Los Evangelios son la piedra angular que sostiene doctrinas tan dispares. «Evangelio» es
un término de origen griego, que en principio designaba la recompensa ofrecida al
mensajero portador de buenas nuevas.
Después del drama del Calvario, los seguidores de Jesús, transmitían oralmente su vida y
obras, con mayor o menor lujo de detalles. A partir de la segunda mitad del siglo I d. C., se
pusieron en escrito los primeros Evangelios. Sus autores trabajaron sobre el material
recibido de la tradición oral, añadiendo informaciones propias. Con el tiempo aparecieron
alrededor de un centenar de Evangelios que diferían entre sí. La Iglesia eligió cuatro, los
que actualmente conocemos como «canónicos», inspirados o sagrados. Son los de Mateo,
Marcos y Lucas, llamados sinópticos, porque presentan grandes semejanzas entre ellos,
y el de Juan, distinto de los demás, siendo el último que se escribió, probablemente, a
finales del siglo I d. C...
La Iglesia no condenó el resto de evangelios, pero los consideró apócrifos o falsos, aunque
gracias a ellos conocemos los nombres de los Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar;
los de los padres de María, madre de Jesús, Joaquín y Ana; el del soldado romano
Longines, que atravesó con su lanza el costado de Jesús, en la cruz; Dimas, el buen
ladrón y Gestas el malo; Verónica, la buena mujer que enjugó con un lienzo el
ensangrentado y sudoroso rostro del Maestro... Es sabido que estos datos son aceptados,
convencionalmente por la Iglesia romana.
Preciso es puntualizar, que el orden de los autores de los Evangelios, no guarda relación
con la época que fueron redactados.
Estimamos que es de suma importancia mencionar lo que dice Allan Kardec en su libro,
citado ya anteriormente, en el capítulo XXIII Moral extraña». «Algunas sentencias –muy
raras, por lo demás- contrastan tan extrañamente en labios de Cristo, que por instinto
rechazamos su sentido literal, de modo que la sublimidad de su doctrina no se ha visto
afectada por ellas de ningún modo.
Esas palabras, puestas por escrito después dela muerte de Jesús, ya que ninguno de los
Evangelios se escribió mientras el vivía en la tierra, autorizan a creer que en ese caso
particular el fondo de su pensamiento no fue traducido - o lo que no es menos probable-
que el sentido primitivo pudo sufrir algunas alteraciones al pasar de una lengua a otra.
Basta que un error se haya cometido por primera vez para que luego lo repitiesen los
copistas, según se comprueba con tanta frecuencia en los hechos históricos.
Tomado de Religión de los Espiritus.Radiografia de los Evangelios. M. Dolores Figueiras.
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