sábado, 28 de marzo de 2015

LOS HUERFANOS

 Y decía también al que le había convidado: Cuando das una comida o
una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus
vecinos ricos: no sea que te vuelvan ellos a convidar y te lo paguen. - Mas cuando
haces convite, llama a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. - Y serás bienaventurado,
porque no tienen con que corresponderte: mas se te galardonará en la
resurrección de los justos.
Cuando uno de los que comían a la mesa oyó esto, dijo: Bienaventurado el
que comerá pan en el reino de Dios! (San Lucas, cap. XIX, v. de 12 a 15).


E.S.E Cap XIII Item 18
Hermanos míos, amad a los huérfanos; si supiérais cuán triste es el estar solo y abandonado, sobre todo en edad temprana! Dios permite que haya huérfanos para inducirnos a servirles de padre. ¡Qué divina caridad la de ayudar a una pobre criatura abandonada, la de impedir que sufra hambre y frío, la de dirigir su alma con el fin de que no se pierda en el vicio! El que tiende la mano al niño abandonado, es agradable a Dios porque comprende y practica su ley.
Pensad también que el hijo que socorréis, os ha sido con frecuencia muy amado en otra encarnación, y si pudiéseis acordaros, no sería caridad, sino un deber. Así, pues, amigos míos, todo ser que sufre es vuestro hermano y tiene derecho a vuestra caridad, no a esa
caridad que hiere el corazón, no a esa limosna que quema la mano del que la recibe, porque vuestros óbolos rehusarían, si la enfermedad y la desnudez no les esperasen en la bohardilla que habitan! Dad con delicadeza; añadir al beneficio el más precioso de todos: una buena palabra, una caricia, una sonrisa de amigo; evitad ese tono de protección que atormenta el corazón, y pensad que haciendo bien, trabajáis para vosotros y los vuestros.

 (Un espíritu familiar. París, 1860).

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