domingo, 14 de junio de 2015

LA ESPADA SIMBOLICA


"No cuidéis que vine a traer la paz a la Tierra, no vine a traer la paz, sino la espada." - Jesús. (Mateo, 10:34)
 
Innumerables lectores del Evangelio se perturban ante ésas afirmativas del Divino Maestro, por cuanto el concepto de paz, entre los hombres, desde muchos siglos fue visceralmente viciado. En la expresión común, tener paz significa haber alcanzado garantías exteriores, dentro de las cuales pueda el cuerpo vegetar sin cuidados, rodeándose el hombre de servidores, pudriéndose en la ociosidad y ausentándose de los movimientos de la vida.
Jesús no podría endosar una tranquilidad de ese jaez, y, en contraposición al falso principio establecido en el mundo, trajo consigo la lucha regeneradora, la espada simbólica del conocimiento interior por la revelación divina, a fin de que el hombre inicie la batalla del perfeccionamiento en sí mismo. El Maestro vino a instalar el combate de la redención sobre la Tierra. Desde su primera enseñanza, fue formado el frente de batalla sin sangre, destinado a la iluminación del camino humano. Y El mismo fue el primero en inaugurar el testimonio por los sacrificios supremos.
Hace casi veinte siglos vive la Tierra bajo ésos impulsos renovadores, y ¡ahí de aquellos que duermen, extraños al proceso santificante!
Buscar la paz mentirosa de la ociosidad es desviarse de la luz, huyendo a la vida y precipitando la muerte.
No obstante, Jesús también es llamado el Príncipe de la Paz.
Sí, en verdad Cristo trajo al mundo la espada renovadora de la guerra contra el mal, constituyendo en sí mismo la divina fuente de reposo a los corazones que se unen a su amor; ésos, en las más peligrosas situaciones de la Tierra, encuentran en El la serenidad inalterable. Es que Jesús comenzó el combate de salvación para la Humanidad, representando, al mismo tiempo, los sustentáculos de la paz su
blime para todos los hombres buenos y sinceros


Emmanuel

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