domingo, 26 de octubre de 2014

FILOSOFIA DE LA DUDA

No siempre los enemigos declarados de la fe son los destructores de la edificación espiritual. Los materialistas confesos son a veces excelentes personas, de corazón blando y cabeza dura.
Sintiéndose alejados de la práctica religiosa, casi siempre experimen-tan sincero placer en el servicio a los semejantes, absolutamente desintere-sados de la remuneración divina. Su increencia resulta mucho más de la imposibilidad espiritual que de la mala voluntad calculada. Y como no se puede exigir fruto al naranjo tierno, hay que dejarlos en el ateísmo provi-sional, al sol y a la lluvia de las experiencias que hacen y deshacen cosas y situaciones, para que el hombre descubra la propia grandeza.
Los caracteres verdaderamente peligrosos para los servicios edifican-tes de la fe son aquellos que reciben sus bendiciones, absorben sus luces y recogen sus beneficios, pero se declaran contra ella al siguiente día, empu-ñando las armas de la inteligencia con que precipitan en el abismo de la duda la mente frágil de los compañeros que piden que les den la mano.
Los sacerdotes del Sinedrio que provocaron la crucifixión de Cristo permanecían en la rigidez de principios característica de su trabajo y jamás ocultaron el desagrado que la lección de Jesús les causaba; sin embargo los soldados pagados para declarar que la resurrección no era más que un em-buste grosero, aseverando, a modo de observadores súper inteligentes, que los discípulos habían hurtado el cuerpo del Maestro durante las sombras de la noche, esos sí, ocasionaron graves disturbios, junto al Evangelio naciente. Es innegable que semejantes perturbadores no afectan a la verdad eterna en su esencia divina. Las permanentes discusiones de los astrónomos sobre las manchas en el Sol no impiden que el astro glorioso continúe iluminando y sustentando el Planeta. Los enredos teológicos de la Tierra nunca dismi-nuyeron la misericordia de Dios. Pese a todo, en la esfera de las realizacio-nes humanas, la ausencia de la colaboración de los favorecidos por la inte-ligencia retrasa, en cierto modo, las construcciones sublimes de la fe viva para la concordia y felicidad de un mundo mejor. Es justo, por tanto, que indiquemos la zona neurálgica del trabajo, procurando despertar a los com-pañeros de cerebro desarrollado y corazón atrofiado. Desde los primeros días del Consolador, traído a la Tierra con el Espiritismo Cristiano, ellos ponen cerco a la esfera del servicio digno de la restauración evangélica, lanzando las arenas movedizas de la duda en el terreno destinado a convicciones sanas.
Cooperando en el ministerio sublime de Allan Kardec, los Espíritus sabios y benevolentes organizaron con el inolvidable misionero la codifica-ción de la doctrina consoladora, encaminada al espíritu sufriente de la Hu-manidad. Sin embargo, Charles Richet, no obstante los títulos ennoblecedo-res que adornan su personalidad, hace la revisión de las enseñanzas espíritas, creando la Metapsíquica para evidenciar la supremacía de la duda.
William Barrett, miembro de la Real Academia de Inglaterra, después de ser favorecido por las luces del plano superior, proclama que la emoción nerviosa es la fuente de los acontecimientos supra-normales y que aún está lejos el tiempo en que se pueda demostrar la sobrevivencia del ser humano más allá de la muerte por medio de las manifestaciones mediúmnicas. Ochorowicz, favorecido por elevadas inteligencias desencarnadas, acompa-ña el gigantesco esfuerzo de los amigos espirituales, que le facultan nota-bles demostraciones; pese a ello, a continuación del prestigioso servicio de las entidades invisibles, declara que la levitación es producto de la mecánica biopsíquica, de cuyos centros emanan, según su teoría, los rayos rígidos que mueven los cuerpos sin contacto.
Experimentadores diversos, tras recibir favores brillantes del mundo invisible, proponen que la palabra ―materialización‖ sea sustituida por el término ―ectoplasma‖, para significar que el fenómeno no implica intervención de las inteligencias extrañas y sí el mero desdoblamiento del cuer-po físico en condiciones desconocidas para la energía nerviosa.
Posee la Ciencia infinitos recursos terminológicos para incentivar la duda en las almas. Y cuando surgen investigadores concienzudos y since-ros, que no temen las consecuencias de su lealtad a la sabiduría, se extien-den las definiciones sarcásticas y les llueven las pedradas. Hasta hoy apare-cen personas interesadas en presentar a William Crookes y a César Lom-broso en la categoría de papanatas, a quienes los médiums sustrajeron las facultades de observación ante la vida. Incluso en el Brasil, hombres de vasta cultura y proyección social, como Bittencourt Sampaio y Bezerra de Menezes, fueron tachados de pardillos y locos, el primero porque permutó la política engañosa de los hombres por la divina política del Evangelio y el segundo porque cambió los intereses financieros de los médicos, altamente remunerados, por los intereses eternos del Espíritu.
Es muy difícil vencer al dragón de la vanidad humana que monta guardia a nuestro patrimonio intelectual.
Aunque hombres respetables y bienintencionados como Richet vengan a la zona del esclarecimiento, colaborando con éxito en la intensificación de la cultura moderna, surge siempre una brecha, aquí o allá, por donde el monstruo asoma las garras, revelando la deficiencia de nuestra edificación personal.
Esas maravillosas inteligencias filiadas a la duda sistemática, conti-nuarán perjudicando el desarrollo de los gérmenes de la fe y aplazando in-definidamente las realizaciones de un mundo espiritualizado; no obstante, pasarán también en el campo infinito de la vida, dando lugar a científicos más fuertes y sin miedo. Que nadie se perturbe ante esos hombres admira-bles por su raciocinio, porque ellos van discutiendo, dudando y muriendo y los Espíritus benevolentes y sabios continuarán construyendo, sin desánimo y sin inquietud, la Tierra mejor del mañana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario