Quien lee, atienda.” – Jesús (Mateo, 24:15)
Así como las criaturas, en general, convirtieron las producciones
sagradas de la Tierra en objeto de perversión de los sentidos, un
movimiento análogo se verifica en el mundo, con referencia a los frutos
del pensamiento.
Frecuentemente las más santas lecturas son tomadas a cuenta de
tempero emotivo, destinado a las sensaciones renovadas que condigan con
el recreo pernicioso o con la indiferencia por las obligaciones más
justas.
Rarísimos son los lectores que buscan la realidad de la vida.
El propio Evangelio ha sido para los imprevisores y livianos vasto campo de observaciones poco dignas.
¿Cuántos ojos pasan por él, apresurados e inquietos, anotando
deficiencias de la letra o catalogando posibles equívocos, a fin de
esparcir sensacionalismo y perturbación? Alinean, con avidez, las
aparentes contradicciones y tocan para malbaratar, con enorme desprecio
por el trabajo ajeno, las plantas tiernas y dadivosas de la fe
renovadora.
La recomendación de Jesús, no obstante, es infinitamente expresiva.
Es razonable que la lectura del hombre ignorante y animalizado
represente un conjunto de ignominiosos juegos, pero el espíritu de
religiosidad precisa penetrar la lectura seria, con real actitud de
elevación.
El problema del discípulo del Evangelio no es el de leer para alcanzar novedades emotivas o
conocer las Escrituras para transformarla en arena de esgrima
intelectual, sino el de leer para atender a Dios, cumpliendo su Voluntad
Divina.
Espíritu Emmanuel
Médium Francisco Cándido Xavier
Del libro “Viña de luz”
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