La desarmonía familiar está en
la base del problema del uso de drogas por parte de los jóvenes. Un hogar
desestructurado, es un joven desorientado. Y el joven desorientado, que no
encuentra en el seno de la propia familia la paz que necesita, busca apoyo en
los tóxicos, volviéndose de ellos una presa fácil. *** Los padres tratan a los
hijos con cariño, pero deben hacerlo también con energía. Ni disciplina
férrea ni excesos de libertad. *** El diálogo es el alimento del amor. Los
padres que no dialogan con los hijos, orientándolos para la vida, prácticamente
los empujan al vicio. *** El ejemplo dentro de casa lo es todo. Si el
joven ve su hogar desequilibrado, es necesario que él tenga una comprensión muy
grande, para no dejarse afectar. No sirve de nada dar a los hijos lo que ellos
pueden, sino se les da lo esencial: amistad. Los padres que son amigos
de los hijos no tienen nada que temer.
Si el joven no tiene dentro de
casa una buena relación, es necesario que él entienda la dificultad de sus
padres, procurando auxiliarlos y no agravando aun más la situación con
exigencias descabelladas. *** Cada persona tiene su propia responsabilidad. Los
otros pueden influenciarnos, pero sólo hasta cierto punto. Después, entra en
cuestión nuestro libre albedrío, que es nuestra voluntad de elección.
Existen hijos que usan drogas para “castigar” a los padres… ¿Sería esto
una actitud correcta? ¡Claro que no! En “El Evangelio Según el Espiritismo”,
está escrito: “Ciertos padres, es verdad, menosprecian sus deberes y no son
para los hijos lo que deberían ser; pero cabe a Dios castigarlos y no sus
hijos; no cabe a estos censurarlos, porque tal vez ellos mismos merecen que
fuese así.
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