Hermanos para todos un saludo caluroso.
Hoy tiernamente recibo este encargo con el que quiero compartir y fraternizar. Hace ya algun nutrido tiempo en el camino espirita, tuve la felicidad de leer el primer libro complementario de la codificacion espírita, fue maravilloso aprender con este libro" Entre la Tierra y el Cielo", está lleno de muchas enseñanzas y más exactamente de esclarecimientos que en su momento llegaron y curiosamente aun llegan como el agua al sediento...
Hoy les comparto un fragmento de este libro con los más lúcidas expresiones del mundo mayor que nos dilucidan conceptos acerca de la oracion, tocando las mas profundas fibras del sentimiento, solo les quiero pedir que asi mismo lo lean para que facilite el deseo de comprenderse a si mismos, tarea que nos cabe insistentemente.
EN TORNO A LA ORACION.
En el Templo del socorro ( Institución de la ciudad espiritual en que se encuentra el Autor. —Nota del Autor espiritual.) el Ministro Clarencio, comentaba la sublimidad de la oración, y nosotros oíamos con la mejor atención.–Todo deseo –decía, convincente– es manantial de poder. La planta que se eleva hacia lo alto, convirtiendo su energía en fruto que alimenta la vida, es un ser que ansió multiplicarse...
–Pero todo peticionario reclama quien le escuche –interrumpió uno de los compañeros–. ¿Quién habría respondido a los ruegos, sin palabras, de la planta?
El venerable orientador respondió, tranquilo:
–La Ley, como representación de nuestro Padre Celestial, se manifiesta a todo y a todos, a través de los múltiples agentes que la sirven. En el caso a que nos referimos, el Sol sustentó al vegetal, proporcionándole recursos para alcanzar los objetivos que se proponía lograr.
E, imprimiendo significativo tono a su voz, continuó:
–En el nombre de Dios, las criaturas, tanto como sea posible, atienden a las criaturas. Así como poseemos, en la electricidad, los transformadores de energía para el adecuado aprovechamiento de la fuerza, tenemos igualmente, en todos los dominios del Universo, los transformadores de la bendición, del socorro, del esclarecimiento... Las corrientes centrales de la vida parten del Todo Poderoso y descienden a chorros, transubstanciadas de forma infinita. De la luz suprema a la tiniebla total, y viceversa, tenemos el flujo y el reflujo del soplo del Creador, a través de incontables seres, escalonados en todas las fases del instinto, de la inteligencia, de la razón, de la humanidad y de la angelitud, que modifican la energía divina, de acuerdo con el grado del trabajo evolutivo, en el medio en el que se encuentran. Cada escalón de la vida está superpoblado por millones de criaturas... El camino de ascensión espiritual es como aquella escalera milagrosa de la visión de Jacob, que pasaba por la Tierra y se perdía en los cielos... La oración, cualquiera que ella sea, es acción provocando la reacción que le corresponde. Según su naturaleza, fluctúa en la región en que fue emitida o se eleva más, o menos, recibiendo la respuesta inmediata o remota, según las finalidades a que se destina. Deseos vanos encuentran realización próxima en la misma esfera en que surgen. Impulsos de expresión algo más nobles son amparados por las almas que se ennoblecieron. Ideales y peticiones de significación profunda en la inmortalidad remontan a las alturas...
El mentor generoso hizo una pequeña pausa, como dándonos tiempo para reflexionar y acentuó:
–Cada oración, así como cada emisión de fuerza, se caracteriza por determinado potencial de frecuencia y todos estamos rodeados por Inteligencias capaces de sintonizar con nuestro llamado, en forma de estaciones receptoras. Sabemos que la Humanidad Universal, en los infinitos mundos de la grandeza cósmica, está constituida por las criaturas de Dios, en diversas edades y posiciones... En el Reino Espiritual, nos incumbe considerar los principios de la herencia. Cada conciencia, a medida que se perfecciona y se santifica, primorea, en sí, cualidades del Padre Celestial, armonizán-dose, gradualmente, con la Ley. Cuanto más elevado es el porcentaje de esas cualida-des en un espíritu, más amplio es su poder de cooperar en la ejecución del Plan Divino, respondiendo a las solicitudes de la vida, en nombre de Dios, que nos creó a todos para el Infinito Amor y para la Infinita Sabiduría…
Rompiendo el silencio que se hiciera natural para nuestra reflexión, el hermano Hilario preguntó:
–Pero, ¿cómo interpretar la enseñanza, cuando estemos ante propósitos malignos? ¿Un hombre que desea cometer un crimen estará también en el servicio de la oración?
–Abstengámonos de emplear la palabra “oración”, cuando se trate de desequilibrio –adujo Clarencio, bondadoso–, digamos “invocación”.
Y añadió:
–Cuando alguien nutre el deseo de perpetrar una falta está invocando fuerzas inferiores y movilizando recursos por los cuales se hará responsable. A través de los impulsos infelices de nuestra alma, muchas veces descendemos a las vibraciones desvariadas de la cólera o del vicio y, de tal posición, es fácil que caigamos en el enredado pozo del crimen, en cuyas cavernas nos ligamos, de inmediato, a ciertas men-tes estancadas en la ignorancia, que se hacen instrumentos de nuestras bajas ideas o de las que nos volvemos deplorables juguetes en la sombra. Todas nuestras aspiraciones movilizan energías para el bien o para el mal. Por eso mismo, su dirección permanece subordinada a nuestra responsabilidad. Analicemos con cuidado nuestra elección, en cualquier problema o situación en el camino que nos es dado a recorrer, dado que nuestro pensamiento volará, por delante de nosotros, atrayendo y formando la realiza-ción que nos proponemos alcanzar y, en cualquier sector de la existencia, la vida res-ponde, según nuestra solicitud. Seremos sus deudores por lo que de ella hayamos recibido.
El Ministro sonrió, benevolente, y recordó:
–Estemos convencidos, que el mal es siempre un circulo cerrado sobre sí mismo, guardando temporalmente a aquellos que lo crearon, como si fuese un quiste de corta o larga duración, disolviéndose, por fin, en el bien infinito, a medida que se reeducan las Inteligencias que a él se aglutinan y se apegan. El Señor tolera la desarmonía, a fin de que por medio de sí misma se realice el reajuste moral de los espíritus que la sustentan toda vez que el mal reacciona sobre aquellos que lo practican, ayudándoles a com-prender las excelencias y la inmortalidad del bien, que es el inamovible fundamento de la Ley. Todos somos señores de nuestras creaciones y, al mismo tiempo, sus esclavos afortunados o infelices tutelados. Pedimos y obtenemos, pero pagaremos por todas nuestras adquisiciones. La responsabilidad es principio divino al que nadie podrá huir.
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