lunes, 25 de mayo de 2015
EL CIEGO DE JERICÓ
"Diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él respondió: -Señor, que yo vea." -(Lucas, 18:41.)
EL ciego de Jericó es una de las grandes figuras de las enseñanzas evangélicas.
Nos informa la narrativa de Lucas que el infeliz que andaba por el camino, mendigando... Sintiendo la aproximación del Maestro, se puso gritar, implorando misericordia.
Se irrita el pueblo, en vista de tan insistente rogativa. Intenta impedirlo, recomendándole callar las solicitudes. Jesús, con todo, le oye la suplicar, se aproxima a él y le interroga con amor:
-¿Qué quieres que te haga?
Delante del magnánimo dispensador de los bienes divinos, recibiendo libertad para ampliar, el pedigüeño sincero responde apenas esto:
-¡Señor, que yo vea!
El propósito de ese ciego honesto y humilde debería ser el nuestro en todas las circunstancias de la vida.
Sumergidos en la carne o fuera de ella, somos, a veces, ese mendigo de Jericó, pidiendo a las márgenes de la senda común. Nos llaman la vida, el trabajo ruega por nosotros, nos bendice la luz del conocimiento, pero permanecen los indecisos, sin coraje de marchar hacia la realización elevada que nos compete alcanzar. Y, cuando surge la oportunidad de nuestro encuentro espiritual con Cristo, más allá de sentir que el mundo se vuelve contra nosotros, induciéndonos a la indiferencia, es muy raro que sepamos pedí en sensatamente.
Por eso mismo, es muy valiosa la recomendación del pobrecito mencionado en el versículo de Lucas, por cuanto no es preciso que comparezcamos delante del Maestro como luminoso equipaje de rogativas. Basta le pidamos el donde ver, con la exacta comprensión de las particularidades del camino evolutivo. Que el Señor, por tanto, nos hará divisar todos los fenómenos y situaciones, personas y cosas, con amor y justicia, y poseemos necesario a nuestra alegría inmortal.
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