¿Y qué ventajas reporta a los hombres la comunicación con los espíritus?:
¡Muchas! Si se saben apreciar, inmensas si se comprenden sus tendencias general-mente moralizadoras. La comunicación de los espíritus rasga el tupido velo de los misterios religiosos; y como dice muy bien Kardec:
Hasta ese día el hombre no había podido crear sino hipótesis acerca de su porvenir, y he aquí porqué sus creencias en esa materia estaban divididas en sistemas tan numerosos y tan opuestos desde el aniquilamiento, hasta las fantásticas descripciones del paraíso y del infierno. Hoy son testigos presenciales los actores mismos de la vida de ultratumba, los que vienen a decirnos lo que en eso hay, lo cuál sólo ellos podrán hacerlo.
Esas manifestaciones han servido no para darnos a conocer el mundo invisible que nos rodea y que ni siquiera sospechábamos, cuyo conocimiento, por si solo es de una importancia capital, aún suponiendo que los espíritus no pudieran enseñarnos otra cosa.
¿Quién si se encontrara en un país desconocido, despreciará las señas que pudiera darle el campesino más humilde que a su paso encontrara? ¿Rehusaría preguntarle, siquiera, acerca del estado del camino, porque fuera un pobre labriego?.
En verdad que no habría que esperar de él profundas instrucciones, más en su esfera y por ser lo que és, podría en ciertos puntos guiarnos mejor que un sabio muy distinguido que no conociera el país. Se sacarían de sus indicaciones consecuencias que quizás él mismo no podría sacar, sin que por eso hubiese dejado de ser un medio muy útil para hacer ciertas observaciones, aunque no hubiese servido sino para darnos a conocer las costumbres de los habitantes del país. Lo mismo puede decirse de las relaciones de los espíritus, de los cuales el más humilde puede darnos instrucciones muy útiles.
Una comparación vulgar hará comprender mejor todavía la situación.
Un navío cargado de emigrantes parte de un país lejano:
Lleva gente de todas condiciones, que dejan parientes y amigos numerosos.
Corre la voz de que el navío ha naufragado: no queda de él rastro ninguno, ni llega noticia alguna de su suerte, por lo que se cree que todos los pasajeros han perecido, y se esparce el luto y la consternación en todas las familias. Sin embargo, todos sin exceptuar uno solo, han arribado a otra tierra desconocida, pero abundante y fértil, donde viven bajo un hermoso cielo, alegres y felices. Pero esto se ignora.
Mas un día otro navío llega a dicha tierra y encuentra a los náufragos sanos y salvos; la noticia circula con la rapidez del rayo, y cada cual felicita a los demás diciendo:
nuestros amigos viven, y dan gracias a Dios. No pueden verse, pero están en correspondencia regular, se cruzan los testimonios de afecto, y la alegría sucede a la tristeza.
Tal es la imagen de la vida terrestre y de la vida de ultratumba antes y después de la revelación moderna; ésta, semejante al segundo navío nos trae la buena noticia de la supervivencia de los que nos son queridos, y la certidumbre de irnos a reunirnos con ellos algún día.
La duda acerca de su suerte y de la nuestra ya no existe, y la tristeza y el desaliento ceden su puesto a una risueña esperanza. Pero otros resultados vienen a fecundar esta revelación.
Juzgando Dios a la humanidad dispuesto para penetrar en los misterios de su doctrina y contemplar a sangre fría nuevas maravillas, ha permitido que se descorriese el velo que separaba el mundo visible del invisible. El hecho de las manifestaciones no tiene nada de extrahumano, es la humanidad espiritual que viene a conversar con la humanidad corporal y a decirle: nosotros existimos, luego la nada no existe; ved ahora lo que somos y
lo que habréis de ser; éste es vuestro porvenir, así como el nuestro. Vosotros marchábais en las tinieblas, venimos a ilustraros y a mostraros el camino; marchábais sin rumbo y a la ventura, y os enseñamos el puerto. La vida terrestre lo era todo para vosotros, porque nada veíais después de ella y nosotros os decimos, manifestando la vida espiritual que gozamos:
la vida terrestre no es nada.
Vuestra vista se detenía en los bordes de la tumba, y del lado de allá existe horizontes espléndidos e interminables. No os dabáis cuenta de la causa de vuestro sufrimiento, y ahora veis en ellos la justicia de Dios; el bien existía sin frutos aparentes para el futuro, mas en lo sucesivo tendrán un gran objeto presente y será una necesidad; la fraternidad será una utopía generosa, ved ahora como es una realidad espléndida fundada en las leyes de la naturaleza. Bajo el influjo de la creencia de que todo acaba con la vida del cuerpo, la inmensidad es el vacío, el egoísmo impera entre vosotros y es el mote de vuestro escudo y la última palabra de vuestra moral es cada uno para sí; con la certidumbre del porvenir, los espacios infinitos se pueblan hasta el infinito, y el vacío y la soledad no existe en ninguna parte: la solidaridad une a todos los seres del lado de allá de la tumba, y existe el reinado de la caridad con el mote en su escudo. Cada uno para todos y todos para uno. Dice Kardec en su libro, “La Génesis”:
El fluido universal es, como se ha visto, el elemento primitivo del cuerpo carnal y del periespíritu, los cuales no son sino transformaciones del mismo. Este fluido por la identidad de su naturaleza, puede suministrar al cuerpo los elementos reparadores de que tenga necesidad. Estando condensado en el periespíritu, el agente propulsor es el Espíritu, encarnado o no, que infiltra en un cuerpo deteriorado una parte de la sustancia de su envoltura fluídica. La curación se verifica por la sustitución de una molécula enferma por otra sana. La potencia curativa será, pues, proporcional a la pureza de la sustancia inoculada; depende además de la energía y de la voluntad que provoca una emisión fluídica más abundante y da al fluido mayor agudeza o fuerza de penetración, y en fin, de las intenciones que animan al que desea curar, sea hombre o Espíritu. Los fluidos que emanan de una fuente impura, son como sustancias medicinales alteradas.
Los efectos de la acción fluídica sobre los enfermos, son extremadamente variados según las circunstancias: esta acción es a veces lenta y reclama un tratamiento sostenido, como es el de magnetismo ordinario; otras es rápido como una corriente eléctrica. Hay personas dotadas de un poder tal, que obtienen en ciertos enfermos, curaciones instantáneas con sólo imponerles las manos y aún por el solo acto de la voluntad, entre los dos extremos de esa facultad, hay matices variados hasta el infinito.
Todas las curaciones de este género son variedades del magnetismo, y no se diferencian sino por la potencia y la prontitud de la acción. El principio es constantemente el mismo; es el fluido que representa el papel de agente terapéutico, y cuyo efecto está subordinado a su calidad y a circunstancias especiales.
La acción magnética puede producirse de varias maneras:
1º - Por el fluido mismo del magnetizador, en este caso, es el magnetismo propiamente dicho, o sea magnetismo humano, cuya acción está subordinada a la potencia y sobre todo a la calidad del fluido.
2º -Por el fluido de los espíritus que obran directamente y sin intermediario sobre un encarnado, ya para calmar o curar un padecimiento, ya para provocar un sueño sonambúlico espontáneo, ya para ejercer sobre el individuo una influencia física o moral cualquiera. Este es el magnetismo espiritual, cuya calidad está en relación con las cualidades del Espíritu.
3º -Por el fluido que los espíritus emiten sobre el magnetizador, el cual sirve de conductor. Este es el magnetismo mixto, semi-espiritual o si se quiere humanoespiritual.
El fluido espiritual, combinado con el fluido humano, da a este último las cualidades que le faltan. El concurso de los espíritus en tal caso, es a veces espontáneo, pero las mayoría de veces es provocado por la evocación o llamamiento del magnetizador.
La facultad de curar por el influjo fluídico es muy común y puede desarrollarse por el ejercicio; pero la de curar instantáneamente por la imposición de las manos es más rara, y su apogeo puede considerarse como excepcional; no obstante, se han visto en diversas épocas y en casi todos los pueblos, individuos que la han poseído en grado inminente. En estos últimos tiempos se han visto varios ejemplos notables cuya autenticidad es incuestionable. Puesto que esta clase de curaciones tienen por fundamento un principio natural y el poder de hacerlas no es un privilegio, no se salen de las leyes naturales y no tienen nada de milagrosas sino en la apariencia.
Ciertamente que existen estos médiums poderosos, nosotros hemos tenido la fortuna de conocer a varios y entre ellos a uno cuya voluntad convertida en potencia, ha dado la salud instantánea a muchos enfermos, sin que por esto creamos que el tal médium sea un santo bajado del cielo.
Nosotros no le damos a nada ni a nadie un tinte mágico ni un carácter milagroso: aceptamos todos los efectos como sencillas demostraciones de las leyes naturales, y es indiscutible que el Espiritismo con sus manifestaciones ha hecho pensar a muchos en lo que nunca habían pensado, y ha desarrollado condiciones que ellos ignoraban.
Que esto haya dado lugar a supercherías y engaños no implica nada en contra del Espiritismo que, como dice Kardec sobre los caracteres de los milagros. De que el Espiritismo admita los efectos que son consecuencia de la existencia del alma, no se deduce que acepte todos los efectos calificados como maravillosos, ni que traten de justificarlos y acreditarlos; que se haga campeón de todos los soñadores, de todas las utopías, de todas las excentricidades sistemáticas, de todos los romances y leyendas
milagrosas. Es preciso conocerle para juzgarle.
¿Han negado acaso sus partidarios que el charlatanismo ha explotado ciertos hechos; que la imaginación a fraguado otros y que el fanatismo ha exagerado mucho?. El Espiritismo no es solidario de las extravagancias que pueden cometer en su nombre, como la verdadera ciencia no lo es de los abusos de la ignorancia, ni la verdadera religión de los excesos del fanatismo. Muchos críticos juzgan el Espiritismo por los cuentos fantásticos y las leyendas populares, que son pura y simplemente novelas imaginarias; pero esto es lo mismo que juzgar la historia por los dramas y novelas que se dicen históricos.
Dicen por último, que si ha salido un rayo de luz; han aparecido miles y miles de soles, innumerables sistemas planetarios, porque todas las grandes cosas tienen humildes principios, y de los visionarios que se han entretenido en ver danzar las mesas, han salido esos locos sublimes, esos genios que el mundo llama sabios, esas lumbreras de la ciencia y del sentimiento, esos apóstoles de la razón, esos profundos deistas llamados: Kardec, Pezzani, Flammarión, Víctor Hugo y tantos y tantos hombres ilustres cuyos nombres sería difuso enumerar. Es inútil que se quieran oponer al eterno adelanto del titán de los siglos.
El progreso avanzará siempre, porque su destino es avanzar, y el Espiritismo es la síntesis del progreso, porque aspira a la regeneración de la humanidad.
Su lema es hacia Dios por la caridad y la ciencia.
Decía Hippel que la imaginación es el pulmón del alma, y nosotros decimos que el Espiritismo es el pulmón de la eternidad.
El carácter esencial del milagro en el sentido teológico es el de ser una excepción a las leyes de la naturaleza, siendo por consiguiente inexplicable por las mismas.
Desde el instante que pueda explicarse un hecho y se relaciona con una ley conocida, cesa de ser un milagro. Así es como los descubrimientos de la ciencia han hecho entrar en el dominio de los acontecimientos naturales ciertos efectos calificados de prodigiosos, mientras fue desconocida su causa.
Más tarde, el conocimiento del principio espiritual, de la acción de los fluidos sobre la economía del mundo visible en medio de la cual vivimos, de las facultades del
alma, de la existencia y propiedad del periespíritu han dado la clave de los fenómenos del orden psíquico, y ha probado que, al igual que los otros, no son derogaciones de las leyes de la naturaleza, sino que, por el contrario son aplicaciones frecuentes de las mismas.
Todos los efectos del magnetismo, del sonambulismo, del éxtasis, de doble vista, de hipnotismo, de catalepsia, de anestesia, de transmisión del pensamiento, de curaciones instantáneas, de posesiones, obsesiones, apariciones y transfiguraciones, etc, que constituyen la casi totalidad de los milagros del evangelio, pertenecen a semejante categoría de fenómenos.
Actualmente se sabe que esos efectos son resultados de actitudes y de disposiciones fisiológicas especiales; que se han producido en todos los tiempos, en todos los pueblos, y que no tienen más títulos para ser considerados como sobrenaturales, que todos aquellos cuyas causas eran desconocidas.
Esto explica porqué todas las religiones han tenido sus milagros, que no son más que hechos naturales, pero casi siempre amplificados hasta el absurdo por la credulidad, la ignorancia y la superstición, a los cuales empero, reducen a su justo valor los conocimientos actuales, descartando la parte legendaria.
Las religiones deben cambiar de rumbo y progresar como progresa toda la Creación y seguir la marcha ascendente de las ideas. La humanidad ha tenido una infancia
muy prolongada; justo es que entre el periodo de la juventud, de la virilidad, de la fuerza, del entusiasmo y del deseo, trabaje para sí misma. Que se instruya, que lea en la obra del texto de la Creación, que en la Biblia de la naturaleza estudie la historia sagrada de los siglos.
¡Que por medio de la astronomía se entere de la historia universal de los planetas!
¡Que le pida a la geología la historia de la formación de la Tierra que cuenta por millones de siglos su avanzada edad, y que vaya leyendo en las capas terrestres las memorias de las generaciones que pasaron! ¡Que interrogue a la Hidrografía y que ésta le cuente la historia y los secretos de los mares, donde la vida se manifiesta en sus más recónditas profundidades!. Ante las maravillas de la Creación, esa inmensa obra que nadie vió comenzar, ni nadie le verá el fin; la imaginación se abisma en medio de tanta grandiosidad,
y todas las religiones de la tierra nos parecen cuentecitos,leyendas infantiles, consejos tradicionales, fábulas piadosas, místicas fantasías. Nos parece el mundo de lo infinitamente pequeño, mirando con el gran microscopio del tiempo, lente de un aumento tan prodigioso que centuplica el tamaño de cuanto se mira a través de sus cristales.
Porque, ¿Quién al contemplar la Creación no se ha sentido dominado por un sentimiento de admiración indescriptible, y ha buscado en los astros que sonríen en el firmamento la mirada magnética de Dios?. A las religiones se las ve nacer, y se las verá morir; pero la verdadera religión, la aspiración suprema del alma, el amor divino del Espíritu, la intuición deista que hay en el hombre, esa inteligencia secreta que reina entre Dios y las humanidades, esa durará tanto como nuestra vida... ¡Es eterna!. La humanidad tiene que ser deista, siempre le quedará a los hombres ¡Un Dios a quién adorar y un infinito para vivir!.
El Espiritismo es fuerte, porque se apoya en las mismas bases de la religión; Dios, el alma, las penas y las recompensas futuras, sobre todo porque presentan esas penas y esas recompensas como naturales consecuencias de la vida terrestre y porque nada del cuadro que ofrece del porvenir puede ser rechazado por la razón más exigente.
Muy equivocada idea se tendría del Espiritismo si se creyera que toma su fuerza en la práctica de las manifestaciones materiales, y que dificultando éstas, pueden minársele por su base. Su fuerza reside en la filosofía, en el llamamiento que hace a la razón y al sentido común. En la antigüedad eran objeto de estudios misteriosos, cuidadosamente ocultos a los pueblos: hoy no tiene secretos para nadie, habla un lenguaje claro, sin ambigüedad, en él nada hay místico, nada alegórico susceptible de falsas interpretaciones.
Quiere ser comprendido por todos, porque ha llegado la época de hacer conocer a los hombres la verdad; lejos de oponerse a la difusión de la luz, la quiere para todos; no exige una creencia ciega, sino que quiere que se sepa porqué se cree, y apoyándose siempre en la razón, será siempre más fuerte que los que se apoyan en la nada.
¿Qué hace la moderna ciencia espiritista?. Reúne en un cuerpo lo que estaba esparcido; explica en términos propios lo que sólo estaba en alegóricos; rechaza lo que la superstición y la ignorancia han engendrado, para no dejar más que lo real y positivo.
Esta es su misión; pero la de fundadores no le pertenece. Enseña lo que es, coordina, pero no crea, porque sus bases han existido en todos los tiempos y lugares. La creencia espirita, no se impone ni se cree que fuera del Espiritismo, no haya dicha posible,
nadie tiene el exclusivismo.
Kardec en su libro de los Espíritus, pregunta:
¿Es preciso hacer profesión del Espiritismo y de creer en las manifestaciones, para asegurar nuestra suerte en la vida futura?.
Si fuese así, diríase que todos los que en él no creen o no han estado en disposición de ilustrarse sobre el particular, estarían desheredados, lo que es un absurdo. El bien es lo que asegura la suerte venidera y el bien es siempre bien, cualquiera que sea el
camino que a él conduzca.
La creencia en el Espiritismo ayuda a mejorarse fijando las ideas sobre ciertos puntos del porvenir, apresura el progreso de los individuos y de las masas, porque nos permite hacernos cargo de lo que un día seremos; es un punto de apoyo, una luz que nos guía. El Espiritismo enseña a soportar las pruebas con paciencia y resignación; aparta los hechos que puedan retardar la dicha futura, y así es como ésta contribuye, pero no hay que decir que sin él, no pueda conseguirse aquélla.
Kardec, en su libro de los espíritus, sobre el tema de la metempsicosis dice:
La comunidad de origen en el principio inteligente de los seres vivientes ¿No es la consagración de la doctrina de la metempsicosis?.
Dos cosas pueden tener el mismo origen y más adelante pueden no parecerse en nada.
¿Quién reconocería al árbol con sus hojas, flores y frutos en el germen informe contenido en la simiente de donde ha salido?.
Desde el momento en que el principio inteligente logra el grado necesario para ser Espíritu y entrar en el periodo de la humanidad, cesa de tener relación con su estado primitivo y deja de ser alma de la bestia, como el árbol la simiente. No le resta al hombre del animal más que el cuerpo y las pasiones que nacen de la influencia de éste y del instinto de conservación inherente a la materia. No puede, pues, decirse que tal hombre es la encarnación del Espíritu de tal animal, y por consiguiente la metempsicosis, tal como se entiende no es exacta.
El Espíritu que ha animado el cuerpo de un hombre ¿Podría encarnarse en un animal?.
Eso equivaldría a retrogradar, y el Espíritu no retrograda. El río no remonta hacia su curso.
¿Pueden degenerar los espíritus? ¡No! Pues a medida que progresan, comprenden lo que les alejaba de la perfección, y terminada una prueba, posee el conocimiento de ella y no lo olvida. Puede permanecer estacionario pero no retrocede.
¿Por errónea que sea la idea atribuida a la metempsicosis no será resultado del sentimiento intuitivo de las diferentes existencias del hombre?.
Este sentimiento intuitivo se descubre en esa como en otras muchas creencias, pero el hombre las a desnaturalizado, como ha hecho en la mayor parte de sus ideas intuitivas.
La metempsicosis sería verdadera, si se entendiese por ella el progreso del alma de un estado inferior a otro superior, en el que hallaría desarrollos que transformarían su
naturaleza; pero es falsa en el sentido de transmigración directa del animal en el hombre y
viceversa lo que implicaría idea de retroceso o fusión, y no pudiendo verificarse semejante
fusión entre los seres corporales de las dos especies, es indicio de que están en grados inasimilables, y que lo mismo debe suceder con los espíritus que los animan.
Si el mismo Espíritu pudiese animarlos alternativamente, se seguiría de ello una identidad de naturaleza que se traduciría en la posibilidad de la reproducción material. La reencarnación enseñada por los espíritus está fundada, por el contrario, en la marcha
ascendente de la naturaleza y en el progreso del hombre en su propia especie, lo que en nada mengua su dignidad. Lo que le rebaja, es el mal uso de las facultades que Dios le ha dado para su adelanto.
Las anteriores consideraciones leídas sin pasión, sin Espíritu de partido, ¿Conducen a creer que las reencarnaciones que acepta el Espiritismo sea la antigua y absurda metempsicosis?.
¡No! para confundirlas se necesita o mucha ignorancia, o muy mala intención; pero estudiándolas desapasionadamente, se ve que el hombre no podrá retroceder en posición, pues como dice muy bien Kardec; la marcha de los espíritus es progresiva y nunca retrógrada, se elevan gradualmente en la jerarquía y no descienden de la altura a que han llegado. En sus diferentes existencias corporales pueden descender como hombres; pero no como espíritus. Así el alma de un potentado de la Tierra puede más tarde animar
al más humilde artesano, y viceversa; porque los rangos entre los hombres están con frecuencia en razón inversa de los sentimientos morales. Herodes era rey y Jesús carpintero.
Estúdiense bien las obras espiritistas, y no diremos que se admitan como artículos de fe todas sus proposiciones; pero si el que estudia es hombre entendido, y habla con noble franqueza tiene que confesar que dentro del Espiritismo no hay nada antimoral, antireligioso ni antirracional.
En el mundo caben todas las ideas; puesto que caben todos los espíritus que vienen a cumplir su condena en esta penitenciaría de la Creación, porque cada creencia es apropiada a los seres que la sustentan.
El Espiritismo no es para los oscurantistas.
No es para los fanáticos.
No es para los hombres que no tienen voluntad propia.
Es, sí, para los librepensadores.
Para los racionalistas religiosos que no convierten su razón en ley, sino que anteponen una razón suprema al raciocinio de su inteligencia.
Es para las almas que tienen sed de verdad.
En la obra de Dios no se ve un término; Él es la vida de los espíritus; y éstos,
miran su vida con Él; mas siempre existirá la misma distancia entre Dios y el hombre, por más que este último llegue a ser impecable como Cristo.
Nunca el efecto podrá confundirse con la causa, ni nunca la causa necesitará como fin último absorber en sí todos los efectos.
En Dios no puede haber fines últimos, ¡Sino eternos principios!
¡Vida infinita!
¡Creación incesante!
¡Renovación perpetua!
¡Reproducción continua!
¡Su fin último no es la absorción!
¡Su principio eterno es el progreso!
Las humanidades son la condensación de su aliento, y las humanidades nunca pueden desaparecer, nunca pueden perder su individualidad; su destino es el progreso indefinido y cada Espíritu aisladamente cumplirá a través de las edades su sagrada misión.
Para Dios no hay ayer ni mañana; para Dios no hay más que el tiempo presente; los principios y los fines son obra del hombre; ¡La inmutable eternidad es la apoteosis de Dios!.
La escuela espiritista-racionalista no se cree heredera de ningún testamento; para ella no hay más testamento que los hechos de cada uno. El criminal heredará la desgracia de sus vicios, y el hombre honrado la consideración social y la tranquilidad de su conciencia.
¿Como borrarán los espiritistas la miseria de la Tierra? ¡Con la caridad!.
Con la caridad bien entendida, haciendo recordar a los que emprendan grandes empresas, que hay muchisímos pobres que se mueren de hambre y de frío, y si para levantar un templo u otro edificio análogo se habrán de emplear cuarenta millones, construidlo por la mitad de precio, y los veinte restantes empleadlos en un hospital bien acondicionado, o bien en casas para obreros que viven infelices en tugurios sin las condiciones más precisas que prescribe la higiene.
El Espiritismo ordena el trabajo ¿Y acaso, nada más noble que el trabajo?.
Si este, es la riqueza de la humanidad veamos lo que dice sobre este asunto Kardec.
La necesidad del trabajo es una ley de la naturaleza, por lo mismo que es una necesidad, y la civilización obliga al hombre a mayor trabajo porque aumenta sus necesidades y sus goces.
¿Por qué es impuesto el trabajo al hombre?.
Es consecuencia de su naturaleza corporal, una expiación y al mismo tiempo un medio de perfeccionar su inteligencia.
Sin el trabajo, el hombre no saldría de la infancia de la inteligencia y por esto sólo a su trabajo y actividad debe la subsistencia, la seguridad y el bienestar. Al que es débil de
cuerpo, Dios le da en cambio la inteligencia, pero siempre es trabajo.
Amalia Domingo Soler