Querer, o sea, hacer converger toda la actividad, toda la energía, hacia el blanco que se tiene que alcanzar, desarrollar la voluntad y aprender a dirigirla.
Por encima, de todo, es preciso amar, porque, sin el amor, la voluntad y la ciencia serian incompletas y muchas veces estériles. El amor las ilumina, las fecunda, les centuplica los recursos. No se trata aquí del amor que contempla sin actuar, y sí del que se dedica a esparcir el bien y la verdad por el mundo.
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