5. La puerta de la perdición es ancha, porque las malas pasiones
son numerosas y el camino del mal es frecuentado por la mayoría. La
de la salvación es estrecha, porque el hombre que quiere trasponerla
debe hacer grandes esfuerzos sobre sí mismo para vencer sus malas
tendencias, y pocos se resignan a ello; este es el complemento de la
máxima: Hay muchos llamados y pocos escogidos.
Tal es el estado actual de la Humanidad terrestre, porque
siendo la Tierra un mundo de expiación, el mal domina; cuando
sea transformada, el camino del bien será más frecuentado. Estas
palabras, deben, pues, entenderse en el sentido relativo y no en

sentido absoluto. Si tal debiese ser el estado natural de la


Humanidad, Dios hubiera condenado voluntariamente a la

perdición a la inmensa mayoría de sus criaturas; suposición
inadmisible desde el momento en que se reconoce que Dios es
todo justicia y todo bondad.
Pero, ¿de qué acciones malas se hubiera hecho culpable esta
Humanidad para merecer una suerte tan triste, en su presente y en su
futuro, si toda estuviese relegada en la Tierra y si el alma no hubiese
tenido otras existencias? ¿Por qué tantos inconvenientes sembrados
en su camino? ¿Por qué esta puerta tan estrecha por la que sólo
puede entrar el menor número, si la suerte del alma está fijada para
siempre después de la muerte? Así es que con la unidad de existencia,
se está incesantemente en contradicción consigo mismo y con la
justicia de Dios. Con la anterioridad del alma y la pluralidad de los
mundos, el horizonte se ensancha; se esclarecen los puntos más
obscuros de la fe; el presente y el porvenir son solidarios con el
pasado, y sólo entonces es cuando puede comprenderse todo el fondo,
toda la verdad y toda la sabiduría de las máximas de Cristo.