PROFESION
Mediante los contactos profesionales, crea el
hombre una amplia escuela de trabajo, con lo que
favorece la construcción de la dignidad humana;
empero, mediante la abnegación emite los reflejos
de la belleza divina y abre senderos nuevos hacia el
Reino Celestial.
La profesión ejercida con honestidad, aun dentro
del régimen retributivo, inclina a los semejantes
al culto del deber.
La abnegación, el sacrificio por la felicidad
ajena, sublima al espíritu.
Es por eso que los pueblos experimentan la
necesidad de erigir, en lo íntimo de su seno, un
altar permanente donde rendir homenaje a los
auténticos héroes.
La abnegación comienza donde termina el
deber, y hace posible la repercusión de la Esfera
Superior sobre el campo de la Humanidad.
El delincuente común encadenado en una cárcel,
inspira piedad y sufrimiento. El paladín de una
causa noble injustamente recluido en ese mismo
lugar, despierta respeto e imitación.
El administrador consciente y amistoso que
reparte las utilidades del trabajo y gasta la parte
que le corresponde con escrupulosa probidad,
representa un modelo de virtudes terrenales. El
hombre que ofrenda sudor y sangre en beneficio de
todos, sin pensar en su conveniencia, es un apóstol
de las virtudes celestiales.
Una nodriza debidamente remunerada por su
trabajo relativo al bebé que recibe su cariño, es
acreedora legítima de atenciones y reconocimiento;
mas el corazón materno en constante renuncia,
arrebata a quien lo contempla hasta la gloria del
amor puro.
Del mismo modo, el matemático laureado por
la consideración pública, y dignamente gratificado
debido a la obra que realiza, es catalogado como
científico; mientras que el científico que se sumerge
en el trabajo incesante para garantizar la tranquilidad
y seguridad de la civilización, con olvido de
sí mismo, es calificado de benefactor.
Cuando desempeña fielmente sus obligaciones,
el hombre acrecienta sus cualidades morales;
cuando el hombre moralizado ejemplifica la abnegación,
el ángel se aproxima a él, en beneficio del
perfeccionamiento de la vida y del mundo.
Precisamente, al desarrollar esas actividades
que trascienden el marco de los servicios rentados
de la Tierra, actividades que son fruto de las almas
que han superado el impulso de preservación de la
propia comodidad, descienden hasta los hombres
los reflejos mentales de las Inteligencias Celestiales,
que obran enroladas por el amor en las filas
de la beneficencia anónima, y allí encontramos los
brazos eternos del Divino Incognoscible: Dios.
No obstante, en la provincia moral de la devoción
sin límites, donde descubrimos a los corazones
humanos consagrados al servicio espontáneo
del bien, no siempre respira el genio, agobiado
algunas veces por la angustia proveniente de la suma
de los reflejos desastrosos que acarrea desde el
pasado distante. Pero sí, fácilmente, identificamos
en ella a los altos dignatarios sacerdotales de todas
las religiones, a los admirables artistas de todas las
patrias, a los nobles inventores de todas las regiones,
a los artífices iluminados de todos los pueblos,
y a las abnegadas madres tantas veces olvidadas y
sufrientes, de todas las latitudes. A través de ellos
la Espiritualidad Superior desciende gradualmente
a la esfera humana, prescindiendo por completo de
la retribución de la popularidad o del oro, y entonces,
con el absoluto desprendimiento de sí misma
en auxilio a los otros, el alma vive el apostolado
sublime de la renuncia santificante, que atrae el
Pensamiento Divino en bien del perfeccionamiento
y la elevación de la Humanidad.
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