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Cuando
se habla de“dignidad”, por lo tanto, no se habla de funcionalidad, o de la
contribución que alguien ofrece en un sector de la vida social. La dignidad
no radica en la productividad, ni en la riqueza, ni en las cualidades físicas
que otros puedan individuar en la persona digna. Ser digno no depende, por lo
tanto, de motivos externos. De lo contrario, serían otros los que atribuyen
dignidad a la mujer (o al hombre, o al niño, o al anciano).
Formulemos la pregunta: ¿en qué radica la dignidad de la mujer?
Una posible
respuesta nos dirá que en su condición femenina, en su identidad sexual, en
su apertura a la maternidad, en las posibilidades laborales que el mundo
moderno ofrece a su libre opción. Esto, sin embargo, no es propio o exclusivo
de la mujer, pues también se dan estas características en otros seres
vivientes, sin que por ello sean dignos.
Entonces,
¿cuál es la respuesta? Quizá tendríamos que reconocer que la dignidad de la
mujer radica en su ser persona humana. Es decir, su dignidad no viene por su
femineidad, sino que precede su misma femineidad, y funda y explica su valor
en cuanto mujer.
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Antes
que mujer (antes que hombre), cada uno de nosotros es miembro de la especie
humana. Desde esa condición básica, común, podemos caminar, durante los pocos
o muchos años de vida, con la certeza de valer mucho. Aunque a veces otros no
lo reconozcan o no quieran aceptarlo. Aunque a veces nosotros mismos
olvidemos la propia dignidad. Aunque se nos excluya de un trabajo, de un
cine, o de la libertad de decir nuestras ideas en una asamblea pública.
Por
lo mismo, la dignidad humana está a la base de cualquier ley o forma social,
de cualquier costumbre o modo de vivir y de actuar en la sociedad. Siempre
hay que respetar y defender la vida, la integridad física y psicológica, y
los demás derechos, de todos los hombres y mujeres del planeta, precisamente
porque son dignos, porque lo merecen.
Desde
esa común dignidad humana es claro que el respeto se extiende a todas las
posibles formas de vivir como hombres o como mujeres.
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El
pluralismo de las situaciones no es, por lo tanto, un obstáculo a la común
dignidad. Existen, es cierto, muchos modos de ser mujer (y de ser hombre). La
mujer puede ser soltera, casada, con hijos, embarazada, con trabajo, en paro;
puede ser policía, presidente, tener estudios sólo de primaria o enseñar en
una universidad; puede encontrarse en la cárcel o dictar sentencias en un
tribunal; puede ser aún no nacida o pasar los días de su vejez en una casa de
ancianos. En cada situación, la dignidad es la misma.
Modos
diversos de ser que no ocultan ni eliminan la dignidad y el valor común a
todas esas mujeres (lo mismo podemos decir de los hombres, menos el estar
embarazados, que por ahora resulta imposible). Modos que muestran que la
dignidad no es una propiedad del ser mujer en cuanto mujer (o en cuanto
ejecutiva, o en cuanto trabajadora, o en cuanto ama de casa). La dignidad
pertenece a cada mujer simplemente por ser miembro de la especie humana, se
encuentre donde se encuentre, haga lo que haga, viva de una manera o de otra.
Tener
presentes estas verdades ayudará mucho para que nunca una mujer pueda
despreciar o dañar la dignidad de otras mujeres o de otros hombres, para que
nunca un hombre pueda discriminar o usar violencia sobre hombres o sobre
mujeres. A la vez, permitirá el desarrollo de una cultura del respeto y de la
solidaridad, en la que cada mujer y cada hombre sean valorados por lo que
son, simplemente, sin adjetivos discriminatorios.
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¿En qué
radica la dignidad de la mujer? ¿En su ser mujer o en algo anterior? Quizá
habría que preguntarnos antes: ¿qué es “dignidad”?
Dignidad
es una palabra que indica una apreciación, una valoración de algo o de
alguien. La dignidad depende de “algo” intrínseco, profundo, propio de uno,
independientemente de si los otros ven o no ven ese “algo”. La dignidad
radica en el poseer (mejor, en el ser) algo que merece, por sí mismo, amor,
respeto, justicia. Algo que radica en el sujeto digno, y que no puede ser
despreciado sin faltar a la verdad (cuando no descubrimos o incluso negamos
el valor de la persona digna) y a la justicia (cuando no la tratamos del modo
que merece ser tratada).
"Todo está en que como seres humanos sepamos respetar los principios de Justicia, Amor y Solidaridad, porque somos los seres inteligentes de la creación actuando bajo la égida del bien hacia la conquista intelecto moral".
Seamos cada vez más humanos practicando la indulgencia accion que nos representa como seres que al practicar la caridad podemos cumplir con el ama a tu prójimo a ti mismo".
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