tu guardarropa y deja libres las perchas de las prendas
que no usas, para entregarlas a los viajeros desnudos de la calle.
Entrega los pares de zapatos que te sobran, a los pies descalzos
que circulan a tu alrededor.
Elimina del mobiliario las piezas excedentes, e incrementarás
la alegría de las habitaciones desventuradas.
Revuelve lo conservado en cajones o desvanes a fin de hallar
una aplicación para los objetos quietos de tu uso personal.
Convierte en patrimonio ajeno los libros cubiertos de polvo
que no consultas, mediante su entrega al lector sin recursos.
Analiza tu bolsillo para dar un poco más que los simples
compromisos de la fraternidad, a fin de demostrar gratitud por
los suplementos de la Divina Misericordia que recibes.
Brinda al hermano común alguna reliquia o recuerdo afectivo
de parientes o amigos que ya se encuentren en la Patria Espiritual,
pues trasmitirás a los que partieron mayor satisfacción con ese gesto.
Renovemos la vida constantemente, cada año, cada mes,
cada día...
Previene hoy el remordimiento de mañana.
El exceso en nuestra vida genera la carencia de nuestro semejante.
Ayuda a la casa de asistencia comunitaria.
Divulga el libro noble.
Da medicina a los enfermos.
Aplaca el hambre ajena.
Enjuga lágrimas.
Repara heridas.
Cuando buscamos la cercanía con el Señor, los valores que se
momificaron en nuestras manos resurgen en las manos de los otros,
como exaltación de amor y luz para todas las criaturas de Dios.

André Luiz

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